martes, septiembre 24, 2024
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«El objetivo del teleoperador es dejar de ser teleoperador»

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Son los grandes olvidados de los movimientos que reivindican los derechos laborales. Condenados a la eventualidad subsisten a base de contratos por obra y servicio que no superan los 1100 euros de salario. La presión por la venta y por optimizar el tiempo de la llamada se refleja en el gran número de bajas por depresión y ansiedad. Cada día los mueven de asiento para que no generar lazos de amistad entre compañeros e incluso algunas compañías prohíben la militancia sindical. Estafan y mienten al cliente por mantener su puesto de trabajo. Sí no lo hacen saben que en Latinoamérica hay una persona dispuesta a hacerlo por la mitad de su salario. Esta es la situación que viven los teleoperadores en España y por la que los sindicatos y algunas agrupaciones políticas como Unidos Podemos han comenzado una lucha sindical que tiene su próxima parada el 5 de diciembre. 

«El telemarketing es la muerte. Cuando llegas a casa es muy difícil desconectar y en la mayoría de ocasiones no tienes ganas de nada». Así de tajante se muestra Sergio Escudero, empleado del sector y afectado por la precaria situación en la que se encuentra su gremio en nuestro país. La sociedad siempre ha visto esta profesión como algo transitorio, una forma de ingresar dinero fácil durante la época estudiantil, pero la realidad es que en España según cifras oficiales hay cerca de 100.000 teleoperadores, sí se tiene en cuenta las subcontratas, que sufren la precariedad y las pésimas condiciones laborales de la profesión cada día. La gran mayoría de contratos en el sector suelen ser por Obra y Servicio y corresponden a campañas que duran entre tres y seis meses. En realidad, hay pocas campañas duraderas. “No se complican, cuando te quieren despedir te echan y punto», afirma Escudero.

Una máquina de generar puestos de trabajo eventuales

El funcionamiento de estas empresas es sencillo. Cada mes suelen lanzar entre dos y tres ofertas de trabajo en los motores de búsqueda de empleo más concurridos de la red, realizan un curso formativo de cuatro días y en la última jornada hacen una gran criba. Sólo sobreviven la mitad y por supuesto para los desechados no existen ningún tipo de remuneración ni compensación económica por realizar el curso. Una vez dentro comienza la guerra. Desde el primer día, los superiores fijan los objetivos de venta a los novatos e incluso ese mismo día recién firmado el contrato se realizan los primeros despidos. A las dos semanas es raro encontrar a alguna de esas personas que realizó el curso. Pero no hay problema porque la siguiente remesa ya está lista. «En un mes he llegado a conocer a más de 40 personas», relata Escudero un profesional con más de once años de experiencia en el sector. 

En plantilla tienen tres o cuatro personas con entre dos y tres años de antigüedad a los que se puede denominar «fijos», aunque en realidad corren el mismo peligro de perder su trabajo sí sus ventas comienzan a decaer. «Lo tienen controlado, hasta tal punto de cambiar de sitio todos los días al personal para que no podamos crear vínculos entre nosotros. No te da tiempo a tener una relación con tus compañeros y debido a la excesiva eventualidad es muy difícil juntarse y hacer fuerza para revertir la situación laboral», afirma Escudero. 

Pero la precariedad no es sólo una cuestión que afecte a los eventuales. Los trabajadores con contratos indefinidos tampoco se salvan de la tiranía del sector. «En casi todas las empresas del gremio son conocedoras de la escasa formación sindical que tienen sus empleados. Yo he visto como han despedido a trabajadores indefinidos, no les han pagado ningún tipo de indemnización y estos no se han quejado porque no conocen sus derechos laborales. En este sector nadie se mueve”, denuncia Escudero.

Bajas por ansiedad y depresión

Para este empleado del sector el problema además de la eventualidad y de la escasa formación sindical es el conformismo. “La sociedad nos ve como una clase media porque trabajamos sentados y en una oficina, pero la realidad es que no cobramos más de 1100 euros aunque tengamos años de antigüedad y las presiones a las que estamos sometidos no son humanas”, explica Escudero. En este sentido afirma que es “muy raro” encontrar a un teleoperador que no haya sufrido una baja por depresión o por ansiedad. “He tenido un compañero que sufrió un infarto cerebral en el baño del trabajo”, relata Escudero.

Es tal la presión que sufren estos trabajadores que en muchas ocasiones rozan e incluso incurren en la estafa y en el engaño. Hay compañías telefónicas que venden servicios que saben a ciencia cierta que no van a funcionar por falta de cobertura o de señal, pero a ellos sólo les interesa vender. “Yo he vendido seguros a personas con más de 60 años que luego han tenido que reclamar su anulación porque por su edad en realidad no les cubría nada.  Estaba engañando a personas y luego mi compañero del servicio post-venta tenía que lidiar con la reclamación. Al final, los dos afectados somos nosotros y el único que gana es la empresa”, explica.

Por todos estos motivos, «el objetivo del teleoperador es dejar de ser teleoperador». Los sindicatos parecen haber oído el mensaje de SOS y ya han celebrado la primera huelga y han anunciado nuevas movilizaciones para el 5 y el 11 de diciembre. De momento, las centrales han cifrado en un 75% de seguimiento en esta primera convocatoria, aunque Escudero pone en cuarentena este dato. “Conozco a muchos compañeros que no conocían ni siquiera la existencia de la huelga y tampoco sé de nadie que la haya realizado”, sentencia.

 

Carlos Lospitao

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