Son las siete de la mañana y como cada 22 de diciembre, una larga fila de personas se encuentra a la puerta del Teatro Real. Entre guantes, bufandas, abrigos, cafés y chocolates calientes algunos intentan combatir y vencer a ese único grado que hace en Madrid. Todo para ser testigos de un día especial que reparte alegría y felicidad por toda España. Media hora después abren las puertas y solo los más madrugadores consiguen entrar, muchos de ellos frotándose las manos y con una sonrisa de oreja a oreja.
Una vez dentro, los periodistas entrevistan a los que han decidido ir disfrazados, las cámaras y los cables se mueven de un lado a otro, el público baila y canta al mismo tiempo que los más madrugadores van ocupando su sitio. Los bombos con cada uno de los décimos y sus premios comienzan a llenarse y el público empieza a ir de un lado a otro ansioso por que empiece el sorteo de la Lotería.
Los números comenzaron a ser cantados pasadas las 9:10 y mientras que todos se sentaban en sus sitios llegaba la primera sorpresa de la mañana con un madrugador quinto premio: el 59.444. El número ha sido cantado por los niños de San Ildefonso a las 9:14 de la mañana cuando a la mayoría de los asistentes todavía no les había dado tiempo a calentar el asiento.
Casi dos horas han tenido que esperar los españoles para que saliera un el segundo premio precedido por otros dos quintos: el 19.152 y el 39.415. A las 11:21 salía el 4.536 que repartía 1.250.000 euros entre los habitantes de Girona, Tarragona y Barcelona.
A medida que avanza la mañana, los 'madrugones' se empezaban a notar a las 11:30 del mediodía con la monótona sintonía de fondo de los “mil euros”. Gente dormida en sus butacas, periodistas y cámaras ya sentados, corrillos de personas hablando de la cena de Nochebuena… Entre tanto cansancio se comenzaba a hablar de los “bombos locos” -que este año se han atascado más de lo normal-, de los “gallos” que de vez en cuando les salían a los niños y alguna que otra caída de bola que se acababan convirtiendo en el entretenimiento de la mañana.
Sin embargo, la emoción que en su momento había decaído, volvía a inundar la sala con la llegada de un tardío Premio Gordo que salía a las 11:55 del mediodía. Un premio que ha repartido 4 millones de euros íntegramente en Madrid. Nicole Valenzuela y Lorena Stefan han pasado a convertirse en las «niñas de la suerte» al cantar, por segundo año consecutivo, el Gordo de la Lotería.
En menos de 10 minutos, los niños de San Ildefonso cantaban un gordo, un quinto y un tercer premio. Sin embargo, como si de un huracán se tratara la emoción de todos estos premios llegaba tan rápido como se iba, pues nada más salir el Gordo, la gente empezaba a abandonar la sala. “La ilusión está en el Gordo, si no me toca, pues a volver a mi vida”, explica Tomás, uno de los asistentes que llevaba en pie desde las 3 de la mañana.
Sin embargo, algunos todavía se quedaba pegados al asiento a espera de poder rascar algo de dinero con los últimos cuatro quintos que se resistían a salir a falta de poco más de media hora para que acabara el sorteo. Los quintos se acumulaban y la expectación volvía a crece aunque muchas de las personas que habían acudido disfrazadas comienzan a quitarse parte de su atuendo.
“Es toda una satisfacción haber podido estar aquí”, explicaba Marisa a Estrella Digital, una gaditana de 52 años, que ha decidido recorrer más de 300 kilómetros para poder estar en este 22 de diciembre en el Teatro Real: “Esta Lotería simplemente es mágica”, comentaba a la vez que los niños de San Ildefonso subían el tono de voz para cantar el 60.272, uno de los últimos quintos de la mañana. Este premio le ha dado el empujón necesario a los dos últimos números que salían en menos de quince minutos.
A las 13:09 los niños de San Ildefonso cantaban la última pedrea del 2016 y ponían fin a un sorteo que ha tenido de todo. Desde un ‘Papa’ que aseguraba haber bendecido los bombos y que aireaba un cartel en el que decía “Soy su santidad el Papa Chuchi II y vengo a la lotería” hasta unas mujeres vestidas de mariposas que habían decidido reciclar un disfraz de carnaval.
Andrea Morea