jueves, noviembre 21, 2024
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Feijóo disfruta su momento antes de confirmar si aprovechará su oportunidad

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En junio de 2018, tras la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del Gobierno y cuando parecía que ese tren iba a llegar, Núñez Feijóo decidió dejarlo pasar.

«No puedo fallar a los gallegos porque sería también fallarme a mí mismo», anunció con un críptico lenguaje un emocionado Núñez Feijóo a los dirigentes del PP gallego y ante medios de toda España que se habían congregado en un hotel en Santiago de Compostela para ser testigos del vaticinado salto a la política nacional del dirigente gallego.

No fue así, sin embargo, y con su decisión de no presentarse rompía el silencio de varios días en los que se había especulado con más intensidad que nunca sobre su futuro, y en los que él mismo dijo que había reflexionado sobre la mejor decisión.

Tantas fueron las críticas y sobre todo la incredulidad entre su propio partido que durante las semanas posteriores acudió a platós y radios de todo el país repitiendo que si hubiese otra oportunidad en el futuro a lo mejor tomaría otra decisión.

Y la oportunidad le llegó la pasada semana tras la crisis abierta entre la dirección del partido, encabezada por Pablo Casado, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

El primer día, el jueves de la pasada semana, tras los cruces de acusaciones entre Díaz Ayuso y el ya exsecretario general Teodoro García Egea, Núñez Feijóo se alineó con la presidenta madrileña e intentó desligar a Pablo Casado de su lugarteniente.

Al día siguiente, tras la entrevista del propio Casado en la Cadena Cope, en la que reiteró y amplió las sospechas sobre Díaz Ayuso todo cambió y los hechos posteriores confirman que el presidente gallego vio cómo se la abría una nueva oportunidad que ya pensaba que no iba a volver a presentarse.

Casi sin riesgo a equivocarse en esta ocasión, será él mismo quien lo anuncie, si bien no lo hará hasta después de que se convoque el próximo martes en la Junta Directiva Nacional el congreso extraordinario para los días 2 y 3 de abril.

Con todo a favor para hacerlo esta madrugada, a pocos minutos de las 2 y tras haber mantenido una reunión previa a solas con Pablo Casado y posteriormente con todos los barones, Núñez Feijóo volvió a desconcertar a los periodistas en las puertas de la sede el PP al señalar que sería una «frivolidad» anunciar en ese momento que se presenta a un puesto que todavía no está vacante.

En la reunión, sin embargo, había conseguido que se despejasen varias cuestiones que hace cuatro años contribuyeron a frustrar su ambición: la ausencia de un candidato de peso con el que medirse -en este caso la renuncia expresa de Pablo Casado a hacerlo- y la petición unánime de los dirigentes del partido, incluido el presidente saliente, para que lidere un nuevo proyecto para sacar a la formación del «colapso» y detener la «hemorragia» provocada por la crisis de Madrid de la pasada semana.

Las mayorías absolutas de Núñez Feijóo son un referente para el resto de sus compañeros porque además de garantizar la estabilidad y de permitirle gobernar en solitario están acompañadas por el hecho de que en Galicia ni Ciudadanos ni VOX tienen representación en el Parlamento autonómico y es anecdótica en los municipios.

Como líder del PP, sin embargo, debería posicionarse sobre los pactos del partido con la formación de Santiago Abascal, comenzando por Castilla y León, aunque en días pasados ha reivindicado la libertad del candidato Alfonso Fernández Mañueco para tomar las decisiones que den estabilidad a la región.

TRAYECTORIA

A Alberto Núñez Feijóo la militancia partidista, la de carné y cuotas, le llegó pasados los 40; una edad poco habitual para la vida política española de los partidos tradicionales que suelen nutrirse de cuadros que han pasado previamente por sus organizaciones juveniles.

Era la segunda legislatura del José María Aznar al frente del Gobierno, la de su mayoría absoluta, y Núñez Feijóo presidía una de las empresas públicas más grandes del Estado: Correos.

Antes, este licenciado en Derecho y alto funcionario de la Administración gallega había desempeñado distintos cargos en varias Consellerías de la mano de su mentor político, José Manuel Romay Beccaría, que fue quien también le dio la oportunidad de dirigir el Insalud.

Era 1996 y Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961), que en el Parlamento gallego llegó a reconocer años después que le habían salido los dientes en la Xunta, tenía 35 años.

En 2003, en plena crisis por el hundimiento del buque Prestige, Núñez Feijóo aterrizó de nuevo en la política gallega. Volvió tras rechazar a Esperanza Aguirre, que le había tentado para ser consejero de Salud en su gobierno.

Había llegado al Gobierno de Manuel Fraga tras la renuncia de Xosé Cuíña, el eterno «delfín» del presidente gallego, que dimitió del cargo en la Xunta tras la publicación de que empresas de su familia habían vendido material para luchar contra la catástrofe del Prestige.

