jueves, noviembre 21, 2024
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El «acierto» de Franco: 50 años desde que designó sucesor a don Juan Carlos

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Comunicó y pidió un refrendo que nadie dudaba que iba a obtener, aunque 19 de los 519 procuradores que formaban entonces las Cortes se atrevieron a responder a la propuesta con un «no», 9 se abstuvieron y se rechazó una petición de 54 de sus miembros para que el voto fuera secreto.

El rumor de que podía hacer pública esta decisión llevaba tiempo circulando en el ambiente político de la época, con partidarios y muchos detractores de esta opción, entre los que se encontraban bastantes monárquicos.

 

Ellos eran los defensores de seguir la línea de sucesión dinástica que otorgaba a don Juan, el padre del futuro rey, la legitimidad de recuperar la Corona en su persona.

Una circunstancia que provocó, más allá de una pésima relación entre don Juan y Franco, una distancia entre el Conde de Barcelona y su hijo que tuvo altibajos hasta que ocho años después, el 14 de mayo de 1977, renunció de forma solemne a su derechos dinásticos.

Aunque muchos daban por hecho la propuesta del dictador, sorprendió el momento elegido para comunicarla, en pleno mes de julio, con los procuradores ya de vacaciones y volviendo la mayoría de ellos a toda prisa a Madrid para estar presentes en la sesión presidida por Franco.

Sólo pocos días antes lo supo don Juan Carlos. Así queda reflejado en el libro «El Rey», de José Luis de Vilallonga y que, publicado en 1993, recogía las conversaciones que había mantenido con el monarca sobre diversos aspectos de su vida.

«Me dejó estupefacto», confesó el rey, quien narró los sentimientos que le invadieron cuando, tras comunicarle su intención, Franco le preguntó: «¿Qué decidís, alteza?»

Ese era el momento, el que le situaba entre la espada y la pared y que dijo que siempre había temido, ya que era consciente de que su padre podría no entender una respuesta afirmativa pero al mismo tiempo sabía que un ‘no’ podía hacer que Franco pensara en otras personas. «Y -apostilla- no le faltaban peones».

Su respuesta fue afirmativa ante uno de los dos momentos más trascendentales de su vida (el otro fue el 23F), como comentó al periodista Fernando Ónega en un libro más reciente («Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar) y que se hacía eco de sus reflexiones tras la abdicación en su hijo, Felipe VI.

«Por una parte era un desaire tremendo a mi padre, que era el legítimo titular de la Corona, pero por otra era la única solución posible y lo importante era que se salvaba la monarquía y mi padre lo entendió», comentó en esta ocasión.

Don Juan lo entendió pero no en un primer momento, como queda patente en el escrito que hizo público tras la designación de su hijo como sucesor de Franco y en el que explicaba que para llevar a cabo esta operación no se había contado con él ni con la voluntad libremente manifestada del pueblo español.

«Soy, pues, un espectador de las decisiones que se hayan de tomar en la materia y ninguna responsabilidad me cabe en esta instauración», escribió.

Eso, una instauración y no una restauración de la monarquía es lo que Franco aseguró que ocurriría con su decisión.

Ese 22 de julio, ante los procuradores franquistas, insistió en ello precisando que sólo después de instaurada la Corona en la persona de don Juan Carlos, comenzaría el orden regular de sucesión.

Franco, en aplicación de la ley de Sucesión de 1947 y que le daba potestad de designar al rey o regente que estimase oportuno, consideró que ya había sido posible formar «un juicio exacto sobre las personas y las garantías de acierto para su designación» y aseguró que, dada su edad, ningún otro elemento de juicio le harían ya cambiar de opinión.

Elogió entonces a don Juan Carlos, de quien dijo que había dado claras muestras de lealtad al régimen, y se mostró convencido de que con esta designación se aseguraba la unidad y la permanencia de los principios del Movimiento Nacional y todo quedaba «atado y bien atado».

Al día siguiente, 23 de julio, el futuro rey aceptó la designación en un acto en Zarzuela al que el actual jefe del Estado, con año y medio de edad, asistió en brazos de su madre, doña Sofía.

Horas más tardes las Cortes se reunieron de nuevo con Franco al frente para la jura del sucesor, que de rodillas y con la mano sobre los Evangelios, proclamó su fidelidad a los principios del Movimiento Nacional y demás leyes fundamentales del reino.

Lo tuvo que volver a hacer el día de su proclamación como rey, el 22 de noviembre de 1977.

Pero, como comentó a Vilallonga, lo hizo consciente de que los principios del franquismo no podían seguir vigentes y teniendo en cuenta las palabras de Torcuato Fernández Miranda: «Jurad los principios del Movimiento, que más tarde los iremos cambiando legalmente uno tras otro». Pensado, dicho y hecho.  

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