El expresident de la Generalitat Artur Mas ha desplegado este miércoles su ideario “ante Madrid”, en una conferencia en la que ha detallado su visión de la transformación social de Cataluña hasta el independentismo y sus razones personales en ese asendereado viaje, que quiere llevar a su región hasta «a la OTAN», dijo. Se ha declarado “apóstol del diálogo” y ha asegurado que “habrá acuerdo” con el Gobierno. Si bien no prevé que sea un acuerdo voluntario, sino que, en una descripción apocalíptica de lo que puede suceder, su predicción es que “si se independiza Cataluña España se quedará sin un 20% de su PIB y con el 100% de su deuda. Un problema que ni España ni Europa podrá tolerar. Habrá acuerdo”, ha rematado con sonrisa sardónica.
Mas ha asegurado que llevaba muchos años sin viajar a Madrid, y la capital lo ha recibido con un aguacero y una mañana gris y oscura. A juego con la oscuridad que irradiaba el impresionante ábside-cristalera del Gran Casino de Madrid, el panorama que ha dibujado el político catalán, con una mueca sonriente en los labios, no ha podido ser más tétrica para la concurrencia del Foro de la Nueva Economía. Un público que asombrosamente presidía José Montilla, también expresident, y que tenía un perfil diferente al habitual en este tipo de acontecimientos. Sí había una significativa presencia de embajadores acreditados en Madrid, pero ningún patrocinador engalanaba el acto.
Sin miedo escénico ni a la oscuridad que se cernía en forma de nubes sobre su figura, Artur Mas ha desgranado un discurso de corte victimista, en el que no hay dudas ni peligros al proceso soberanista, y no hay un solo rasgo positivo en la relación con el Estado.
No ha podido resistir la tentación de hacer historia, si bien reciente, de la relación con los últimos Gobiernos. Zapatero engañó. Rajoy, “ni contesta”. La Generalitat siempre quiso dialogar, “hasta en las peores condiciones, cuando nadie querría hacerlo, con España en quiebra”, pero sólo encontró insensibilidad por parte de “Madrid”.
Resultó interesante oír cómo su reivindicación inicial fue económica, aunque con cierta trampa. “Le dije a Rajoy, ‘no quiero un solo euro más… de momento’”, dijo con esa sonrisa que le hace ser un sosias de Ocatarinetabelahitchix (el líder corso del álbum Astérix en Córcega). Es decir, que Convergencia –hoy Partido Demócrata Europeo Catalán– quería estar “fuera del régimen normal de financiación” del resto de territorios de España. Desde ahí, la larga marcha hacia posiciones independentistas “para dar una válvula de escape a la sociedad catalana”.
El referéndum en el horizonte, “y el que pierda que acepte la derrota y ayude al que ha ganado; y el que gane que entienda que necesita al que ha perdido”, y el ejemplo escocés. Quizás no el mejor ejemplo, ya que Escocia votó que quiere seguir perteneciendo al Reino Unido, y porque las circunstancias históricas y políticas de la formación de los estados británico y español son absolutamente diferentes.
Lo que pasa es que Ocatarinetabelahitchix-Mas cose con habilidad de hilandero argumentos que desembocan en un chulesco “no nos hagamos daño”. La amenaza es hundir a España con deuda a barullo y sin la capacidad económica de Cataluña, la segunda región más poblada del país. Del mismo modo que su clon Ocatarinetabelahitchix recelaba del francés y su perfidia, Mas implora “un proyecto atractivo para Cataluña”, mientras reprocha una “operación Cataluña” con pretendidos infundios para hundir a figuras clave de la política catalana.
Mas, del Partido Demócrata Catalán, hereu de Jordi Pujol, asegura que prefería un Gobierno PSOE-Podemos, al que estaba dispuesto a apoyar. ¿Por qué?, Por mover la baraja, ya que con Rajoy las cartas son bastos.
Parecía, en el elegante salón del Gran Casino de Madrid, que Mas estaba más que proclamando su programa, escribiendo su epitafio y testamento en Madrid, por el aire nostálgico de la intervención. Incluso las elecciones que decidió anticipar en noviembre de 2012, cuando asegura que el referéndum estaba apoyado por un 66% del electorado. Ésas locas elecciones que anticipó para perder y verse abocado a pactos con ERC y ahora con las CUP, que son quienes tienen la llave del Gobierno catalán.
Y nostalgia de aquel Estaut que tumbó el Constitucional a instancias del PP. No es Mas el único que señala esa sentencia –el recurso del PP– como la hora H del arranque del proceso independentista. Montilla miraba, silente, desde la mesa presidencial, algo apabullado quizás porque tenía al lado la enorme presencia de Joan Tardá. Quizás por la historia que relataba Mas.
El epitafio, Mas quiso decirlo claro y al final del acto, proclama una Cataluña “independiente, democrática, y en la OTAN”. Tras estas palabras, en la calle, llovía, los embajadores estaban aparcados en doble fila –como siempre–, los escoltas esta vez hablaban en catalán, y Mas fue llevado en volandas, con su cara de Ocatarinetabelahitchix y su capa de independentista de nuevo cuño.
Joaquín Vidal