El joven ha irrumpido solo, pero en pocos minutos se han agolpado a su alrededor multitud de curiosos y una decena de policías municipales, que, tras identificarle, le han obligado a recoger el estiércol que había dejado sobre el asfalto de la glorieta de acceso al recinto donde se negocia un documento final de la COP25.
El activista, multado con 200 euros, ha comenzado a limpiar con una pala, pero no le han dejado terminar la tarea, por lo que han quedado restos de estiércol en la zona.
El joven ha atendido a los periodistas, a quienes ha explicado que quiere «decir la verdad, declarar a nivel mundial la emergencia climática y denunciar que estamos en la mierda» por culpa de la inacción de los gobiernos.
Otros miembros del movimiento se han unido a la protesta y han denunciado que «el mercadeo del carbón no es proporcional a la emergencia planetaria a la que nos enfrentamos».
El activista Ronan McNern ha afirmado que, «igual que en el Titanic, quienes viajan en primera clase todavía están disfrutando de la fiesta, mientras se escuchan los lamentos de los que se ahogan en los estratos inferiores».
Los participantes, que portaban una pancarta negra con la frase «¿Cuántas muertes más?'» y una verde con el lema «Demandamos vida», han recordado que, «si continuamos en este camino, las temperaturas subirán más de 4 grados de forma global, lo que significará millones de muertes».
McNern ha subrayado que los mensajes que llegan de expertos desde el interior de la cumbre del clima «nos piden nuestra ayuda porque con nuestra presión podemos hacer pensar más allá», pero ha añadido que «no podemos hacer esto solos».
«Es importante que todos estemos involucrados en este proceso, porque sólo hay dos opciones: o todos nos unimos o dejamos que las cosas que nos separan sean las que manden», ha aseverado.
Al otro lado de la rotonda, los activistas han montado tres horcas con unas sogas para simbolizar la muerte de la humanidad y se han subido para colocarse la cuerda al cuello, entre ellos una mujer con un niño de unos 2 años en brazos, a unos bloques de hielo, como símbolo del cambio climático que derrite los polos.
Estrella Digital