Hace poco más de un mes el joven burgalés Juan García-Gallardo Frings sólo era conocido para su grupo más cercano, pero tras su designación como candidato de Vox a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, esto ha cambiado: casi siempre pegado a alguno de los dirigentes nacionales de su partido, ha ido sumando ‘popularidad’.
Los 13 escaños obtenidos este domingo le van a situar como la cabeza visible de Vox en esta Comunidad, donde su líder nacional, Santiago Abascal, le ha situado con «cara de vicepresidente», aunque está por ver finalmente si este partido accede finalmente al gobierno o espera.
Paradojas de la vida, en este caso ‘popularidad’ tiene una connotación política que rechaza con un discurso muy crítico y drástico, pero medido, contra el Partido Popular. Su trato con la prensa se ha limitado a las entrevistas, unos cuantos canutazos en campaña y los mítines, en los que su discurso ha quedado diluido por la amplia presencia de Santiago Abascal, Javier Ortega-Smith, Iván Espinosa de los Monteros y Macarena Olona, entre otros.
Por esa razón, este perfil se basa en la visión que tiene el propio García-Gallardo tiene sobre sí mismo, más allá de los discursos propios de la campaña electoral, en los que ha dejado claro su rechazo a asuntos como la memoria histórica, las políticas contra la violencia machista -habla de que vulneran la igualdad ante la ley- y a la agenda verde.
A sus 30 años, lleva unos años en Madrid, donde se trasladó desde su Burgos natal para desarrollar su carrera profesional en el bufete de abogados de la familia. «No sé si hablar en pasado…», contesta a EFE sobre su trayectoria como abogado y ante la perspectiva política que se le abre a partir de hoy, ya con el escaño asegurado junto a otros doce «compatriotas».
Hasta para hablar de sus estudios tira de manual y de crudeza para atacar a su contrincante del PP, Alfonso Fernández Mañueco. «Acabé la carrera en tiempo y forma, a otros les costó más, el doble, por estar jugando al mus en la cafetería», afirma sobre la trayectoria del actual presidente de la Junta de Castilla y León, licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca.
Pero, para marcar diferencias con el PP, no se queda en la tardanza o agilidad para acabar los estudios: llama directamente «progre» a Mañueco y le acusa de «disfrazarse» de granjero para dar una imagen de apoyo al campo a la vez que presume de que sus presupuestos están atravesados de la filosofía medioambiental de desarrollo sostenible de la denominada Agenda 2030, lo que Vox contrapone son su «Agenda España».
Dice que es deportista y que su actividad preferida es la equitación, a la que despoja de todo aroma «elitista»: limpiar las cuadras «se aleja de esa imagen estereotipada» de las grandes personalidades practicando esta actividad. «Equitación de andar por casa», resume para recordar que debe su afición a su tío Enrique y a sus primos, con los que comparte esta pasión.
Pese a que su partido ha hecho bandera de la caza, la pesca y los toros, reconoce que él no caza, mientras que en la tauromaquia tuvo que esperar a los 18 años para ser «iniciado» por un amigo con una corrida en Las Ventas. «Me aficioné mucho», dice orgulloso.
Su otra ‘debilidad’ son los viajes por el mundo, Interrail e India incluidos, «para conocer otras culturas», con amigos «budistas e islamistas», pese a que proclama su fe cristiana y católica.
«Católico practicante» pero no de misa diaria, sino de misa dominical, García-Gallardo reconoce que la vorágine de la precampaña le ha apartado del camino «algún día», pero reza para que todo salga bien. EFE
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Óscar R. Ventana