Las imágenes son inequívocas y demuestran dos cosas: que la agente de los mossos tuvo mucha suerte de no resultar malherida y, por otro lado, que actuó de forma correcta siguiendo todos los protocolos de actuación profesional para situaciones límite, como lo fue la que acaeció la madrugada del día 20 de agosto en la comisaría de Cornellà.
El contenido de las imágenes que las cámaras de videovigilancia recogieron aquella madrugada evidencian la clara voluntad de matar que tenía Abdelouahab Taib.
El terrorista entra en la comisaría y se acerca a la oficina de atención al público donde se encuentra de servicio la mosso d´Esquadra que, en aquel momento, permanece sentada sobre una silla de oficina -que lleva ruedecillas en las patas para poder desplazarse con comodidad entre las mesas-.
Objetivo: matar
Abdelouahab Taib saca el cuchillo, lo impulsa hacia arriba y lo lanza hacía abajo en un fulminante golpe de brazo con el fin de clavárselo a la mossa. La agente, en un acto instintivo, logra darse impulso con los pies y consigue que la silla que ocupaba se desplace 40 centímetros hacia detrás (gracias a la ruedecillas), justo el espacio que impidió que el cuchillo que portaba el agresor pudiera impactar en ella.
Abdelouahab Taib sabía a qué iba a la comisaria, una instalación que se encuentra a escasos 200 metros del piso que ocupaba en el barrio. Vino a matar y quizá, después, a morir. Las imágenes sólo recogen el momento del ataque de este joven pero no los instantes posteriores cuando la mossa, acorralada, le pide hasta en dos ocasiones que deponga su actitud. Sólo cuando el yihadista, que en ese momento ya le ha proclamado su fidelidad a Alá, trata de atacarla nuevamente, ella se ve en la tesitura de disparar su arma reglamentaria. Cinco disparos que acaban con la vida de Taib.
Carlos Quílez