En la Cabalgata de Carmena los Reyes Magos no van a Belén, sino “al espacio exterior”, acompañados de unos llamados “magos amazónicos”. Pero no se crean que van en bonitas carrozas o cohetes espaciales, acompañados de flautas y chirimías. La cabalgata postmoderna de Carmena va acompañada de un zumbido y grupitos que bailan incoherentes danzas tribales, desparejados y desmadejados. Y todo en ese plan. No, la cabalgata de Reyes de Madrid del año I de Podemos en el Ayuntamiento no ha sido la más lucida, ni la más lúcida, de la historia reciente.
Menos mal que quedan las escaleras y la alegre banda de la escuela elemental de Gradsen (San Luis, Missouri). Quien viene a Madrid a ver la Cabalgata siempre queda impresionado al ver legiones de padres cargados de escaleras para que los pequeños vean el desfile. Pues eso es lo que queda.
El arranque de la cabalgata más parecía un mitin que una fiesta. No se sabe a cuento de qué, en lugar de la Estrella, eran unas decenas de militantes pro-bicicleta vestidos con horrorosos chalecos fosforitos –de los obligados para caso de accidente– quienes guiaron el fiasco que siguió a continuación. Claro, si los Reyes Magos van al “espacio exterior”, para qué quieren una estrella, si ésta les iba a llevar a Belén.
Se ve que el leit motiv diseñado por la concejalía de Celia Meyer era un viaje planetario de los Reyes Magos, sin pasar por Oriente Próximo, claro. Se vendió como tributo elevado que no habría animales, “para evitar que se estresen”. A cambio, media docena de grupitos pretendidamente étnicos, con música inaudible, desde luego, bailaban a son machacón. ¡Si eso ya se inventó para carnaval!
Al margen de los errores conceptuales, que han puesto a prueba la infinita paciencia de los madrileños, solo la presencia de carrozas comerciales como la de Coca Cola o El Corte Inglés han llevado algo de alegría a los ojos de los niños. Más que a los Reyes Magos, encaramados en unos prismas con música chill-out y extrañamente eufóricos y poco mayestáticos, los críos han gritado a Pepe Rodríguez y sus pupilos de Mastercheff Junior. Bueno, y a los bomberos.
Menos mal también que estaban los bomberos, que con su entusiasmo y su físico alegran las almas enfriadas por la negra brisa de las noches de enero.
Ellos y la escuela elemental de Gradsen, claro.
Bomberos, motoristas de la Policía Municipal con sus sirenas y su estruendo, y la caballería policial han recordado a la afluencia que estábamos en la cabalgata de Reyes, no en una mezcla de la Vuelta Ciclista a España y carnaval.
No sé sabe bien a cuento de qué –porque en el itinerario de los Reyes Magos de camino al espacio interestelar no estaba esta parada– por el recorrido, antes de la Cabalgata, apareció un nutrido grupo de chavales vestidos de azul, con un sombrero brillante. Dos chicas sostenían el guión de la banda: La Gradsen Elementary Public School de San Luis, Missouri. Ellos amenizaron la espera a la terrible Cabalgata de Carmena. Una concesión a lo políticamente incorrecto llegado directo desde EEUU, que si llega a verlo la concejala Celia Meyer, lo elimina de un plumazo. No habría ocas desfilando al paso de ídem y a las ordenes del pastor Miguelín, pero sí estaban la majorettes con falda muy corta. El acabose en la concurrencia fue cuando, a una señal del director, la alegre banda escolar empezó a entonar una canción conocida por casi todos. Por el paseo de la Castellana sonó, imperial, el estribillo que versa:
–Ay, mamá, qué será lo que tiene el negro.
Con tristeza los adultos presentes supieron en ese momento que era el último año de la Gradsen School en Madrid. Si el rey Baltasar ya es un actor de raza negra –lo cual emocionó a casi todos los niños–, en lugar de estrella hay una banda de militantes pro-bici –que despertó un entusiasmo absolutamente descriptible–, los Reyes Magos se van al espacio exterior en lugar de a Belén, no hay camellos, caballos –los de la poli y la Guardia Civil, son, en cierto modo, funcionarios–, y toda la fiesta se compone de grupos de barrio bailando al tuntún, solo nos quedarán las escaleras para que esto parezca una cabalgata.
No hubo maltrato animal, sin duda. Pero qué me dicen de las criaturas disfrazadas de indígenas que salieron con las chichillas desnudas al gélido aire de la Sierra de Guadarrama. ¡Eso es directamente inhumano!