La última vez que Sandra vio a su exnovio fue cuando quiso escapar de él, hace menos de un año. Aprovechó un despiste para tratar de alcanzar la puerta, pero él se percató y la agarró del pelo, la arrastró por el suelo de la casa y le propinó numerosos golpes. Minutos después intentó huir por segunda vez y lo consiguió. No le ha vuelto a ver. “Menos mal”, suspira Sandra al otro lado del teléfono desde su casa en Cataluña, donde sufrió malos tratos por parte de su pareja durante tres años y medio. “Me pegó reiteradamente, siempre tenía el cuerpo lleno de moratones”, dice.
Además de haber recibido palizas durante años, esta mujer de 57 años –Sandra no es su nombre real, lo quiere preservar de la opinión pública- ha padecido cuatro ictus que le han provocado discapacidades físicas y mentales. Sandra representa uno de los 247 casos de mujeres discapacitadas que han sido víctimas de violencia machista en el último año, según datos ofrecidos por la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE).
Durante los años de maltrato dejó de salir y se recluyó en el piso que compartían. Sandra tuvo que hacer frente a su baja autoestima provocada por el maltrato por parte de su pareja y a los cuatro ictus que han afectado directamente a su movilidad. “Tengo problemas para andar y tenía la autoestima muy baja. Él era muy obsesivo y me organizaba la vida. No me dejaba salir, era muy autoritario. Me intentó ahogar dos veces y en otra ocasión me amenazó con un cuchillo”, recuerda. Dice que aguantó todo este tiempo porque creyó en la idea errónea de que él cambiaría. “El maltrato empezó cuando nos fuimos a vivir juntos, al año de estar saliendo. Vino a mi casa. Se volvió completamente violento. Al principio era servicial y parecía que me quería mucho, pero no era así”, añade Sandra.
Afirma también que “nunca” sabrá si los ictus que ha sufrido fueron consecuencia de la situación que ha tenido que vivir, pero asegura que antes de comenzar esta relación su vida era completamente normal. “Nunca me había pasado algo así. He tenido otras parejas pero nunca había sido víctima de malos tratos. Ahora no puedo trabajar, estoy pendiente de que me den la discapacidad. Antes de todo esto trabajaba en una residencia y tenía una vida muy normal”, sostiene.
Hace seis meses, poco después de acabar con la relación, Sandra decidió dar un paso al frente y pidió ayuda. “Ahora me relaciono más con la gente, me da menos miedo hablar. Hago muchas cosas y salgo más de casa”, añade. Acudió a COCEMFE y desde entonces participa en el programa ‘Violencia Tolerancia Cero’ de la Obra Social La Caixa. Allí realiza diferentes talleres de soporte psicosocial y de consolidación. Además, recibe atención individualizada. «A las mujeres que estén sufriendo lo que yo sufrí les diría que dejen a su pareja. Los maltratadores no cambian», asegura Sandra.
La violencia contra las mujeres discapacitadas es más intensa
Un estudio realizado en Navarra sobre la violencia de género en este colectivo, impulsado por Ayuntamiento de Pamplona y Cocemfe Navarra, revela que la violencia de género contra las mujeres con discapacidad es más intensa, genera una mayor vulnerabilidad en la víctima e incluso puede agravar o producir la propia discapacidad. Las conclusiones extraídas del análisis publicado el pasado mes de febrero dicen que la discapacidad desencadena en «muchos casos» la violencia de género o recrudece la ya existente y, en otros casos, la propia violencia genera discapacidad o la agrava con secuelas tanto físicas como psicológicas.
Solo en 2015 COCEMFE detectó 247 casos de mujeres de este colectivo que han sido víctimas de violencia de género durante el desarrollo del programa de ‘Apoyo psicosocial y prevención de la violencia de género en mujeres con discapacidad’. Tal y como explica la organización, la mayoría de estos casos fueron derivados a servicios especializados, siguiendo el protocolo específico que contempla el programa. Según la confederación, para las mujeres con discapacidad el problema de la ruptura con el agresor es “mucho mayor” del que tiene el resto de la población femenina “debido precisamente a la discapacidad”, que “conlleva dependencia física, económica y del entorno”. “Hay muy pocos servicios de atención a víctimas de violencia preparados para atender a mujeres con discapacidad”, explica la organización.
Marina García-Rico