martes, septiembre 24, 2024
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“Al cirujano taurino le tienen que gustar los toros, si no es insoportable”

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Prefiere ver las corridas en el televisor de la enfermería, ajeno al bullicio y ajetreo de la plaza de Las Ventas. Desde allí, ojo avizor, observa con atención la lidia, sin ruido y concentrado. Después de cincuenta años de experiencia ha desarrollado la capacidad de presagiar la fatalidad. Intuye las cogidas. Si ocurre, contiene la respiración y, con sangre fría, se centra en la repetición de las imágenes para estudiar la embestida del animal y la caída del torero. Todo muy rápido y en cuestión de segundos, mientras espera a que el herido entre en volandas al quirófano de la plaza. Dice que es clave para tratar la lesión. El doctor Máximo García Padros, cirujano de Las Ventas, es conocido en el mundo taurino como el ‘ángel de la guarda’. No es capaz de enumerar los toreros a los que ha salvado la vida a la lo largo de su carrera, pero con tono pausado y humilde dice que “no es para tanto”, quitándose méritos.

El doctor conoce a la perfección las heridas que causa el toro. La zona más castigada, dice, suele ser desde el ombligo a la rodilla, por delante y por detrás. “Por el mecanismo de la embestida del toro”. Aunque insiste en que los golpes pueden ser desde la cabeza a los pies. “El toro es un ser dotado de una fuerza viva que causa unas lesiones que tienen unas características que llamamos ‘trayectorias’”. Lo sabe desde bien pequeño, desde que con 22 años y recién licenciado, su padre, entonces cirujano de Las Ventas, le dijo: “¿Ya has terminado la carrera? Pues ven a la plaza”. También sabe que para trabajar allí hay que ser aficionado. “Este tipo de heridas son distintas a las que vemos en la práctica hospitalaria”. Algunos profesionales sanitarios del mundo taurino, como el doctor Zumel, dice que se parecen a las heridas de la guerra, a las del impacto de la metralla. “Al cirujano taurino le tienen que gustar los toros, sino es insoportable”, asegura García Padros.

El doctor confiesa que siempre recordará la cogida que sufrió el diestro Julio Aparicio. El asta del toro le atravesó la mandíbula. “Es importante visualizar la cogida para luego tratarla. Yo siempre me acordaré de la cornada de Julio Aparicio. Media plaza no se dio cuenta de lo que había sido. El pitón le entró por el cuello y le salió por la boca. En televisión se vio perfectamente y nos dio una idea de lo que había que hacer”. También se acuerda de la de Israel Lancho que quedó colgado como un muñeco del pitón del animal con el pulmón agujereado. O de la cogida de David Mora, el último al que ha tenido que operar. Arrodillado a portagayola el toro le atacó y le perforó el vientre y la pierna. “Llegaron en muy malas condiciones. Te das cuenta de que gracias al equipo que ha funcionado perfectamente los toreros han salido adelante y ver que vuelven otra vez a torear y que a lo mejor te brinda el toro es un motivo de satisfacción tremenda”.

La tensión y la presión que a veces se sufre en la sala de intervenciones de la plaza, se compensa con los momentos de emoción que se viven en el ruedo, explica el cirujano. García Padros asegura que uno de los momentos más felices de su trayectoria en Las Ventas fue cuando David Mora, después de su recuperación, le brindó el toro. “Me hizo salir al ruedo, eso fue demasiado para mi. Me emocionó porque ves la fuerza de voluntad de un hombre que lo ha pasado muy mal y vuelve a ponerse delante de un toro. Cortó las dos orejas. Fue una tarde apoteósica y para mi gusto la más emotiva”. Aunque también ha tenido la “desgracia de padecer un fallecimiento”, el de Campeño. “Fue un arrancamiento de cuello. Entró prácticamente muerto y lo sacamos de esa parada cardiaca. Murió a los siete días”.

García Padros ha perdido amigos por el camino y ha sentido la muerte de cada torero. La última la de Víctor Barrios. Ha sido un fin de semana difícil y duro para el doctor. “Se ha visto perfectamente como en el momento en el que está en el suelo el toro le clava el pitón contra su cuerpo y contra el suelo, eso es lo que hace que la herida profundice tanto. Yo le atendí en el 2012 de una cornada en el muslo. Lo he sentido mucho, como la de todos los toreros. Lo que me parece increíble es todo lo que se ha montado después. Un catedrático de Valencia diciendo que estaba bien muerto. Me parecen barbaridades”. Cree que el movimiento antitaurino es una moda y que este año se han hecho más iniciativas en la cultura taurina que «cualquier otro año». «El mundo del toro está relacionado con la literatura, la escultura y la pintura, como Dalí, Picasso o Goya. De Goya decían que era un torero frustrado como dicen que somos los cirujanos taurinos». 

Se acostumbró muy joven a enfrentarse imágenes y heridas espeluznantes. La primera vez que García Padros pisó Las Ventas tenía dos años. Lo hizo de mano de su padre, Máximo García de la Torre, del que recogió el testigo. Su madre también era aficionada y le explicaba la técnica a su mujer. Veinte años después de su “primera vez” estaba operando en el quirófano de la plaza, junto a su padre. Ahora él es el jefe. Trabaja con otro cirujano, un traumatólogo –que es su hijo-, dos ATS, un médico deportivo, dos mozos de quirófano y tres anestesistas. Todos aficionados. “Si no eres aficionado encontrar un anestesista que vaya un domingo a la plaza por 150 euros (sin quitar descuentos) es imposible”. Lo sabe bien, porque Las Ventas no le da para vivir, lo compagina con su trabajo en la clínica CEMTRO. “Es vocacional. Muchos lo harían pagando. Nosotros vemos los toros y encima cobramos”.

Marina G.Rico

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