El sector financiero «sufrirá» si no se lleva a cabo una progresiva «descarbonización» en el mercado de capitales, que traslade los activos invertidos en combustibles fósiles y otras tecnologías contaminantes hacia inversiones con menos riesgos climáticos en un mundo que poco a poco tiende ser «bajo en carbono».
Así lo han advertido hoy expertos del sector financiero en la presentación del informe «Cinco claves financieras contra el cambio climático», elaborado por el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) en colaboración con la Oficina Española de Cambio Climático (OECC).
Manuel Gómez, responsable del Programa Finanzas para la Sostenibilidad y el Cambio Climático del IEB y director del estudio, ha incidido en que se avecina un importante movimiento de flujos financieros debido a dos razones fundamentales, por un lado los riesgos que plantea el cambio climático en sí, y por otro la decisión de los países de transitar hacia un desarrollo bajo en carbono mediante el Acuerdo de París.
En esa línea, ha advertido de que el Banco Central Europeo ya está evaluando los riesgos climáticos de las inversiones y preparando un sistema para realizar «test de estrés» de carbono específicos para las entidades financieras europeas.
El resultado de estas pruebas «ofrecerá información valiosa para tomar medidas» de redirección de los capitales hacia inversiones más limpias y libres de riesgo climático.
Gómez ha incidido en que la desinversión en fósiles y tecnologías contaminantes ya ha comenzado y que «fondos y gestoras empiezan a meter su dinero en cosas sostenibles», citando como ejemplos las desinversiones en combustibles fósiles llevadas a cabo por el Fondo Soberano Noruego o por la gestora del Fondo de Pensiones Holandés».
El experto ha subrayado que en la coyuntura actual de bajos tipos de interés existe «una substancial prima de rentabilidad para cada euro invertido en el sector verde frente a los tipos de interés de referencia en el mercado a largo plazo, debido al alto grado de competitividad de las tecnologías sostenibles».
Ha señalado como ejemplo los bonos verdes, creados en 2007, que han pasado de apenas 4.000 millones de dólares emitidos en 2010 a los 70.000 en 2016.
El autor ha destacado también que la transición hacia una economía baja en carbono es «más alcanzable y barata de lo estimado», y que, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el coste marginal de desarrollar las infraestructuras necesarias a nivel mundial que requiere esa transición en los próximos 15 años resultaría «insignificante».
Asimismo ha insistido en el riesgo sistémico desde el punto de vista financiero «si la adaptación a una economía baja en carbono se produce de manera tardía y abrupta», en tanto que «habría que enterrar un modelo productivo y de infraestructuras basado en combustibles fósiles, lo que implicaría una abandono súbito de determinadas tecnologías y modelos de negocio».
El Consejo Europeo de Riesgo Sistémico ha cifrado en 1.061 billones de euros la exposición de las entidades financieras europeas a activos en petróleo y gas, por ejemplo.
Por su parte, la directora de la OECC, Valvanera Ulargui, ha resaltado que las recomendaciones sobre el análisis de riesgos climáticos de las inversiones del Consejo de Estabilidad Financiera (órgano promovido por el G20 para reformar el sistema financiero global) «llegan en el momento idóneo para la comunidad internacional».
Según Ulargui, las inversiones van a bascular hacia activos verdes «por puro sentido económico».