Si hace una década, aún como rey, sí acudió al Congreso al acto del 30 aniversario del triunfo de la democracia sobre la asonada militar, ahora lo vivirá en Abu Dabi después de que Felipe VI y el Gobierno dieran luz verde a su expatriación hace seis meses por la erosión que sus comportamientos personales han causado a la Corona.
A don Juan Carlos, de 83 años, se le sigue considerando una pieza decisiva para que la intentona golpista no prosperara por el mensaje televisado que la neutralizó siete horas después de la entrada de Antonio Tejero en el hemiciclo pistola en mano.
«He ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes del Estado Mayor que tomen las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente», fue la instrucción que dictó el rey desde el Palacio de la Zarzuela vestido de capitán general del Ejército de Tierra para dar más fuerza a su mandato.
Como revelaría años después, grabó el discurso en dos cintas que salieron de la Zarzuela rumbo a la sede de TVE por rutas distintas para asegurarse de que llegarían a su destino, tras convencer al mando militar que estaba en Prado del Rey de que lo emitiera.
Una hora después, terminaba de rematar el golpe con el télex enviado al capitán general Jaime Milans del Bosch instándole a replegar las tropas en Valencia para evitar un derramamiento de sangre, aunque con una enigmática apostilla: «Después de este mensaje ya no puedo volverme atrás».
Aún persisten algunas teorías de que Juan Carlos I pudo tener más o menos complicidad con los golpistas, aunque para el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura (UEX) Alfonso Pinilla «no puede probarse de que él estuviera al tanto» de la operación.
Pinilla, autor del libro «Golpe de timón» sobre el 23F, aduce que el general Alfonso Armada, uno de los cabecillas de la insurrección y «profundamente monárquico», no quería que el rey supiera de la operación porque «su fracaso comprometería a la monarquía».
Según el profesor, lo que sí conocía don Juan Carlos desde octubre de 1980 era el plan de Armada de formar un gobierno de concentración como alternativa al golpe, una opción que el monarca no obstaculizó porque le parecía «plausible al ser constitucional», si bien tampoco alentó su ejecución.
«Sabino Fernández Campo (secretario general de la Casa del Rey) le dijo a Armada: ve al Congreso a hacer esta gestión ante Tejero, pero a título personal, sin mezclar a la Corona, porque el rey no puede impulsar o evitar hacer eso», reproduce Pinilla, quien concluye que don Juan Carlos actuó como «un rey de cristal» al permitir la gestión sin inmiscuirse.
Con la negativa de Tejero, el monarca pronunció su discurso tras «enquistar el golpe y evitar que más capitanes generales se sumaran», añade el profesor de la UEX.
Sobre el hecho de que 40 años después el rey emérito haya visto caer su prestigio por haber ocultado presuntamente su fortuna al fisco, Pinilla opina que hay que juzgarle «en función de las circunstancias históricas y de su actuación en cada momento» y las posibles irregularidades conocidas en los últimos meses «no deben empañar» su papel en el 23F.
Para el periodista José Antonio Zarzalejos, don Juan Carlos no es el único caso de gran estadista que en el plano personal ha tenido «conductas totalmente inadecuadas».
«Es la naturaleza humana, que es capaz de desdoblarse. En el caso de Juan Carlos I, es el típico caso de desdoblamiento: un buen político y un hombre vulgar», ha reflexionado a EFE Zarzalejos.
A pesar de su conducta personal, el autor del libro «Felipe VI, un rey en la adversidad» atribuye un «enorme mérito» al papel que desempeñó en la Transición y en el 23F el anterior jefe del Estado y ve de justicia «reconocer ese merecimiento».
S.L.P.