Vigente desde el día 1, seguramente fue el 2 de Enero de 2002 cuando los españoles y españolas introdujimos, por primera vez, en nuestra vida cotidiana el euro. Aunque nos preguntamos desde el primero momento por qué el café de las cien pesetas había pasado a costar el equivalente a 166 en un solo día, solo los agoreros levantaban la voz.
Dicen las cifras medias que los precios han subido más o mismo que los salarios: un tercio. Sin embargo, los precios han subido por encima del crecimiento de los salarios más bajos. Quince años después, la cesta de la compra ha subido casi un 60%.
El euro nace en realidad el 1 de Enero de 1999, cuando la Unión Europea estaba compuesta por 15 estados, en la actualidad 28, incluida Inglaterra. Entre el 99 y el 2002, fue una moneda virtual usada en los mercados financieros. Nacida con vocación de ser la moneda de toda la Unión, requiere sin embargo, una serie de requerimientos técnicos que hacen que, en la actualidad, solo 19 de los 28 miembros lo usan.
La fuente de todos los males
El paso de la peseta al euro gozó de un amplio consenso, una muy minoritaria oposición no basada tanto en el tipo e cambio que se estableció como por las exigencias macroeconómicas previas. Quince años después, tanto en España como fuera de ella, todo clase de populismos y reflexiones críticas de la situación económica tienden responsabilizar a la moneda única por la crisis financiera que ha sufrido España y el conjunto de la Unión.
Esa impresión negativa, muy ideologizada, por otra parte, oculta una larga serie de beneficios que a los largo del tiempo España ha obtenido de la moneda única: desde la mejora de las exportaciones a la reducción de los tipos de interés. Muchos de los problemas que atraviesan las economías europeas guardan relación con la falta de coherencia entre una moneda única y una política monetaria única y la ausencia de una política fiscal común.
La pertenencia al euro ha supuesto para los países de la Unión, y a España de forma relevante, una letal política de austeridad que, se reprocha, amenaza con la pervivencia incluso de países del sur de Europa, como es el caso de Grecia.
De Maastricht a Grecia
Las condiciones macroeconómicas originales se firmaron el 7 de Febrero de 1992 en Maastricht por doce de los países miembros de la Unión Europea, España entre ellos. Los parámetros económicos y sociales que entonces determinaron el acceso a la moneda única (relación entre déficit, deuda y PIB) se han incorporado a los sucesivos tratados.
La expresión más grave de las consecuencias de estos parámetros ha sido la interminable intervención en Grecia. No obstante, la historia griega tiene un origen dramático. Grecia pertenece al euro desde 2001 y no desde 1999 como los otros once socios: no tenía en línea los parámetros exigidos; la verdad es que nunca los ha tenido:
En Noviembre de 2009, el que era Primer Ministro, Papandreu, reconoció públicamente que Grecia había falsificado sus cuentas para garantizar el ingreso en la zona euro. De aquella mentiras, la gravísima situación en Grecia no resulta e intervenida por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Las excepciones
Gran Bretaña nunca ha abandonado su moneda. También Dinamarca ha ejercido su opción de no usar la moneda mediante un referéndum celebrado el año 2000. Suecia sigue usando la corona. Hay países no miembros que la usan como Andorra, Mónaco, San Marino y el vaticano, Montenegro o Kosovo entre países no miembros.
La paridad con el dólar
El euro es la moneda de mayor relevancia tras el dolar. El cambio se estableció inicialmente a 1,18, pero la relación entre ambas monedas ha oscilado notablemente desde el mínimo en el 2001, 0,83 dólares, a un máximo en 2008:1,60.
En estos momentos, el valor del euro se encuentra en uno de los puntos más bajos de su relación con la moneda norteamericana, aproximándose hacia la paridad, tocando ene stas fecha los niveles más bajos en los últimos catorce años, debido al anuncio de la Reserva Federal de aumentar los tipos de interés que han fortalecido el dólar.
Miguel de la Balsa