Ahora echan de menos al banco más aburrido del mercado. Esa era la fama de El Popular; un banco mediano, dónde nunca pasaba nada. El Popular era un banco aburrido pero la rentabilidad era notable. Cuando su anterior Presidente Ángel Ron llegó a su cargo, la la acción valía diez euros. Eso si, no pasaba nada, y el banco vivía al margen de la burbuja.
A partir de entonces, empezó a pasar de todo y no hubo burbuja que no se quedara en el Banco, y dejara su rastro en pérdidas de patrimonio y de valor de acciones. Además del exceso al ladrillo y las necesarias provisiones, el Banco se vio inmerso en una operación de convertibles, por la que finalmente fue sancionado.
El Banco ha perdido, con su ERE, 2.592 empleados y cerrado 300 sucursales, ha desarrollado un caótico proceso de reubicación de empleados, el Proyecto Gold fracaso a la hora de aliviar la carga de trabajo de las oficinas, como lo hizo el proyecto Nita, que pretendía ubicar a los clientes inmobiliarios en oficinas específicas. Tampoco la escisión de los activos inmobiliarios tóxicos que se valoran en 7,500 millones fue aceptada por la Unión Europea.
La pasada semana, el 13 de Abril, la acción se cotizó a 0,63 euros: el banco solo vale en Bolsa 2.500 millones de euros. Una entidad, por lo tanto, susceptible de ser fácilmente adquirida y que, se ha comido la ampliación de otros 2500 lograda el año pasado, aun a costa de pérdida de valor para los accionistas.
Y sin embargo, no esta en quiebra
Los números del Banco no son de quiebra, no tendrá dificultades de tesorería ni expondrá a sus clientes a sufrimientos inesperados, al menos por ahora. Sus actuales gestores lo saben y saben, también, que tendrán eso si que dar muchas explicaciones.
El Banco tiene una notable necesidad de comunicación y transparencia que hasta ahora no ha podido gestionar, debido no solo a la política de excusas sino a una estrategia que consistía en esperar.
El exceso de inmobiliario inservible no se puede superar sin capital y sin desinvertir en algunas de sus propiedades. Esto es lo que el nuevo Presidente ha venido a decirle a la junta que el Banco celebró el día 10, y es una de las razones por las que la acción se ha desplomado.
Los buitres, o sea, los bajistas.
Pero no han sido solo los gestores de antaño los responsables de la situación del banco. Los bajistas – las llamadas posiciones cortas- llevan meses haciendo negocio con el valor de la acción.
Las posiciones cortas suponen vender un activo que no se tiene en cartera, con la idea de que el precio va a bajar y que se podrá comprar en un futuro a un nivel más bajo. El beneficio es la diferencia entre el precio al que se vendieron los activos y el precio que se paga para comprarlos. Es decir, el bajista, apuesta y necesita que la acción baje, si se trata de fondos importantes sus acciones colocan al banco en posición, muy complicada.
No ha faltado quien ha acusado al banco de exculparse en especuladores en lugar de atender a su situación. Pero lo cierto es que en estos momentos dos de los principales accionistas del Banco son bajistas, es decir ganarán más cuanto menos valga el banco.
A 31 de marzo, según la Comisión Nacional del Mercado de Valores, reconocía que el Banco Popular tenía posiciones bajistas vivas sobre el 10,77% del capital.
Pero en lo que llevamos del mes de Abril ya han comunicado nuevas posiciones Marshall Wace LLP, que la eleva al 2,3%, Oceanwood Capital Management LLP, al 0,9%, AQR, se sitúa en el 1,30%, mientras BlackRock Institutional Trust Company, se ha incorporado al juego con el con el 0,52%. Poderosos actores del mercado financiero que están apostando contra El Popular.
Contra los bajistas, los tóxicos y con la amenaza del regulador
Los nuevos gestores han heredado un escenario endiablado, presionado por el regulador europeo ya escéptico sobre los planes que el Banco le venía presentado. Ampliar el capital para equilibrar sus activos, con nueva pérdida de valor para los accionistas, es una necesidad imperiosa. En la anterior ocasión, el BBVA y El Santander acudieron en ayuda de Ron, pero esta por ver que esta vez, acuciados por sus propios problemas acudan.
Lo malo es que esta operación no excluye, necesariamente, lo que crípticamente se denomina una operación corporativa, o sea una fusión. Una opción poco estimada en el Banco que estima su independencia institucional.
Los nuevos gestores cuentan con un valor que ni los bajistas ni el ladrillo tóxico ha erosionado: una clientela fiel y rentable y unos recursos humanos reputados. Eso, si, suma en sus debilidades un notable retraso en digitalización. El banco dejó de ser aburrido pero si se hizo viejo.
Miguel de la Balsa