Los dos procesos electorales se celebran con el fantasma de la abstención rondando una convocatoria por vez primera en verano y con protocolos de protección frente a los contagios similares, que buscan favorecer el voto con la máxima seguridad.
Gallegos y vascos se enfrentan a una nueva forma de votar, con mascarillas, guardando la distancia de seguridad de dos metros, con el lavado frecuente de manos, numerosas medidas de desinfección de superficies y evitando lugares concurridos y aglomeraciones.
Además, la pandemia ha provocado que las personas contagiadas que tengan un PCR positivo no puedan votar presencialmente, tal y como decidieron los gobiernos autonómicos en sendas decisiones avaladas por resoluciones de las juntas electorales y el Tribunal Supremo que, no obstante, cuestionan diferentes juristas.
Ambas administraciones autonómicas han asegurado que hay suficientes medidas para ejercer el derecho a voto con seguridad, y así esperan que lo hagan sus ciudadanos.
En el País Vasco, donde las encuestas dan al PNV, actualmente en el gobierno, como favorito para ganar de nuevo las elecciones, están llamados a las urnas 1.794.313 electores.
En Galicia son 2.697.315 los ciudadanos llamados a acudir a la convocatoria electoral y, al igual que en el País Vasco, allí los sondeos también pronostican una victoria del partido que ostenta el gobierno, el PP.
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