A las 9.00 horas de un sábado de vacaciones navideñas Sánchez ha dado los primeros pasos para continuar en La Moncloa sin estar en funciones, situación que lleva arrastrando desde las elecciones del 28 de abril.
Una urgente reunión de la Ejecutiva de ERC en Barcelona ha tenido en vilo a los socialistas durante gran parte de la mañána, no fuera que los independentistas abandonaran la abstención, pero no ha sido el caso.
Así que lo previsto es que Sánchez salga del Congreso el martes que viene como presidente tras una segunda votación en la que necesita mayoría simple.
Lo será por un ajustado margen de dos votos una vez que la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, ha avanzado su voto en contra a pesar de que la formación nacionalista decidió ayer la abstención. Ahora mismo, el balance es de 167 «síes» y 165 «noes». Por tanto, la investidura está muy cerca de hacerse realidad.
Quizá debido a ello, el candidato ha empezado el debate de investidura en el Congreso con la exposición de un programa de Gobierno claro y lleno de objetivos concretos, distinto del que planteó en julio del año pasado.
Ahora bien, la situación de Cataluña, nuevamente, ha sido el asunto más controvertido.
Sánchez ha apostado por la vía del diálogo como la «única posible» para resolver el «conflicto» catalán y superar la judicialización, y más adelante, en el cara a cara con el portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, se ha comprometido a formar la mesa de gobiernos, eje del acuerdo de socialistas y republicanos.
La promesa ha respondido al órdago que el diputado independentista lanzó unos minutos antes: «Si no hay mesa, no hay legislatura», ha advertido a Sánchez.
Esta suerte de dependencia de ERC se ha incluido entre las principales críticas del líder del PP, Pablo Casado, muy duro con Sánchez, hasta el punto de que los lances más ásperos y bruscos de la sesión de este sábado se han producido a lo largo de su cara a cara.
Ha afirmado el presidente de los populares que el candidato socialista ha traído al Congreso «un Gobierno de pesadilla» sustentado en «un bestiario de pactos» de tono «radical».
Para Casado, el Ejecutivo de coalición que se vislumbra, formado por ministros socialistas y de Unidas Podemos, acabará con «las décadas» que han reportado a España sus mayores cuotas de libertad y de progreso.
Y ha aprovechado la ocasión para situar a su partido como «dique de contención» frente a «cualquier intento de modificación constitucional por la puerta de atrás» o de los estatutos de autonomía.
Esta «operación de derribo» de la Constitución, según sus palabras, no saldrá adelante porque el PP desplegará todos los recursos a su alcance, incluidas movilizaciones en plazas y calles.
A modo de corolario, el líder del PP ha asegurado que desde hoy «España se queda sin socialismo constitucionalista», y ha culpado a Sánchez de ello.
Pero no sólo la protección de la Carta Magna y la política a seguir en Cataluña han canalizado las respectivas acusaciones de los líderes del PSOE y del PP. El fin de ETA y la corrupción han deparado severos reproches.
Con todo, Sánchez ha hecho varios anuncios fuera de los temas más polémicos, aunque ninguno novedoso, ya que son los que integran el acuerdo de su partido con Unidas Podemos.
Durante casi dos horas, el candidato se ha comprometido a la derogación de la reforma laboral, a subir el salario mínimo, a desarrollar por ley la lucha contra el fraude fiscal y contra la emergencia climática, a subir el IRPF a las rentas altas, a mejorar el mapa de implantación del 5G, a plantear una estrategia frente al reto demográfico o a invertir en sanidad pública hasta un siete por ciento del PIB.
Pero salvo referencias puntuales de los líderes parlamentarios, la situación política de Cataluña y la tensión que ello genera en el texto constitucional han acaparado las fases más enérgicas del debate.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, ha encadenado varios adjetivos para tildar a Sánchez de «fraude, mentiroso, estafador y personaje sin escrúpulos», capaz hasta de tramar «emboscadas a la Constitución» con tal de permanecer en La Moncloa.
Y la portavoz de Cs, Inés Arrimadas, ha empleado críticas similares, aunque no ha eludido una petición atípica: ha instado a que de entre las filas socialistas surja «un valiente» que vote en contra de la investidura de su líder y pare «la infamia que piensa cometer».
Así se ha configurado un bloque de oposición, el de los partidos de la derecha, que, a tenor de lo manifestado este sábado por sus líderes, no tiene en mente conceder a Sánchez un solo segundo de tregua.
Tregua sí le dará el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. Además de agradecer a los «muchos que desde la prisión han trabajado para impulsar el acuerdo», ha trazado el horizonte al que quiere ir el probable nuevo Gobierno de coalición: «Reparar las traiciones a la patria» cometidas por el PP.
Sánchez e Iglesias han vuelto a fundirse este sábado en un abrazo, reedición del que se dieron el 12 de noviembre cuando firmaron el preacuerdo, mientras los diputados de sus bancadas se aplaudían y los de las fuerzas de la derecha observaban.
Reflejo de los dos bloques que recorrerán la legislatura.
Estrella Digital