El dos de mayo, fiesta de la Comunidad de Madrid, es el día que la clase política madrileña se viste de etiqueta, en la recepción que la presidenta Cristina Cifuentes ofrece en Sol. Pocas veces ha llegado el PP, que acapara casi todo el poder institucional de Madrid, quitando algunos Ayuntamientos, en situación de semejante crisis política, y casi penal. Las consecuencias de la ‘Operación Lezo’ que dirige el juez Velasco no solo han llevado a prisión al expresidente Ignacio González, sino que han acabado de sacar de la vida política a Esperanza Aguirre la gran dominadora de la última década en el PP madrileño.
El terremoto político de la ‘Operación Lezo’ es casi de proporciones superiores a lo que fue la ‘Operación Púnica’, con Francisco Granados entonces como actor principal. No sólo el impacto de ver al expresidente detenido, las posibles ramificaciones con un exministro imputado, la afección al canal de Isabel II, sino porque ha supuesto la dimisión final de Esperanza Aguirre.
El PP de Madrid, como todas las formaciones políticas, es un organismo vivo, formado por familias. La de Ignacio González estaba de retirada, tras ganar Cifuentes la batalla por la presidencia, pero no era pequeña. Pero en este proceso judicial y la investigación de la Guardia Civil puede haber más de una familia implicadas.
Entre los imputados que menos ruido han hecho pero con mayor peso político está Pedro Antonio Martín Marín. Ahora presidente de la Fundación COPE, Martín Marín fue secretario de Estado de Comunicación bajo la presidencia de José María Aznar, y desde entonces ha sido uno de esos poderes en la sombra en el PP de Madrid. Formalmente implicado en la gestión de los asuntos taurinos de Madrid, su opinión siempre ha tenido peso en los cenáculos políticos y empresariales de la capital.
Esperanza Aguirre ha recibido la puntilla con este última operación liderada por el juez Eloy Velasco. A pesar de que no está implicada ni hay proceso abierto alguno sobre su gestión, la confianza puesta en tantos imputados por la Justicia ha hecho insostenible su posición política. El reflejo de la fractura que supone esto en el PP madrileño se vio en la votación para elegir a su sucesor en la portavocía de los ‘populares’ en el Ayuntamiento de Madrid. Su “heredero”, Íñigo Henríquez de Luna, perdió la votación contra el candidato propuesto por el nuevo aparato bajo el control de Cifuentes, pero con un ajustado resultado que delata poca unidad en el grupo.
Pero no sólo Cifuentes tenía ganas de que se fuera Aguirre, sino que desde el aparato nacional instalado en Génova se apresuraron a pedirle la salida. Las cuentas con Rajoy vienen de lejos, pero parece que ha sido el entorno de la secretario general y ministra de Defensa, Dolores de Cospedal, de donde ha salido la presión.
Ignacio González fue el peón que lanzó Aguirre a la batalla en el Congreso del PP en Valencia, tras la segunda derrota en las urnas de Mariano Rajoy contra Zapatero en 2008. González no recuperó el sitio en el PP ni en el corazón de Rajoy ya jamás. Esperanza Aguirre bailó un paso adelante y dos para atrás porque no logró los apoyos suficientes para batir a Rajoy. El presidente del PP y del Gobierno no es persona que olvide ni se apresure a la hora de cobrar las facturas pendientes. Aguirre jugó a verso suelto y solo la situación política general, con la irrupción de Podemos, le permitió presentarse a alcaldesa de Madrid.
Los registros de la Guardia Civil en la sede del PP de Madrid. La detención de Granados y su entorno. La caída de González, persona de su máxima confianza y heredero en la presidencia, con las evidencias de corrupción durante su gestión, han sido la puntilla.
Todo este genuino “juego de tronos” político se vivirá esta mañana, a eso del mediodía, en la vieja sede de la Seguridad Nacional en tiempos de Franco, hoy la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Tras el desfile militar, el desfile de políticos. No se sabe qué cañones irán más armados.
Joaquín Vidal