Juan Márquez Fabero, acusado de asesinar de 40 cuchilladas a sus dos hijos en su domicilio de Ubrique (Cádiz), ha insistido hoy en que fueron ellos los que se mataron entre sí y ha asegurado que él sólo intervino para arrebatarles las armas.
«Se mataron entre ellos», ha insistido hoy el acusado en su declaración ante el tribunal y el jurado popular que le juzgan en la sección octava de la Audiencia Provincial en Jerez, a los que, según las defensas, ha ofrecido una versión «delirante» que se contradice completamente con numerosas pruebas y testimonios del doble parricidio ocurrido en la madrugada del 6 de octubre del 2014.
Esta no es la primera vez que el parricida ha ofrecido esta versión, ya que, tras confesar el crimen cuando fue capturado horas después por la Guardia Civil en un monte cercano a su vivienda y en su primera comparecencia ante el juzgado, pidió hacer una nueva declaración, en la que ya contó que los dos hijos se habían matado entre ellos con el mismo cuchillo, el que usaba él en las matanzas de cerdos.
Ante lo inverosímil de esta situación, el presunto parricida ha introducido hoy un elemento nuevo, un segundo cuchillo de cocina que habría cogido su hijo Juan Pablo, de 16 años, para enfrentarse a su hermana, aunque él, según ha dicho, no llegó a ver cómo pudieron darse tantas cuchilladas entre ellos.
Ha llegado a decir que hasta ahora no había contado este detalle porque le «dolía mucho» que su hijo fuera recordado como «un asesino», pero que ahora quería revelarlo porque ya no quiere comerse «este marrón».
El presunto parricida ha respondido a las preguntas del fiscal y de las acusaciones con tranquilidad.
Impasible ha escuchado las voces de sus hijos en una conversación que Laura, de 19 años, grabó con el teléfono de una amiga para probar la actitud de un padre al que sólo le importaba su nueva novia y que estaba empeñado en quedarse con el piso que los hijos habían heredado de su madre, fallecida meses atrás.
«Es un bulto, una persona que no da para más, un egoísta», ha asegurado hoy ante el tribunal Patricia, vecina y «amiga del alma» de Laura.
Ella ha contado como la relación entre el padre y los hijos comenzó a deteriorarse cuando, meses después de la muerte de la esposa y madre, el hombre se hizo una nueva novia, a la que llevó a vivir a su casa.
Cuando Laura, que estudiaba en Sevilla, regresó a su casa de Ubrique y vio que la mujer se había instalado allí se produjo una discusión con la que obligó a su padre a llevarse a su novia de la casa.
Patricia ha relatado que vio tanta «frialdad» en un padre al que «le daba igual que su hijo no comiera o que su hija tuviera que dormir en la calle», que llegó a temerse lo que finalmente ocurrió.
Y ha contado cómo su amiga le confesó que se levantaba antes que su padre porque «le daba miedo que le envenenara la comida» e incluso había planeado poner un pestillo en la puerta de su habitación porque no se fiaba de él.
Laura le contó en alguna ocasión que no podía creer que su hermano y ella le importaran tan poco a su padre como para dejar de darles comida, mientras regalaba a su novia 4.500 euros para que se hiciera un implante de mamas. «Aquí hay una persona también responsable de todo esto», ha contado esta testigo.
Fathia, la novia del presuntos parricida, ha declarado también en el juicio como testigo para negar que se hubiera ido a vivir a la casa familiar de su nueva pareja y que él le contara que tenía problemas con sus hijos.
El fiscal pide para Juan Márquez 42 años de cárcel por dos delitos de asesinato y dos de abandono de familia, y las acusaciones particular y popular elevan su petición a 52 años.