Estrella Digital entrevista al filólogo y periodista vallisoletano David Felipe Arranz, conocido por sus intervenciones en programas como Cuarto Milenio y Secuencias en 24 horas de Televisión Española
Es profesor de Comunicación en la Universidad Carlos III de Madrid, ha publicado Escrito al raso. Crónicas de la postransición (Pigmalión). un ensayo que recoge una década de desatinos políticos y que fue reconocido con el Premio Sial Pigmalión de Pensamiento y Ensayo 2020. Se trata de una reunión de una década (2010-2020) de crónicas y artículos provocadores que giran en torno a la idea de cómo los dirigentes españoles constituyen el extremo opuesto del político al servicio de la ciudadanía.
¿La prensa en España es libre?
Sin duda; si no lo fuese, no nos enteraríamos de los desmanes y abusos del poder. Aunque hay camarillas e intereses espurios de índole económico-ideológica, hay suficiente pluralidad como para que uno lea lo que quiera y cuando quiera. La prensa es ese primer y levísimo contacto con la inmensidad de los abusos del Poder; y, si se cuenta y levanta polvareda, si molesta, es que era importante. El barómetro del buen periodista político marca la enemistad de los amos del poder
Se edita mucho y bien en España, pero… ¿se lee tanto?
En principio las cifras de ventas de libros han subido. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2021, el porcentaje de personas que compraron libros se ha incrementado del 51,7% en 2020 al 52,3% en 2021.
Otra cosa es que lo que se compre se lea. El teléfono móvil le está comiendo el tiempo y el raciocinio a la gente: todos comentan que les cuesta más concentrarse en la lectura, incluso lectores veteranos.
Creo que esto es un problema a corto y a largo plazo. Hace dos años, según el informe del Monitor de la Educación y la Formación de 2020 de la Comisión Europea, España seguía con la mayor tasa de abandono escolar de toda la UE, y yo este problema no está en la agenda de ningún candidato. Hemos ganado a Malta y a Rumanía, de manera que en Bruselas están más preocupados que en Carrera de San Jerónimo por el futuro de nuestras nuevas generaciones.
Aunque no cuente asuntos personales, el libro está atravesado de sentimientos y de reflexiones personales; es un volumen que también es un estado de ánimo
Apoyarse en datos para hacer una crónica o una columna de opinión no quiere decir que el periodista no deje sentirse en lo que escribe. Mi visión es muy sentimental, pero no en el sentido ñoño, sino en el de los románticos que ejercieron este oficio antes que todos nosotros, como Larra, Dickens, Galdós o Mariano de Cavia.
Eso se ha perdido, porque ahora algunos quieren dar a entender que el periodismo casi lo podría ejercer un programa informático ordenando la sintaxis tras introducirle unos datos. Y esto es aberrante.
El buen periodista ordena toda esa populosidad de caos informativo y la fija en la memoria colectiva gracias a su trabajo, convirtiéndolo en algo singular, en un retrato personal y, a la vez, todo lo imparcial que se pueda, de ese momento original del acontecimiento.
¿Se siente cómodo un periodista cultural como vd. en el ámbito del periodismo político?
Sí, porque la crónica cultural es más compleja que la política, máxime con los mimbres políticos de sus señorías, que están en un nivel casi subterráneo. Solo mantienen los gestos del poder, pero son incapaces de servir con lealtad al ciudadano.
Los problemas de España se acumulan por la incapacidad de los gobernantes y por la inepcia de una oposición que solo grita y que, cuando alcance el poder, repetirá los mismos errores. Los políticos son un problema y mi deber es examinarlos porque les pagamos un sueldazo entre todos: me sobran más de la mitad en las Cortes.
Puro parasitismo de políticos “de gota fría”, que bajan la temperatura ética de todo el país, huérfano de referentes. El periodismo cultural es más gratificante y estás en un continuo aprendizaje, dentro de un buen libro, en el teatro y en la ópera, en una exposición… pero creo que el otro es una obligación moral. De manera que hay que levantarse temprano para ser notarios del desfile interminable de los desleales, que dijo mi amado Walt Whitman.
En el libro sorprenden titulares como “En esta difícil hora de España” o “Sublimes sin interrupción”, a caballo entre el noventayochismo y el malditismo de Baudelaire.
Bueno, es que me siento así. Estamos ante un fin de ciclo, ante el temblor de España; si buscamos pensadores como Unamuno, Baroja, Ortega, Machado o Azorín, esto parece un erial. Hay mucho “true crime” en los géneros –pura evasión a partir de lo que hacía El Caso en el tardofranquismo– pero poca literatura que atienda a las cosas que de verdad nos atañen y nos importan.
¿Cómo han recibido las altas esferas su volumen?
He tenido algún enganchón en alguna tertulia de televisión por parte de algún político, porque se me acusa de arremeter contra la clase política, pero creo que el periodismo es eso: poner frente al servidor público frente al espejo de sus mentiras y contradicciones, llámese Pedro Sánchez o Mariano Rajoy.
¿Es posible la independencia en el periodismo? ¿Ha tenido alguna experiencia?
Lo es, sin duda; otra cosa es el precio que uno pague. Yo he experimentado en carne propia el cierre de mi programa, “El Marcapáginas”, en varias ocasiones, la primera en enero de 2005 por un militante machamartillo del separatismo gallego que decía que yo llevaba a muchos escritores hispanohablantes; lo decía él, que vivía en Madrid y en un medio madrileño; a la gente no le gusta que seas plural e inclusivo o que puedas sentar en tu programa a conservadores o a comunistas: para mí lo importante es el nivel, la coherencia del invitado y su sentido ético de la existencia.
Ahora se lleva lo excluyente y lo liviano, porque se trata de distraer al personal, no de abrirle los ojos y proponerle que piense. Pensar y ser libre en España se ha vuelto peligroso porque molesta: te pueden difamar, señalar y ponerte en la frente el sello inquisitorial de la Verdad (su verdad, claro).
Por último, díganos cuáles son sus valores y sus referentes del periodismo
Los mismos de los que habla John Keats en “Oda a una urna griega”: la verdad y la belleza, a los que añadiría la bondad. En estos momentos me gusta mucho el periodismo que hacen Moisés Rodríguez en el Canal 24 Horas de TVE, Iker Jiménez en Cuatro y Martín Llade en RNE. Son referentes y amigos, profesionales cultos y sabios, con criterio e imparciales e independientes, y creo que por ese camino, el periodismo va a conocer sin duda su nueva Edad de Oro. Y hay que estar siempre apoyando ese tipo de periodismo.