«Cuando no le das importancia a algo, lo normal es que recojas resultados al mismo nivel», señala el conocido locutor Xavi Martínez, uno de los expertos encuestados por Efe ante la larga debacle española en el festival europeo de la canción desde que «Vivo cantando» llegara a lo más alto.
Por primera vez un país se proclamaba vencedor dos años consecutivos (el anterior había ganado Massiel con «La, la, la») y el Teatro Real aún acogió una circunstancia más curiosa, cuando empató con otros tres países: Reino Unido (Lula con «Boom Bang-a-bang»), Holanda (Lenny Kuhr con «De troubadour») y Francia (Frida Boccara, con «Un jour, un enfant»).
«España es un referente mundial exportando música. Desde Julio Iglesias o Serrat, pasando por Alejandro Sanz o Pablo Alborán. Hasta hoy, con artistas como Álvaro Soler, que es número 1 en países como Italia, Alemania o Suiza, o por supuesto creando iconos revolucionarios como Rosalía», recuerda Martínez, para quien «somos un país grande y se nos olvida».
¿Por qué España no ha conseguido entonces alzar el trofeo desde aquella noche del 29 de marzo de 1969? «En la década de los 70, e incluso diría que en los 80 y 90, por mala suerte. Mocedades y Betty Missiego tocaron la victoria con las manos y no se podría decir aquello tan manido de que TVE no quería ganar», rememora Juanma Fernández, al frente del portal de información televisiva Bluper.
El primer triunfo de Portugal en 2017, tras 50 años de participación, demostró que las victorias no dependen del número de países vecinos que aporten sus votos.
De hecho, para la mayoría de los expertos en los últimos 20 años la principal causa de nuestro males está mucho más definida que por el azar o las alianzas políticas: «El desinterés de TVE hacia el festival».
«Pese al respaldo de la audiencia, nuestra televisión pública no parece haber trabajado en un proyecto claro y definido sobre el festival ni ha colocado como jefes de delegación a personas involucradas plenamente en el mundo de la música, con experiencia en este tipo de eventos, con una amplia agenda e ideas», considera Javier Escartín, coordinador digital del grupo COPE.
Para Héctor Albadí, redactor de Fórmula TV, «esto ofrece una imagen poco atractiva para que reconocidos artistas quieran implicarse en el proyecto».
«Por otro lado, Eurovisión no es solo un certamen musical, es el mayor show televisivo de la pequeña pantalla y algunas veces se nos olvida. No hay lugar para la improvisación: el primer ensayo es nuestra carta de presentación ante los medios de toda Europa», señala.
La media de las últimas 20 representaciones, desde el farolillo rojo de Lydia con «No quiero escuchar» en 1999, sitúan al país en el puesto 17, solo beneficiada por los primeros años de «Operación Triunfo» y alguna que otra honrosa participación como las de Pastora Soler y Ruth Lorenzo en los que España se coló en el «top 10».
Con todo, desde «Vuelve conmigo» de Anabel Conde en 1995, que fue segunda, no se alcanza un «top 5», al menos por el principio, porque la candidatura nacional se ha convertido en habitual de los últimos puestos: además de Lydia, con Son de sol (2005), Las Ketchup (2006), D’Nash (2007), Soraya (2009), Lucía Pérez (2011), El Sueño de Morfeo (2013), Edurne (2015), Barei (2016), Manel Navarro (2017) y Amaia y Alfred (2018).
«Barei mereció mejor suerte», apunta Sebas Alonso, de la web de música alternativa Jenesaispop, que ve en esta lista «muchísimos años de llevar cosas megacutres y una clarísima falta de ambición», algo con lo que coincide Martínez: «Salimos a empatar el partido y acabamos perdiéndolo».
Todo ello produce un ciclo negativo que se retroalimenta en parte también por «la imagen añeja y devaluada» que el público español tiene, «un certamen friki, desfasado y antiguo», según Escartín.
«Participar en Eurovisión parece no dar prestigio, algo que provoca el rechazo de muchos artistas a jugarse sus carreras en una competición donde tu apoyo básico, TVE, no parece estar implicado por completo», insiste el periodista de COPE ante una estrategia de promoción gratuita que no alienta como debiera la participación… ni siquiera de los valores emergentes.
España ocupa el primer lugar como destino de viajes a festivales de música en vivo, un sector en el que ha crecido a un ritmo del 70 por ciento anual en los tres últimos años, según un estudio reciente de Spain Live Music. Sin embargo, esa realidad no se aprecia en la calidad y tipología de las propuestas que RTVE lleva a Europa con dinero público.
«Siempre va un paso por detrás de las tendencias musicales o de lo que se escucha en España. Digamos que es reactiva y no proactiva en lo que a Eurovisión se refiere. Y cuando quiere actuar, ya es tarde», previene José García, del portal Eurovision-Spain, uno de los más veteranos en la cobertura del festival.
Martínez valora en este sentido que, «si hablamos en términos de masa de lo que más se escucha en España, deberíamos llevar tres años escogiendo temas urbanos/reguetón», aunque esta fórmula de la actualidad no siempre surte efecto con el festival. Resulta curioso que «Lo malo», que no logró el apoyo del público para representar a España, sí se convirtió en la canción más escuchada de todo 2018.
«Solo los eurofans conocen las canciones con semanas de antelación, por lo que conseguir esa noche ‘engagement’ es el gran reto, ya sea con una puesta en escena impactante (Netta), con una canción que se enganche a la primera (Loreen), con una personalidad llamativa (Conchita Wurst), una historia emocionante (Salvador Sobral) o, en un grado menos decisivo, con una gran voz (Jamala)», opina el locutor, jurado en la preselección nacional de 2017.
Para Juanma Fernández, con Miki y la mezcla de rumba y ska de «La venda», este año llevamos «un tema que nos representa». «Siempre intentamos copiar estilos de otros países, quizá muchas veces por complejo», denuncia ante una participación diferente que quizás, solo quizás, podría cambiar el mal curso de España.
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