Estas son las cinco claves sobre la caída de Ciudadanos en la tierra que vio nacer a la formación naranja hace quince años:
1. Crisis existencial desde las generales
Tras tocar techo en las elecciones generales en abril de 2019, Cs se hundió en la repetición electoral del 10N, cayendo a una decena de diputados que alejó la opción de un pacto de centroizquierda con el PSOE en Moncloa.
Entre abril y noviembre mediaron seis meses de cambio de líder, de Albert Rivera a Inés Arrimadas, que aunque optó por cierto giro al centro y política de mano tendida con la pandemia al Ejecutivo de Pedro Sánchez, no rompió las alianzas con PP y Vox en diversas comunidades.
Estas elecciones catalanas, en la tierra que vio nace al partido en 2006, entonces como fuerza socialdemócrata no nacionalista, eran el mayor examen de la presidenta de la formación naranja desde que se puso al frente del partido y el resultado no ha sido bueno, lo que podría reavivar en el PP la llamada a una OPA al partido liberal.
2. Enfriamiento del proceso
En diciembre de 2017, tras el «golpe» independentista, en terminología de la formación, el contexto político en Cataluña era muy distinto, con los ánimos avivados tanto entre el independentismo como en el bloque constitucionalista.
Precisamente entonces Cs supo capitalizar mejor que nadie el rechazo de una gran parte de la población catalana contra la vía unilateral por la que había apostado el propio Govern.
Este febrero de 2021 la situación política, con la división del independentismo, es muy distinta, lo que ha provocado una bajada de la participación que no solo es achacable a la pandemia y que ha castigado especialmente a los naranjas.
3. Cambio de candidato
El carisma y el arrojo de Inés Arrimadas sedujo al votante anti independentista en 2017, pero la joven dirigente no se presentó a la investidura, según Cs por no tener apoyos suficientes.
La política, que se había afiliado al partido en 2011, no solo no intentó ser la presidenta que pedían las urnas sino que dejó el Parlament para ir al Congreso. En su lugar dejó a una delfín de Albert Rivera, Lorena Roldán, que aunque ganó las primarias para ser la candidata ha terminado concurriendo como número 2 del PP este 14F.
Y es que a mediados de agosto pasado, Roldán fue sustituida por decisión de la ejecutiva, -supuestamente por voluntad propia-, por el presidente del grupo parlamento, Carlos Carrizosa, mano derecha de Arrimadas en el Parlament. La elección sin primarias del jurista fue contestada por el sector crítico de la formación.
4. Desmovilización de los feudos
El propio Carrizosa apuntaba en campaña que su votante es «muy exigente» a la hora de ir a votar y que su máximo rival este 14F era la abstención y la indecisión. Los malos datos de participación han castigado especialmente a Ciudadanos, según fuentes de la formación naranja.
Especialmente dañina para la formación naranja ha sido la caída de votos y la abstención tanto en Tarragona como, especialmente, en sus feudos del área metropolitana de Barcelona, como Santa Coloma de Gramanet (de 21.000 votos en 2017 a 2.700 este 14F) o en L’Hospitalet de Llobregat (de 45.000 votos a poco más de 5.000 en esta ocasión). En ambos municipios, la primera plaza ha pasado del color naranja al rojo de Salvador Illa.
5. Fugas a izquierda y derecha
Cuando Lorena Roldán aceptó la oferta del PP, Carrizosa dijo: «Cs es el centro, quien sea de derechas que se vaya a un partido de derechas y quien sea de izquierdas que elija a uno de izquierdas».
En 2017, sin embargo, Cs había sabido captar el voto del PSC al proponerse con éxito como el mejor dique de contención contra el secesionismo, pero esos votantes ahora habrían vuelto a su opción habitual socialista una vez dejado atrás el momento álgido del procés.
Por otro lado, los votantes de Cs en 2017 de ideología conservadora que optaron por la formación por presentarse como los más beligerantes contra el independentismo ahora tienen en Vox la alternativa más «auténtica», y contundente.
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