El PP no ha conseguido zanjar la polémica de la votación de la enmienda ‘antiCospedal’ y tampoco está previsto que dé respuesta a las quejas de su autor, el militante ‘popular’ Francisco Risueño. El ajustado resultado que terminó tumbando la propuesta, no dejó conforme a Risueño que le ha exigido al coordinador general del partido, Fernando Martínez-Maíllo, que un notario levante acta del resultado con las imágenes registradas por las cámaras del cónclave.
Pero no hay vídeos de la votación, ni de esa, ni de ninguna otra, aseguran fuentes de Génova a Estrella Digital. “No hay un registro de las votaciones con cámaras, sería imposible contar con esa infraestructura”, indican. El sistema que se utiliza para contabilizar los votos a mano alzada es un grupo de personas repartido por las gradas que realizan el conteo en el momento. “No hay dudas de que los resultados son buenos”, insisten. Sin embargo, fuentes ‘populares’ críticas con la dirección aseguran que siempre hay registro de las votaciones.
Desde Génova no se plantean que haya una modificación en este sistema. “Nadie ha presentado una enmienda en ese sentido”, explican. Por ello, se rechaza de plano la posibilidad de implantar algún sistema de tipo electrónico que proporcione una fórmula más segura para el conteo. El reglamento del 18 Congreso del PP recoge expresamente que los acuerdos se adoptan “por mayoría simple mediante votación a mano alzada, salvo los referentes a la elección de los órganos del Partido”. De hecho, para la elección del presidente del partido el PP sacó las urnas, pese a que sólo había un candidato para el puesto.
La ausencia de una fórmula que permita comprobar que los datos ofrecidos por el partido se ajustan a la realidad ha motivado la queja oficial de Risueño. El compromisario, que presentó su propuesta en el cónclave, no se explica cómo sólo hubo 640 votos de los 3.100 compromisarios cuando el plenario estaba «lleno a rebosar».
El militantes de Cuenca ha continuado así su batalla contra la dirección del PP: echó un pulso manteniendo la enmienda contra la acumulación de cargos en el PP que llevaba nombre y apellidos de María Dolores de Cospedal y ahora continúa con la solicitud de la intervención de un notario vía burofax.
Polémica antigua
Pese a que esta polémica ha saltado al debate público por la publicidad que se le ha dado a esta enmienda, el problema de las votaciones internas para tomar las decisiones que afectan al partido no es nueva. ‘Populares’ críticos con la dirección del partido aseguran que esto es algo que ha ocurrido siempre. “No cambian ni las cartulinas. Se utilizan las mismas que en 2008”, bromea una de esas personas.
La fórmula de voto a mano alzada da opción a la introducción de ciertas «trampas», como que haya más cartulinas que personas. Así, explican estas fuentes, “si en algún momento la votación no cuadra, una persona puede mostrar dos cartulinas, algo que es imposible de detectar por las personas que están contando”, aseguran. Esas mismas fuentes recuerdan las dudas que hay sobre el registro total de militantes del partido, que consideran inflado. “Es un paripé”, concluyen.
Este sistema es el mismo que utiliza el PSOE, que vota a mano alzada las decisiones que se adoptan en sus órganos internos salvo las votaciones nominales y para la elección de cargos. En ese caso, como ocurre en el PP, sí que se instalan urnas. También hubo polémica interna, aunque mucho más contestada que en el caso de los ‘populares’, con este tipo de votación. Ocurrió en el Comité Federal del 1 de octubre, cuando Pedro Sánchez se vio obligado a dimitir.
En ese caso, sus partidarios llegaron a colocar una urna para que los miembros del Comité Federal realizaran una votación secreta, con la que creían que conseguirían más apoyo. “El voto a mano alzada provoca que mucha gente no se atreva a decir lo que piensa por la presión que puede tener desde las direcciones de sus federaciones”, explican partidarios socialistas del voto secreto para la toma de decisiones internas.
Paula Pérez Cava