Entre los tres destaca quien fuera la máxima autoridad militar de Melilla entre 2014 y 2018, Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu (Bilbao, 1957), quien, tras llevar apenas un año en la reserva, regresa a una ciudad donde ya había estado destinado como coronel de 2008 a 2010, y de la que se despidió expresando públicamente su amor por ella como pregonero de la Semana Santa melillense del año pasado.
Ahora vuelve convertido en político, una vocación «incipiente y tardía», como él mismo define en una entrevista concedida a Efe, ya que se presenta a estas elecciones como cabeza de lista al Congreso de los Diputados por el PP, optando al único escaño que Melilla tiene en esta Cámara.
El fichaje de Díaz de Otazu como candidato del PP ha sido una de las sorpresas de estas elecciones en Melilla, en cuya campaña se está caracterizando por lanzar un mensaje constructivo y pacífico en cada una de sus intervenciones, muy alejadas de la batalla política habitual.
«A lo mejor no es políticamente correcto, porque parece ser que en nuestro entorno no se entiende otra forma de hacer política más que la agresiva y la buscona de las vulnerabilidades personales, pero eso me parece bestial», admite el general, convencido de que el respeto a las personas es primordial, «aunque no se compartan sus planteamientos».
Por ello, defiende que el debate debe basarse en argumentos y no sobre las personas, como se enseña a los niños en la cultura anglosajona, y nunca hay que perder de vista que «si el otro ofrece una cosa absolutamente distinta» a la que uno plantea, «será por algo».
Lo dice desde la experiencia de haber participado como militar en varias misiones internacionales, una en los Balcanes, donde pudo comprobar que una confrontación civil no es algo que ocurra «de una manera milagrosa», sino que «se produce de una manera degenerativa con muchísima sencillez», como él mismo pudo ver antes de que estallara la guerra y todo lo que sucedió después.
«No hay por qué pensar que los conflictos internos en una sociedad civil necesitan la convocatoria de seres extraterrestres que vienen a ponernos a unos contra otros. Se desarrollan sobre la base de violencia verbal de la descalificación de aquellos que no piensan como tú, y eso va rodando hasta que al final se convierte en un conflicto», explica.
Esa es la razón por la que sostiene que «la violencia verbal, el insulto gratuito y la descalificación del que no piensa como yo es, a priori, un cáncer en el que no hay que colaborar», evitando así, como ocurre en esta terrible enfermedad, que las pequeñas células por las que empieza se extiendan hasta destruir los organismos.
Como político, Díaz de Otazu está siguiendo esta premisa a rajatabla, pero considera que es una misión de todos aquellos que sirven a la sociedad hacer descender el nivel de crispación gratuito y «evitar cada día invocar el desencuentro entre personas y cosas que sabemos que en el pasado nos han llevado a puntos tremendos».
De hecho, cuando se le pregunta por sus inquietudes políticas, el excomandante general de Melilla es tajante: «Hacer lo posible para hacer que vuelva a la calma esa inestabilidad entre españoles que algunos manipulan de forma frívola».
Eso, al menos, es lo que piensa por «la desazón» que le produce que haya «posturas políticas o actitudes que, por los intereses que sean, legítimos o menos legítimos, ponen en juego la paz, el bienestar y la tranquilidad de los españoles», algo que él ha puesto «como frontispicio» de su labor en las cuatro décadas que acumula de vida profesional en las Fuerzas Armadas.
Este general, que lleva a gala sus raíces vascas, no es ajeno al «fenómeno de sorpresa» que se ha dado en estas elecciones por la participación de militares en la política, aunque cree que, con el tiempo, «se instaurará como una cosa normal», como ya ha sucedido en otros países, donde se considera «un bagaje positivo para seguir sirviendo a la sociedad» por la ausencia de «hipotecas de pertenencia previa a un partido».
Pero ¿es casualidad que se ahora, de repente, cerca de una decena hayan dado este paso? Díaz de Otazu apunta que habría que valorarlo de forma individualizada porque «no hay razones corporativas ni colectivas», aunque no descarta que alguno se haya decidido por lo mucho que se habla últimamente sobre la unidad de España como consecuencia del asunto catalán.
No es el caso de Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu, quien considera que «cuando uno se instala en esta postura de ‘vengo a salvar algo que está en un riesgo máximo’, es que pone en entredicho un poco la fe que tiene en el proyecto colectivo».
Y él, afirma, tiene «mucha fe» porque, aunque opina que «España vive situaciones de tensión, como en toda su historia», no piensa que «esté en peligro de desaparición ni de ser o no ser».
De todos modos, tiene claro que en estas elecciones hay «mucho en juego», al enfrentarse dos modelos, uno de los cuales, desde su punto de vista, «se apoya, por necesidad electoral, en un abanico de ideologías que no son favorables para la estabilidad de los españoles» y «se antepone la ideología al servicio a la colectividad».
Con su entrada en la política, Díaz de Otazu se incorpora al otro modelo, un proyecto que, a su juicio, funciona, aunque a él le gusta puntualizar que no es candidato del PP, sino «candidato por Melilla», una ciudad que, desde el primer día, fue para él «una sorpresa completa» por su «convivencia de aceptación del distinto y de tirar todos juntos porque hay problemas que nos unen a todos».
Paqui Sánchez