viernes, noviembre 22, 2024
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El final del juicio del «procés» (I): Los momentos clave

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1. LA PRIMERA FOTO

El fotógrafo de la Agencia Efe Emilio Naranjo captó el retrato público de las amistades y enemistades en las entrañas del independentismo catalán el pasado 12 de febrero: El president Quim Torra, entra en el Salón de Plenos y saluda a los 12 acusados, que se giran para corresponderle con gesto y sonrisas. Tres le esquivan.

Son el denostado Santi Vila, que manifiesta cabeza arriba su profunda discrepancia; Carles Mundó, que discretamente prefiere mirar a sus compañeros; y Oriol Junqueras. El líder de ERC no se vuelve. Su mirada al frente capta la atención de todos. Al contrario que Torra, aparece desenfocado pero, como él, ocupa un extremo de la composición. Entre medias, un mundo. Y un juicio también.

2. JUNQUERAS, EL ACUSADO ENTRE LOS ACUSADOS

El 14 de febrero todos querían saber qué diría el exvicepresident tras más de un año en prisión. Llegó el momento esperado y Junqueras sorprendió con una renuncia a defenderse jurídicamente (solo contestó a su abogado) a cambio de un alegato de paz que se pareció mucho a un mitin político.

Se presentó como «preso político» -un papel que rechaza la Fiscalía, que le ve el «motor de la rebelión»- y quiso resaltar el pacifismo del movimiento soberanista, ejemplificado en los claveles y el Virolai (himno religioso) del 20-S. Y dejó la frase más recordada: «Yo amo a España. Amo a la gente y a la cultura española».

3. LOS POLÍTICOS COMO TESTIGOS

Jurídicamente, salvo Urkullu, apenas aportaron nada relevante, pero políticamente sus relatos fueron cartografiados fuera de la Sala. Artur Mas deslizó un posible retorno a la política; Juan Ignacio Zoido sudó la gota gorda; Soraya Saénz de Santamaría enseñó los dientes, y Cristóbal Montoro se enmendó a sí mismo. Pero dos sobresalieron por su diferente actitud al responder al tribunal.

Rajoy trajo al Supremo el ‘marianismo’ más puro. Su particular lenguaje de manos y sus recurrentes ‘no recuerdo’ acreditaron su nivel de comodidad en la sala. Respondió a todo pero no dijo nada. Todo lo contrario que el lehendakari Urkullu. Él vino a responder y no a ser repreguntado. Por medio, desnudó a Rajoy y Puigdemont al revelar que hubo contactos para frenar la declaración de independencia y cómo fueron. Vila escuchó atento; él fue parte.

4. MARCHENA

Omnipresente en la sala. No lo tenía fácil, pero el presidente del tribunal se hizo mayúsculo. No le tembló el pulso a la hora de replicar a la cúpula fiscal del país, fue cortante con la abogada del Estado, y mano de hierro en guante de seda con las defensas.

Se recordarán sus colisiones con ciertos letrados («No me replique, no discuta conmigo); sus (escasos) límites con testigos de las defensas («Esto es un insulto a los miembros del tribunal»); cuando empuñó el Código Penal ante testigos desmemoriados; sus respuestas a los renuentes a responder a Vox («Estamos todos aquí por imperativo legal») y su recado al mosso ‘indepe’ («Está usted ante la autoridad judicial»).

5. LA FISCALÍA, IMPLACABLE

Así empezó el juicio y así lo ha acabado. Seguros de que lo que ocurrió fue rebelión, los fiscales no se han movido un ápice de su posición inicial y han encabezado una dura acusación por la que piden una pena máxima de 25 años para Junqueras.

A veces su desenvoltura en el arte de interrogar ha sido cuestionada dentro y fuera de la sala por algunos errores o por dejarse en el tintero asuntos relevantes. Pero en el momento de los informes, disciplina que dominan a la perfección, volvieron a demostrar que se saben la lección y que van a por todas.

6. LA NEGOCIACIÓN FALLIDA

Dos vías para una salida acordada que se estrellaron con la realidad. Puigdemont propuso a Urkullu que mediara con Madrid y a Vila que desarrollara «una aproximación» con «interlocutores políticos, religiosos y del mundo de la empresa». Rajoy negó la mayor; él solo «escuchó». El lehendakari explicó que ni uno quería el 155 ni el otro la DUI y que por eso la madrugada del 26 de septiembre se alcanzó un acuerdo para ir a elecciones.

El decreto estaba listo, pero se decidió esperar a anunciarlo por la mañana. Demasiado tarde. El acuerdo, al que se había llegado discretamente, se filtró y, según Vila, Puigdemont cedió a la presión de la calle.

