La coalición PP-Cs se fraguó en febrero en Madrid con la oposición del entonces presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, quien había perdido la confianza de Génova tras varios encontronazos con la actual dirección por las diferentes formas de entender la política y la diversidad de España.
Casado eligió a Iturgaiz como candidato y fulminó a Alonso, que dejó la política tras 24 años en activo. La crisis interna que sacudió al PP vasco se ha apaciguado un poco, al menos públicamente, y será en el congreso regional previsto para después de los comicios cuando se produzca el debate interno sobre su futuro.
El 12 de julio se comprobará si la apuesta por Iturgaiz y por la coalición con Ciudadanos da o no sus frutos. Si mantiene o remonta su representación en el Parlamento de Vitoria, Casado se anotará un triunfo, pero si por el contrario sigue la caída de votos será un fracaso y una amenaza para la concordia entre las distintas familias del PP vasco.
Estos cambios suponen también enterrar la nueva orientación política del PP vasco que se fijó en la conferencia política del pasado septiembre, que pivotaba sobre la moderación y el foralismo, para pasar a una estrategia centrada en el constitucionalismo, la defensa de la unidad de España y el ataque al nacionalismo.
En la precampaña electoral Iturgaiz acapara y protagoniza todos los actos de la coalición. El histórico dirigente popular abandonó la política al ser relegado a puestos sin salida en las elecciones europeas del pasado año pero siempre dijo estar dispuesto a ayudar para lo que necesitara el partido.
Desde Génova recuerdan su firmeza en los tiempos duros de ETA y sus buenos resultados electorales, ya que en 1998, cuando fue candidato a lehendakari, consiguió por primera vez que el PP fuera la segunda fuerza más votada en Euskadi.
Alonso buscó en los últimos tiempos la centralidad en Euskadi y cuidó la interlocución con el PNV llegando a pactar en dos ocasiones los presupuestos vascos esta legislatura.
Iturgaiz, por el contrario, esgrime un discurso duro principalmente contra el partido de Andoni Ortuzar pero también contra el PSE-EE, al que considera subordinado a los nacionalistas, con los que gobierna en coalición en las principales instituciones vascas. También apela al voto útil en un intento de atraer a votantes de Vox.
Mientras, Ciudadanos, que tiene dos puestos de salida en las listas electorales de la coalición, permanece en un segundo plano durante la precampaña. Sus candidatos no son conocidos por los vascos y su proyecto político apenas tiene respaldo en Euskadi como demuestran las últimas citas electorales.
El partido de Inés Arrimadas ha tenido que hacer cesiones importantes para pactar la coalición con el PP. Muy crítico con el Cupo y la foralidad, en el acuerdo entre ambos partidos se cita expresamente «la aceptación» del Concierto Económico vasco. Su misión en Euskadi, hacer frente a lo que denominan el «yugo nacionalista».
Por su parte, Vox, liderado por el vasco Santiago Abascal, es a día de hoy un partido residual en Euskadi, sin una implantación regional y sin apenas opciones, según las encuestas, de sacar escaños en la Cámara de Vitoria, de ahí el llamamiento de Iturgaiz a sus simpatizantes para que aglutinen el voto en torno a su coalición.
En 2001 el PP, que reunía a todo el espacio ideológico del centroderecha estatal, consiguió 326.933 votos (23,12 %) y 19 escaños en el Parlamento Vasco, y ahí empezó su descenso: en 2005 bajó a 210.614 votos y 15 escaños, en 2009 a 146.148 y 13 parlamentarios, y en 2012 a 130.584 y 10 escaños.
En 2016 continuó la caída y el PP se quedó en 107.771 sufragios y 9 parlamentarios, mientras que Ciudadanos consiguió 21.477 votos y Vox 771.
Ahora, con Ciudadanos claramente a la baja sin tener siquiera un concejal en todo el País Vasco (en 2019 tuvo un 1,01 % del voto en las municipales de mayo y un 1,13 % en las generales de noviembre), el PP busca cambiar esa tendencia y, al menos, mantener resultados, en contra de lo que indican los sondeos.
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