Entre aplausos y vítores de «bienvenido, compañero», Pablo Costas, el marinero gallego retenido en Yemen durante casi un año acusado de pesca ilegal, ha regresado este sábado a su villa natal, la de Bueu (Pontevedra), a cuyos vecinos ha agradecido la presión «fundamental» que han ejercido para su liberación.
«Me habéis salvado la vida. Estoy muy agradecido a todos», ha señalado Costas, que recién llegado en coche desde Madrid, en donde aterrizó ayer procedente de El Cairo, ha reconocido estar «súper cansado», aunque entendía que «tocaba estar aquí aunque fuese arrastro».
Costas ha explicado que no puede «casi mover las piernas» que su salud se ha resentido por la «inactividad» y la falta de alimentación, tras once meses en el interior de su barco, el Cobija.
Sin embargo, ha reconocido que antes de descansar tenía que «agradecer» todo lo que este pueblo ha hecho por él.
Tras reiterar que tiene la conciencia «muy tranquila», Costas ha lamentado la «irresponsabilidad» del Gobierno español por «mantener el discurso oficial» de Australia, el país que le denunció por pesca ilegal, y de las autoridades yemeníes.
Ahora, ha destacado, «se está desmantelando toda la mentira», porque insiste en que nunca vio delante la supuesta denuncia y todo se basó en «especulaciones» que, al haber salido ya del país, «se irán desvaneciendo como el humo».
«Al marchar la presa, el objetivo al que podían sacar dinero… se quedará en nada», ha subrayado el marinero gallego, que ha calificado de «gánsteres políticos» a las autoridades australianas, al gobierno militar de Yemen o a la embajada española en Riad (Arabia Saudí).
Entiende que «se sumaron todos» para convertir su estancia en Yemen en toda una odisea: «Nos chantajearon y quisieron matarme de hambre», explica Costas, que añade que aunque mucha gente lo maltrató, no guarda rencor a nadie.
«No soy ejemplo de nada», asegura el marinero, que sí que ha querido dejar claro que no es «un delincuente» porque «siempre» ha trabajado con bandera y con licencia, algo que según ha añadido «hay a quien no le gusta porque quieren explotar ellos los recursos».
«El lobby canguro -en referencia a Australia- está siempre alerta», ha denunciado el capitán del Cobija, que ha acusado al país oceánico de tener como «prioridad» el acaparamiento de los recursos pesqueros, reduciendo todo su conflicto a un «problema económico».
Ahora, ya en casa, a Costas le espera un exhaustivo reconocimiento médico y un merecido descanso con su familia, a la que hacía dos años que no veía.
Las lágrimas le brotan cuando rememora su reencuentro: «la emoción fue tan grande que no pude decir nada», admite.
A pesar de todo lo ocurrido, el marinero tiene claro que volverá a trabajar en el mar cuando se recupere físicamente, ya que ha dejado claro que es su profesión.
«Es mi profesión, ¿qué voy a hacer si no?, ha declarado Costas, que, no obstante, asegura que ahora tendrá «más cuidado», porque «estos perros muerden».
«Yo no me doblego ante nadie y menos cuando es un tema de justicia», ha apuntado Pablo Costas, que reitera que lo único que no le han sacado son sus «convicciones», algo que habría mantenido «aunque me hubiese llevado a la muerte».
Eso sí, reconoce que todo este «calvario» le ha hecho reflexionar a nivel personal: «Estas experiencias te cambian la orientación y las prioridades. No hay que estar enfrascado en el trabajo y en el dinero, hay que cuidar a la familia y a los amigos», ha concluido.
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