Por mucho que un ministro tenga dicho que se va a ir, el día de la despedida la nostalgia se apodera de los grises muros del Ministerio. Pedro Morenés ejerció ayer de elegante anfitrión a la nueva inquilina de la cartera de Defensa, Dolores de Cospedal, y se fue por su pié. Mejor dicho, al volante de su coche, sin echar de menos aparentemente el vehículo oficial.
El ya exministro de Defensa ha dejado un poso de discreción, a juicio de algunos tan excesiva que lo llamaban “el soldado desconocido”. Y así de discreto dejó los focos y las fotos para su sucesora, que ofreció un vino y su mejor sonrisa en las escalinatas del recio Ministerio de Defensa.No es difícil que se escabulla, dada su extrema delgadez. Con uno de sus sobrios ternos oscuros de tres botones, calado por la lluvia que dio la bienvenida a Cospedal, Morenés se filtró entre el gentío y se fue a la calle aledaña donde tenía aparcado su coche particular, un todoterreno con más de seis años de antigüedad. Los guardias civiles que custodiaban la zona no sabían bien qué cara poner, mientras el exministro maniobraba premiosamente su coche. Un coche verde, no azul, en el que la profusión de antenas y medidas de seguridad blindadas se cambiaron por el equipaje del ministro en el asiento de atrás: bolsas con palos de golf, que dan una pista de cómo piensa Morenés aliviar el estrés del final de esta legislatura con prórroga de un año en funciones. Se ve que con la cartera, también le traspasaba el coche oficial y la protección policial a Dolores de Cospedal.
Con una sonrisa en la boca y mirando para no chocar con el tráfico, Morenés se perdió Castellana abajo, por primera vez en cinco años sin escoltas. Alguien que pasaba por la calle preguntó quién era. El exmnistro tiene garantizado pasar inadvertido en su nueva vida lejos de la política.
Joaquín Vidal