martes, septiembre 24, 2024
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Víctor Barrio, un vendaval de arte y valentía

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El sol apenas se alzaba sobre la colina que presidia la pequeña plaza de toros transportable de Sepúlveda. La escena que se dibujaba ante los ojos incredulos de los que se apostaban en las vallas era dantesca. Entre cuatro moles que avanzaban de manera apabullante se perfilaba una figura alta, muy alta, y delgada. Anteriormente, los cabestros y un toro adelantado habían limpiado las calles de corredores salvo aquel muchacho.

El joven que lucía una sonrisa casi obscena, era literalmente flanqueado por los cuatro toros mientras recorría la larga recta que da acceso a la plaza.

Avanzó los últimos metros y con un pequeño salto se colgó de la barra metálica que cruzaba la entrada de la plaza, al tiempo que levantó sus largas piernas y dejó pasar los dos morlacos que corrían tras él. Por muy irreal que pareciese esa carrera, para él era una mañana más de las muchas que pasaba disfrutando de la mayor pasión de su vida, los toros.

-¿Quién es ese chico? Preguntaban los menos habituales de aquellos lares.

La respuesta siempre era la misma: «Víctor Barrio, el chico del 'Quinito' de Grajera, sobrino del Manolo».

Pero no sólo en la pequeña plaza de Sepúlveda, donde es mucho más que un hijo predilecto. Da igual el lugar. A mediados de septiembre Barrio tenía una cita en Riaza a la que nunca faltó mientras fue aficionado. Tras el encierro, en la villa segoviana se prodecía a la suelta de uno o dos novillos para los mozos. Era el momento más esperado por Barrio, que armado con el capote se lanzaba en largas tandas que no tenían nada que envidiar de consagrados maestros en esa suerte.

Ese desparpajo, ese arrojo, el coraje que desprendía en cada acción le granjeó pronto el cariño y la admiración de todos los que gustaban del espectáculo taurino en tierras segovianas. Pero Barrio no era solo ganas, no era solo valentía, era mucho más. Su precisión y técnica eran refinadas, sus lances largos y profundos y su temple encomiable. Todo ello sin pisar una escuela de toreo.

Aquel Barrio que se veía cada mañana en Riaza rematando con chicuelinas, revoleras invertidas, gaoneras o medias verónicas era puro talento, pura ilusión. Cada mañana, con cada novillo se dibujaba una sonrisa en su rostro. Era felicidad. Poco más necesitaba que un trapo, cuando no era su cuerpo desnudo, y un toro. Esa extraña sensación de conexión entre las dos almas, la terrrible soledad de adentrarse en los profundo de la plaza que solo conocen aquellos que han dado ese paso. Eso era su alegría, eso era vida para Víctor Barrio.

No eran pocos los que al contemplar aquella pose, ese cuerpo esbelto engalonado por el capote cuando culminaba un lance de altaneras, junto con su temple y su coraje se preguntaran que por qué no probaba a ser torero de verdad. Lo que comenzó como pregunta inocente terminó como clamor generalizado. Sólo él y su familia sabe lo difícil que fue tomar aquella decisión.

A sus padres les atemorizaba que un pitón pudiera segar la vida de su hijo. A veces la vida tiene caprichos terribles. Finalmente, Barrio optó por lanzarse a por su sueño que no era otro que ser matador de toros.

Rápido se convirtió en un alumno aventajado, el 13 de julio de 2008 en su debut cortó cuatro orejas y un rabo. En ese momento comenzó un vendaval que no ha paradó hasta este fatídico día. En su primer año, 45 orejas y seis rabos. Al año siguiente 65 orejas, 6 rabos y dos indultos. Durante aquellos dos años sin picadores cosechó prácticamente todos los premios a los que podía aspirar.

Fue en su querida y anhelada plaza de Sepúlveda donde debutó con picadores, el 29 de agosto. Terminó la temporada con 23 orejas y un rabo en apenas diez festejos. En apenas unos meses, Barrio se convertiría en uno de los nombres propios del toreo en España como novillero.

No faltó a su cita en Las Ventas, donde en su primera aparición cortó una oreja al primero y dio la vuelta al ruedo en su segundo. El segoviano cerró su esportón aquella temporada con un total de 62 orejas y 7 rabos en 29 festejos. En 2011 fue con todo el merecemiento el mejor novillero de España. El sueño lo tenía en su mano y lo más importante, era feliz porque hacía aquello que amaba.

Tomó la alternativa en 2012, nada menos que en la plaza de toros más importante del mundo, Las Ventas. El valor ofrecido en su primer toro le obligó a salir a saludar y tras matar el último de la tarde pasó por la enfermería a causa de una cornada que le había propinado el primero de su lote.

El vendaval novillero se apagó de cierta manera con su alternativa. Castigado por las lesiones, a Barrio se le resistía la suerte suprema. El estoque le privó de muchos premios en sus corridas bien ganados con arte y valentía.

Los logros de Víctor Barrio en el mundo del toreo son extensos, en especial en su época de novillero.

El fatal capricho del destino ha hecho que aquello que amaba le haya arrebatado la vida. Victor Barrio fue mucho más que un torero, fue un enamorado de la fiesta de los toros. Amaba la fiesta de verdad. Desde sus inicios en la pequeña plaza de Sepúlveda o de Riaza, hasta pisar la arena de la plaza más importante del mundo. Daba igual el lugar, solo importaba él y su fiel compañero y amigo, el toro bravo. El mismo que le ha arrebatadola la vida. Aunque aquellos que le conocen bien saben, que si tuviera otra vida Víctor Barrio volvería a ser torero. Descanse en paz maestro.

Pedro Ruiz

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