Han llegado a Génova 13 tan contenidos, tan circunspectos algunos, que ni siquiera Celia Villalobos ha aprovechado las cámaras para un lucimiento, casi póstumo, de esos que tanto le gustan. Perder el Gobierno les ha sentado peor que mal. «Hemos venido a escuchar al Presidente», han repetido sin cesar según llegaban. Y quien se atrevía a más, como Jorge Fernández Díaz, -«Rajoy tiene autoridad para tomar la decisión que quiera»-, eran quienes ya sabían qué se iba a escuchar en la segunda planta de ese edificio maldito. La decisión la tomó Rajoy ya el viernes, la comunicó el sábado a un núcleo muy cercano. Presunto sucesor incluido.
Rajoy no ha querido soportarlo más. Ante todo, no quiere soportarlo desde el otro lado, desde la bancada de la oposición. Sólo ha aguantado 72 horas. Cuando se gobierna y se controlan los tiempos, los casos Gürtel, Púnica y Lezo del día a día se van gestionando como «casos aislados», aunque sean 15. «Esas personas de las que usted me habla», un club de cargos corruptos cada vez más concurrido. No reaccionar e ir tirando. Ojo con menospreciar un recurso que le ha funcionado durante casi una década. Hasta que un buen día, un Rajoy extasiado por la proeza de haber cerrado los presupuestos decide solucionar rápidamente el último «tema menor», su moción de censura, corriendo para dejar a Sánchez sin capacidad de maniobra. Le estalla en la cara. Error de cálculo, exceso de confianza. De todo un poco.
Diez minutos antes de pronunciar su adiós, Mariano Rajoy ha defendido su método: «A veces quedarse quieto es lo más útil y lo más dificil¨. Pero nada es infalible, y tampoco la inacción. En todo caso, la inacción sólo sirve de algo cuando se tiene poder.
¿Y cómo se queda la casa? Perdido el gobierno, el partido lo es todo. Y un buque que empieza a recelar del capitán, en plena guerra interna por un poder que se reduce y concentra en el partido, tiene mal pronóstico. Por eso Rajoy se va, pero dejando claro, por lo menos, quién no se queda al mando. Una pista, ninguno de los que ha recibido agradecimientos expresos. Cada uno de los nombrados hoy en el discurso de despedida puede olvidarse de ser el elegido. Ni Soraya Sáenz de Santamaría, «La única vicepresidenta que he tenido», que no tiene más apoyos en el partido, ni Maria Dolores de Cospedal, que aspira a Europa pero apunta a Toledo. Ni en su grupo parlamentario, ni en ninguno de sus ex ministros está el sucesor. Mariano Rajoy se va dejando bien atado el relevo, aunque invite a que sea «el partido quien elija».
Será un fiel entre los fieles. Alguien que se ha esforzado especialmente a la entrada a la sede popular en no dar ni una sola pista, aunque ha sido el más perseguido. Un ganador de mayorías absolutas, como requiere el puesto. No hacen falta muchas más pistas, ¿verdad? Alberto Núñez Feijóo es el último campeón que queda en el partido.
Redacción