7. TRAPERO:

Consciente de que sus palabras resonarían en la Audiencia Nacional, donde está acusado de rebelión, el mayor de Mossos llegó dispuesto a contarlo todo. Y lo hizo. Levantó un muro con un Govern al precisar que pidieron que desconvocaran el 1-O ante la posible violencia y que planearon la detención de Puigdemont, con quien solía codearse.

Un golpe de efecto que llegó al final de una declaración de alta intensidad en la que a punto estuvo de irse todo al traste por un error técnico de Vox, que no hizo la pregunta clave en el interrogatorio. Lo enmendó el tribunal al retomar la cuestión, y con ello, Trapero marcó definitivamente distancias con el proyecto independentista.

8. LA SECRETARIA JUDICIAL

Para algunos estremecedor y ejemplo de lo que se vivió en Cataluña; para otros exagerado. El de la secretaria judicial del registro a la Conselleria de Economía el 20-S fue uno de los grandes testimonios, por el que sin embargo recibió mensajes amenazantes.

No se la vio (por petición propia) pero sí se la oyó cuando relató el «miedo» de aquel día, ante el «mar de gente» que se concentraba. Tan grave era que pidió un helicóptero para salir; no se lo concedieron. La alternativa fue saltar un muro hasta el teatro contiguo, por el que salió camuflada entre mossos, tras más de 17 horas de registro. Un relato de película que para ella fue realidad.

9. AGENTES vs VOTANTES

Del «nos estaban machacando» de los agentes al «vinieron a por nosotros» de los votantes. Dos frases parecidas si no vinieran de quienes vienen. Son los protagonistas de los dos relatos; ejemplos también de que en el «procés» una misma imagen tiene dos interpretaciones opuestas.

Durante semanas agentes denunciaron haber sido insultados, escupidos y agredidos de mil maneras el 1-O, un relato que estaba en las antípodas de la idea de «fiesta» que dibujaron los votantes, que destacaron el ambiente pacífico de la jornada roto por el «miedo» a las cargas policiales, que consideraron excesivas y humillantes.

10. EL POLÍGONO DEL 1-O

El proclamado referéndum de autodeterminación de Cataluña se gestó en los edificios más solemnes de Barcelona pero se consumó en uno de sus polígonos. Fue el momento más surrealista del juicio. Un exdirectivo de Unipost se desplazó un sábado de septiembre allí para encontrarse con unos transportistas que no conocía, que le «pasaron», cual mercancía ilegal, el material electoral desde una «furgoneta blanca» y sin entregarle «ni un triste papel».

11. LOS ANSIADOS VÍDEOS

El Supremo tuvo dos jornadas de cine. En la cartelera, vídeos del 20S, escraches, cargas policiales del 1-O y la actuación de los votantes en los colegios. Se vio lo peor de cada parte: policías saltando sobre personas; ciudadanos arrojándoles sillas. Pese a que las defensas lo ansiaban, no hubo cine fórum. Fue ver, oír y callar. No hizo falta más porque las imágenes hablaban por sí solas. Para el recuerdo, el descontrol de los fiscales que no hicieron filtro previo al poner vídeos repetidos, muchos sin fecha ni lugar.

12. LOS QUE RECHAZARON CONTESTAR A VOX

No responder a Vox es ya una marca del «procés». Ningún acusado lo hizo. Por dignidad y principios, dijeron. Ellos sí podían; no así los testigos. Los que procedían de Cataluña (especialmente los ataviados con lazos o prendas amarillas) se retorcían cuando Marchena les recordaba que no tenían opción de no responder. Tras soltar lastre, insultos incluidos, muchos añadían la fórmula «por imperativo legal». Menos dos. Eulalia Reguant y Antonio Baños, multados con 2.500 euros y un procedimiento por desobediencia en marcha.

13. LAS ÚLTIMAS PALABRAS

«Lo mejor para todos sería devolver la cuestión al terreno de la política, de la buena política, del diálogo, la negociación y el acuerdo, de donde no debería haber salido». Con ese deseo ha cerrado su turno de última palabra Oriol Junqueras, principal acusado por el «procés».

«El Poder Judicial no puede resolver un problema político», ha añadido Jordi Sànchez. «No me arrepiento. Volvería a hacer lo mismo», ha proclamado Jordi Cuixart.

La cúpula del «procés» ha señalado el camino del diálogo como única salida a la situación política de Cataluña. «Dignidad», «no violencia», «injusticia» o «derecho a protestar» han sido otros de los conceptos que se han repetido en el Salón de Plenos del Supremo antes de que Marchena pronunciara las últimas palabras: «Visto para sentencia. Abandonen la Sala, por favor». 

Estrella Digital

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