domingo, noviembre 24, 2024
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Primero de mayo: más necesidad que nostalgia

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Un grupo de trabajadores de una empresa deslocalizada jalea a Le Pen. Trabajadores del acero se dicen partidarios de Trump. Se dice, con escasa verdad, que el votante comunista ha votado fascista, aunque probablemente se habla de sus nietos de clase media alta. Se cuenta que los trabajadores del carbón norteamericano apoyan a su populista presidente, aunque hace décadas que no hay carbón en esas minas.

Unos y otros se reclaman de la vieja dignidad de la clase obrera. Quizá lo único decente que en los momentos actuales uno puede encontrar en la memoria histórica. La mitología con la que se recuerdan los buenos viejos tiempos es, tan solo una demanda de dignidad. El problema, seguramente, es que el pasado no retorna.

Ni Village People, ni el acero. Ni los trabajadores del ferrocarril francés ni Yves Montand. No serán grandes inversiones, empleo masivo ni industrias de alto consumo energético las que darán curso al nuevo trabajo. Antes de que la economía “gig”, economía temporal, por encargo y ocasional se enseñoree del mercado de trabajo, los sindicatos se empeñan en una transición a una nueva economía de derechos laborales.

España: un mercado laboral más estrecho

El paro ha vuelto a crecer, lo que hace que la tasa de paro se eleve al 18,75%, según la Encuesta de Población Activa, hecha pública esta semana por el INE. La pérdida de población activa en edad de trabajar mejora las cifras que, de otro modo, serían notablemente peores.

La tasa de paro femenina sube hasta el 20,5%, mientras que la masculina se mantiene en el 17,2%. Más de la mitad de los parados llevan más de un año en situación de desempleo, y la tasa de paro de larga duración se sitúa en el 54,4%.

El incremento del paro no es más abultado porque un número muy elevado de personas se han retirado del mercado de trabajo: La población activa sigue cayendo ( más de 52.600 en el trimestre, 127.700 en el último años) mientras sigue creciendo la población inactiva.

La cifra de hogares donde todos sus miembros activos están en paro aumenta. Según la EPA, en 2016 carecían de ingresos laborales (salario, pensión o desempleo) una media de 677.000 hogares en los que residían 1.306.000 personas, de ellos 273.000 niños/as menores de 16 años.

La jornada parcial, involuntaria en la mayoría de los casos, sube: en el primer trimestre se ha destruido empleo a tiempo completo y todo el que se ha creado ha sido a tiempo parcial. Suben hasta el 15,6% de los ocupados el peso de la jornada parcial.

Solo el 8% de los ocupados a tiempo parcial no quiere trabajar a tiempo completo, mientras que el 59% trabaja a tiempo parcial por no haber podido encontrar trabajo a tiempo completo y otro 10% por tener que cubrir el cuidado de familiares.

Los ingresos son bajos y amenaza la pobreza

La Encuesta de Condiciones de Vida, publicada también por el INE nos muestra que la recuperación económica no se disemina por toda la población española: aumenta la desigualdad y crece la pobreza entre trabajadores, desempleados y pensionistas.

El Indicador AROPE de riesgo de pobreza o exclusión social define a las personas que se encuentran en riesgo de pobreza, o con carencia material o con baja intensidad en el empleo.

Según los resultados que ha ofrecido el INE, también esta misma semana,  para los nueve conceptos que definen la pobreza, se estima que en 2016, solo el 49,5% de la población no tenía carencia en ninguno de ellos.

De los nueve conceptos que determinan la inclusión de la población en este grupo, los más frecuentes fueron: no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos (afecta al 99,4% de las personas en situación de carencia material severa), no puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año (99,2%), no puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada (81,1%) y ha tenido retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal o en compras a plazos en los últimos 12 meses (75,7%).

En la Encuesta de condiciones de Vida de 2016, el indicador agregado AROPE de riesgo de pobreza o exclusión social se situó en el 27,9% de la población residente en España, apenas siete décimas menos que el año anterior.

Los bajos ingresos medios cooperan en esa situación. El ingreso medio por persona en 2015 alcanzó los 10.708 euros, cifra un 2,8% superior a la registrada el año precedente pero que no aleja, como se ha visto el riesgo de pobreza en proporción similar.

El ingreso medio anual neto por hogar se situó en 26.730 euros, con un incremento del 2,4% respecto al año anterior. En 2016 el umbral de riesgo de pobreza para los hogares de una persona (calculado con los datos de ingresos de 2015) se situó en 8.209 euros, un 2,5% más que el estimado en el año anterior. En hogares compuestos por dos adultos y dos menores de 14 años, dicho umbral fue de 17.238 euros.

Necesidad del Sindicato

Hace cuarenta años se produjo la legalización de los sindicatos en democracia. Hasta la crisis financiera que estallara en 2007, se había producido un crecimiento de la parte de la economía convertida en renta salarial. Las políticas de austeridad, recortes y agresión legal a la capacidad negociadora de los sindicatos, y la devaluación del convenio colectivo, han reducido de nuevo la participación de la renta del trabajo.

Los sindicatos conocen la necesidad de repensarse en una época en que la propia idea de trabajo se pone en cuestión. La economía ocasional, temporal, y en el caso de España vinculada al turismo y los servicios debilita la presencia sindical. Una necesidad, más que un ataque de nostalgia.

 

Miguel de la Balsa

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