José Manuel Soria no supo explicar su relación con los llamados ‘papeles de Panamá’ y su participación en empresas familiares radicadas en paraísos fiscales. Qué duda cabe de que eso aceleró su caída. Pero no es menos cierto que su nombre ya estaba en la diana de su máxima enemiga en el Gobierno: Soraya Sáenz de Santamaría. Su renuncia como ministro estuvo suficientemente justificada, pero hay quien piensa que detrás de ella se apreció la huella de los ‘sorayos’, el clan gubernamental en guerra fría con el llamado G-8, entre los que se encontraba Soria hasta el pasado febrero. Una guerra que podría haber llegado hasta el último escándalo protagonizado por el exdirigente canario.
El pasado viernes, a última hora, los miembros del Gobierno de Mariano Rajoy, que se encontraban en el Congreso de los Diputados votando la investidura de su líder, recibieron una alerta en sus móviles que dejó boquiabiertos a más de uno. El Ministerio de Economía lanzaba una nota para informar del nuevo candidato de España para ocupar el puesto de director ejecutivo del Banco Mundial, con un sueldo de 225.000 euros anuales: José Manuel Soria.
Las cámaras y los micrófonos esperaban a las puertas del hemiciclo ansiosos de ver la cara de los miembros del Gobierno y rápidamente se dieron de bruces con la realidad: no todos eran conocedores de esta información. De hecho, la vicepresidenta Santamaría y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no tardaron ni un momento en desmarcarse de este nombramiento. Desde el inicio advirtieron de que ellos no habían tenido nada que ver con esa decisión.
Y no es de extrañar. Ellos fueron los ministros que cuando el nombre de Soria se vio implicado en los ‘papeles de Panamá’ no dudaron ni un instante en comparecer en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros y asegurar que “nadie que haya operado en paraísos fiscales puede estar en el Gobierno”. Por lo que se podría deducir, que si pensaban que Soria no podía seguir formando parte del Ejecutivo tampoco podría representar a España en el Banco Mundial. Un organismo que además se ha declarado abiertamente enemigo ‘número uno’ de los paraísos fiscales. Aunque esa decisión, obviamente, en ningún momento pasó por ellos.
El exministro de Industria siempre fue el ejemplo al que Mariano Rajoy recurría para ilustrar lo que a su juicio era la «persecución a un inocente» por haber «sufrido una cacería en 2009», cuando fue investigado siendo vicepresidente del Gobierno de Canarias por un delito de cohecho al haber aceptado un viaje a Noruega con un empresario turístico que tenía intereses directos sobre la gestión pública de Soria. Para Rajoy, no haber apartado a Soria de sus cargos por este escándalo, del que salió absuelto, fue un éxito. Tanto es así, que en 2011 le dio una de las carteras más importantes del Ejecutivo y desde el principio formó parte del núcleo duro del Gobierno de Rajoy.
Pero todo se derrumbó hace seis meses. Sus mentiras sobre su participación en sociedades offshore radicadas en paraísos fiscales le sacaron de un plumazo del Ejecutivo. Un enemigo menos para el clan de los ‘sorayos’, formado por Montoro (Hacienda), Fátima Báñez (Trabajo), y el ya exministro de Sanidad (Alfonso Alonso). Un frente minoritario frente al del G-8, del que forman parte José Manuel García-Margallo (Exteriores), Jorge Fernández Díaz (Interior), Ana Pastor (Fomento), Rafael Catalá (Justicia), Isabel García Tejerina (Agricultura), Luis de Guindos (Economía) y del que formaban parte los exministros José Manuel Soria, José Ignacio Wert y Miguel Arias Cañete.
Segunda renuncia de Soria en seis meses
Y ahora, su pasado con mentiras, pero también su enemistad con algunos miembros del Ejecutivo le han vuelto a colocar a los pies de los caballos. Soria ha tenido que volver a renunciar a un jugoso puesto, pero esta vez no se ha callado. El exministro dio dos importantes claves en el comunicado que elaboró para anunciar su renuncia. Primero, que la decisión no era personal, sino que era a “petición del Gobierno”. Y segundo, que él renunciaba al puesto “a pesar de que no está ni imputado, ni investigado, ni condenado por ninguna instancia, ni inhabilitado para el ejercicio de ese cargo en el Banco Mundial”.
Esto lanza varias pistas de por dónde pueden ir los tiros. Soria, miembro del G-8 del Gobierno y amigo personal de Mariano Rajoy, dice que su renuncia estuvo promovida por el Ejecutivo. Cuesta cree que alguno de sus aliados, o sus dos “grandes amigos” (Rajoy y Luis de Guindos) lo precipitaran después de haberlo respaldado desde el principio públicamente. Probablemente las presiones procedieran principalmente del sector liderado por Soraya Sáenz de Santamaría. Y después, el exministro también insiste en que él no es un corrupto. Una forma de reivindicarse así mismo y a su trayectoria. Muchos de sus compañeros han recibido un retiro de lujo, alguno de ellos también implicados en asuntos turbios, y no ha pasado nada: Ana Mato (de vuelta en el PP), Miguel Arias Cañete (comisario en Bruselas) y José Ignacio Wert (embajador de la OCDE).
Soria dice que la utilización política que se ha hecho de su nombramiento ha sido «desproporcionada». Pero quizás el mayor fuego que ha recibido ha sido amigo. No sólo Soria se queda fuera de toda prebenda política, sino que su “amigo” Guindos también queda tocado. Y más aún después de que los mentideros madrileños apuntaran a una posible vicepresidencia económica para él en un futuro Gobierno de Rajoy. Santamaría se ve amenazada y lucha con uñas y dientes.
Elsa S. Vejo