El director de cine de animación Mark Osborne, conocido por exitosas cintas infantiles como «Kung Fu Panda» o «Bob Esponja, la película», se ha atrevido con la icónica obra del aviador Antoine de Saint Exupery, «El Principito», asumiendo el riesgo de que rodar el relato era «misión imposible».
«Resulta irónico para un cineasta decir que lo esencial es invisible a los ojos, pero esa es la idea bajo la cual hice esta película», comenta el director a Efe, con motivo del estreno de la cinta este viernes en cines españoles.
Enseguida, el estadounidense comenta que no quiere transmitir la idea de que «ésta es la versión definitiva» porque «eso es imposible».
Desde el principio, Osborne entendió que hacer una película sobre el mundo de Saint Exupery para los niños de hoy en día podía ser un reto muy grande; por ello, explica, se desvivió por encontrar la estructura que le permitiera unir ambos mundos.
«Desde que conozco el libro, hace veinte años, la idea de que lo esencial es invisible a los ojos conectó conmigo, y siguió conmigo; así que cuando pensé que iba a hacerla pensé que ese podía ser el eje, el núcleo central que le diera el alma, el sentido, y una razón de ser. Pero tenía que darle a la historia una conexión más grande», señala.
Así, se inventó un hilo conductor, una niña de ocho años que vive inmersa en el mundo práctico de su madre, una ejecutiva que ya tiene planeado, minuto a minuto, los próximos diez años de la vida de su hija.
Un traslado de casa convierte a la niña en vecina de un atípico anciano que mantiene en su jardín los restos de una avioneta y que día a día suministra a su pequeña vecina fragmentos de una historia que él mismo escribió sobre un niño príncipe que vivía en un planeta en el que apenas cabía él mismo.
Para lograrlo, se jugó con dos modos diferentes de animación; una, digital, para representar la vida real de la niña, y otra rodada con animación fotograma a fotograma para su imaginación, una técnica «ideal», según Osborne, porque «genera en el cerebro una sensación que te hace creer que es una fantasía y evoca sensaciones de la infancia».
«Era perfecta para traducir los pasajes del libro», de hecho, los decorados, por ejemplo, se hicieron en papel; hay incluso varias secuencias hechas íntegramente en papel e ilustradas con acuarelas, marionetas de papier maché, para mantener la sencillez de los dibujos originales.
«Creo que lo hemos conseguido haciendo además un homenaje al libro, y rindiéndole todos los honores», se enorgullece Osborne.
Aún así, en uno de los pasajes de la película, Osborne hace crecer al Principito, un asunto criticado tras el estreno en Francia, pero que él explica en el sentido de que quería convertirle en parte de la aventura de la niña, y que fuera ella quien le ayudase a ser «el personaje que todos conocemos».
«Me siento muy honrado por haber podido mostrar al Principito a mi manera; es un personaje eterno, eternamente joven y un ser muy espiritual», defiende.
El libro, dice, «significa muchísimo para muchísima gente, y creo que es así por la conexión con otra persona, por la necesidad de compartirlo. A mi me lo enseñó mi mujer y juntos se lo mostramos a nuestros hijos; eso ganó poder y acabó siendo parte principal de la película».
Con un presupuesto de 80 millones de euros, esta producción es la primera que se rueda tras pasar los derechos de autor a dominio público; toda una apuesta del cine francés que ha utilizado para la versión original las voces de los más prestigiosos actores, de Marion Cotillard, que pone voz a la rosa del Principito, a Jeff Bridges, que anima al abuelo aviador. En la versión española es Lluís Homar quien pone voz al aviador.
Y coincidiendo con el estreno, y también con el 70 aniversario de su primera edición por Gallimard, la editorial Lunwerg publica una Enciclopedia ilustrada.
EFE