Desde enero de 2006 Núñez Feijóo se hizo con las riendas del partido a pesar del «vértigo» que le daba suceder a Fraga y durante tres años puso en práctica un verdadero «manual de resistencia» a partir del cual el partido en Galicia supo seguir para «ganar las elecciones y para gobernar», «un manual de resistencia de humildad y de servicio», aseguró hace un año al presentarse por quinta vez al frente del partido.

Tras su inesperada y ajustada victoria en 2009, repitió y amplió resultado en 2012 en un contexto de crisis económica que se había llevado por delante a gobiernos de todo signo político por toda Europa, y también en 2016, cuando se presentó de nuevo tras una meditada reflexión y al ver frustrada, en aquella ocasión sin tantas alharacas, su ambición de suceder a Mariano Rajoy, que había decidido presentarse a las elecciones que acabaron repitiéndose unos meses después.

En 2013, recién estrenada su segunda mayoría absoluta en Galicia unas fotos publicadas por el diario El País de mediados de los años 90 con el hoy condenado por narcotráfico Marcial Dorado pusieron en cuestión su carrera política, un asunto que vuelve de vez en cuando -cada vez menos- y que le molesta especialmente.

Núñez Feijóo ha tenido una constante presencia en Madrid desde que accedió al poder en Galicia en 2009, objeto de crítica por sus rivales políticos que frecuentemente lo han acusado de estar más pendiente de los asuntos estatales que de los gallegos.

En sus intervenciones en la capital el presidente gallego ha mostrado su repugnancia por el caso Bárcenas, ha asegurado que al PP le faltó relato durante la crisis económica en los gobiernos de Rajoy y, sobre todo, fustigó inmisericordemente a los gobiernos socialistas de José Luis Rodríguez Zapatero y a las mareas y los gobiernos municipales de Podemos.

Ahora ha retomado esas diatribas contra otro presidente socialista del Gobierno, Pedro Sánchez, de quien dice que desprecia y maltrata a Galicia y que tiene «el doble de frivolidad y la mitad de principios» que Rodríguez Zapatero, y al que acusa de haber entregado España a los que la quieren romper, Bildu y ERC, principalmente, junto con sus socios de Unidas Podemos.

La deficiente gestión de la pandemia y de la crisis económica que atribuye al gobierno de Sánchez son los dos principales reproches del presidente gallego, que cuestiona la arbitrariedad, la lentitud y la escasa cogobernanza del Ejecutivo en los fondos europeos.

El nombre de Núñez Feijóo siempre sonó para algún puesto de ministro con la llegada de Mariano Rajoy a Moncloa a finales de 2011 y él siempre dejó claro que su compromiso era con Galicia, más tras haber ganado de nuevo en 2016, cuando reiteró que cumpliría su mandato hasta finales de 2020 y también al renunciar a suceder al propio Rajoy.

Fue en marzo de 2020, en la precampaña de las elecciones gallegas de abril que finalmente se aplazaron por la pandemia y acabaron celebrándose en julio, cuando en un mitin en Ourense ante el propio Mariano Rajoy y Pablo Casado, Núñez Feijóo reconoció que había rechazado ofertas para ser tanto ministro como vicepresidente del PP.

REPERCUSIÓN EN GALICIA

Su decisión abre nuevos e insospechados escenarios en la política gallega; desde su salida de la Presidencia de la Xunta, que ocupa ininterrumpidamente desde 2009, hasta la apertura del melón sucesorio en el partido, que encabeza desde 2006 y cuyo fin de mandato estaba fijado para 2025.

Él mismo advirtió el pasado mes de junio cuando anunció que se presentaba a un quinto mandato al frente del PPdeG que llegaría el día de «dar un paso al lado» porque «todos somos necesarios pero nadie es imprescindible», si bien ese momento aún no había llegado, aclaró para alivio de los asistentes.

En esa ocasión, sin embargo, envió claros mensajes que ahora resuenan en clave nacional: «el partido no está donde están los personalismos», sino que está con las personas «con hambre de querer hacer las cosas mejor, de aprender todos los días y de estar a disposición de los demás».

También defendió que «la principal conclusión» política desde que relevó a Manuel Fraga en 2006 es que «los personalismos no son útiles si no son capaces de influir en los equipos» y recordó que desde la victoria en 2009 hasta la pasada en 2020 el partido ha tenido dos secretarios generales y varios presidentes provinciales.

«El PP no es un proyecto individual de nadie, es un proyecto colectivo, y el que no lo entienda no entiende al PP», concluyó.

Si deja la Presidencia de la Xunta, el Parlamento tendrá que elegir un nuevo presidente en los siguientes treinta días a la renuncia de entre los diputados de la presente legislatura, lo que deja fuera a todos los miembros del Gobierno gallego salvo a los dos vicepresidentes: Alfonso Rueda, el político, y Francisco Conde, el económico. EFE

 

Feliciano López

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