viernes, noviembre 22, 2024
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Borrell: el voto no es derecha o izquierda, sino entre que la UE exista o no

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En una entrevista con Efe, el también ministro de Asuntos Exteriores en funciones plantea que, si la UE quiere sobrevivir y ser más fuerte, debe apostar por ampliar sus funciones en materia económica, fiscal y social.

«O Europa afecta directamente a las políticas sociales e impide el ‘dumping’ o la competencia desleal en lo social y fiscal o no tendrá el favor de los ciudadanos que no verán en las instituciones europeas de un elemento protector de su vida cotidiana», afirma.

A ello se suma el que «si Europa no tiene una capacidad estratégica propia y no empieza a actuar con una lógica de potencia, va a ser bastante irrelevante en el mundo y lo que los europeos se tienen que plantear es qué papel quiere jugar en el mundo», explica.

Este tipo de cambios solo serán posibles si los ciudadanos eligen un Parlamento fuerte y con verdadero apoyo social, ya que sin «una movilización de los ciudadanos no se hará, porque los gobiernos tienen todavía muchas resistencias a ceder competencias y compartirlas a escala federal y Europea».

Esto, en un momento en que han aparecido partidos «que lo que quieren es justo lo contrario, volver a llevar a casa las competencias que hemos comunitarizado y volver a ejercer la acción política en el interior de cada Estado-nación».

Por eso, Borrell cree que la gran duda ante las elecciones del próximo domingo es qué grado de apoyo lograrán las opciones nacionalistas y euroescépticas que han surgido con fuerza en prácticamente todos los países de la UE.

El problema es que si los partidos nacionalpopulistas logran una «minoría de bloqueo» en el Parlamento, con más de un tercio de los votos, pueden frenar el proceso europeo e impedir que las instituciones funcionen, señala Borrell.

Así pues, Europa se enfrenta a una «disyuntiva existencial» y ya no es cuestión de votar «un poco más a la derecha o a la izquierda, sino si quiere que el proyecto europeo continúe o que eche marcha atrás», plantea.

Y, puestos a votar, mejor hacerlo por los socialdemócratas, argumenta.

«Porque somos los que mejor comprendemos las transformaciones que hay que hacer para hacer frente al cambio climático, a las políticas migratorias, a las amenazas que vienen de Rusia, a la competencia con China, a la capacidad de defensa europea que venga a sustituir lo que Trump no nos quiere dar, la protección americana, a luchar contra las desigualdades, crear empleo y combatir el cambio», enumera de tirón.

Según Borrell, las prioridades para los próximos años son varias: lo primero, acabar la arquitectura del euro y acabar la unión bancaria de forma que «la gente que tiene cuentas corrientes en los bancos tenga la misma garantía y protección en cualquier parte de Europa y que tengamos una política común para hacer frente a crisis bancarias, porque pueden producirse».

«Segundo, dotar de recursos suficientes a las políticas europeas. Con el 1 % del presupuesto comunitario no podemos hacer lo que tenemos que hacer. Hay que hacer un salto muy importante en los recursos propios que tiene la Unión».

Y tercero: «un gran plan clima-empleo, una lucha contra el cambio climático que vaya asociada a una generación de empleo a través de la transformación tecnológica de la economía».

Pero, por encima de todo, lo principal para que Europa sea capaz de actuar en el escenario internacional y pueda hacerle frente a «los grandes» -Estados Unidos, China, Rusia- es abandonar la unanimidad como regla de decisión.

«Sé que no es fácil, sobre todo, en política exterior, que toca el corazón de la soberanía; estamos hablando de la paz y la guerra, de intervenir militarmente en algunas ocasiones y eso, todo el mundo, se lo piensa dos veces», admite Borrell, quien no obstante subraya que «si Europa no tiene una capacidad estratégica propia y no empieza a actuar con una lógica de potencia va a ser bastante irrelevante en el mundo».

Por eso, cree que «lo que los europeos se tienen que plantear es ¿qué papel quiere jugar en el mundo? ¿Quiere usted ser la Atenas de Washington?, una parte muy culta y muy distinguida pero que no influye nada más que a través del discurso. ¿Un gran parque temático, un museo a cielo abierto?».

Así, por ejemplo, ante la negociación con China y los retos que su enorme desarrollo tecnológico plantean, afirma: «Si los europeos no nos unimos para hacer frente a eso, seremos irrelevantes. Uno a uno no pesamos nada en esa negociación». 

 

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