En términos comparativos, y pese a haber logrado los socialistas duplicar su respaldo en el Parlament, las fuerzas independentistas han mejorado en su conjunto su representación en la Cámara, algo que seguirá determinando lo que ocurra en Cataluña y, por extensión, lo que suceda en la política nacional, donde ERC sigue siendo clave.
El enorme batacazo de Cs, que se queda con tan solo seis de los 36 escaños que obtuvo en 2017 y la caída del PP, que al perder uno de los cuatro escaños que tenía en el Parlament se sitúa como última formación de la Cámara, deja muy tocadas a ambas formaciones a la hora de encarar su papel opositor en el Parlamento nacional.
Y Vox, que logra entrar en el Parlament con once escaños, se configura como la fuerza ascendente en el ámbito de la derecha, con un «sorpasso» mucho mayor del que temía el PP, al que triplica con creces en diputados catalanes, que le da aire tras la frustrada moción de censura contra Pedro Sánchez, saldada sin apoyos ajenos.
De nuevo Cataluña vuelve a estar en el epicentro de la estrategia del Gobierno de coalición y de su extensión en el Congreso de los Diputados, con ERC -coaligada a estos efectos con EH-Bildu- determinante para conformar las mayorías que Sánchez necesita para sacar adelante sus políticas.
La legislatura ha avanzado hasta con tres mayorías diferentes, una primera que dio la investidura a Sánchez gracias a las 18 abstenciones de ERC y EH-Bildu, una segunda que posibilitó aprobar los presupuestos -en este caso con el voto a favor de ambos partidos independentistas- y hasta una tercera, excepcional, que permitió convalidar el decreto de los fondos europeos porque Vox se abstuvo.
De momento, aunque los números llegaran en Cataluña para que Illa fuera investido president con el visto bueno de ERC, y con apoyo de En Comú Podem, los republicanos catalanes tienen atadas las manos por el documento firmado en campaña por el que se comprometieron a no hacerlo.
Esto determina también la posición de ERC respecto al Ejecutivo de coalición a la hora de sacar adelante sus iniciativas en el Parlamento, que tuvieron en los presupuestos su etapa de mayor aproximación, luego convertida en distancia por la campaña catalana.
Lo ocurrido en Cataluña también tiene sus efectos dentro del Ejecutivo de coalición.
Está por ver si se atenúa el escoramiento radical del vicepresidente segundo y líder de Podemos, Pablo Iglesias, simbolizado en asuntos como su rechazo a la monarquía o su cuestionamiento de la calidad de la democracia española, que los ministros de PSOE han atribuido sin ambages a los devaneos de la campaña electoral catalana.
En Comú Podem, la versión catalana de Podemos, con un papel muy activo en el Congreso en cuestiones que también interesan a ERC como su rechazo a la monarquía, ha conseguido conservar sus escaños en el Parlament, lo que podría servir a Iglesias para defender su estrategia, pero ha perdido respaldo electoral, lo que también podría ponerla en entredicho.
Si la celebración de los comicios catalanes abre o no una etapa decisiva en la política nacional va a quedar así pendiente de lo que suceda en los próximos meses en Cataluña, si la apuesta de Illa sale adelante, si se conforma una alternativa independentista que pasaría necesariamente por sumar a la CUP o si se repiten las elecciones.
Hay más cuestiones que teóricamente seguían pendientes de lo que ocurriera este 14-F, como la eternizada renovación de un CGPJ caducado a la que el PP no se suma, pero queda por ver si el impacto de sus malos resultados contribuye o no a allanar un acuerdo, mediatizado además por la reforma que el Congreso tramita para limitar el papel de este órgano cuando tiene vencido el mandato.
A la baja también Ciudadanos, con unas pérdidas estrepitosas en la cuna donde nació la formación naranja, queda muy debilitada su posición en el Congreso, donde su líder, Inés Arrimadas, ha intentado rentabilizar al máximo su diez escaños y tendrá que buscar el modo de contener las pérdidas electorales al ámbito catalán.
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