Un tobillo fracturado, excrementos de caballos y ganado vacuno en el recorrido, ocho obstáculos de 22 que prometían, balizas mal colocadas y robos en los coches aparcados en los parking. Este es el resultado de la peor carrera OCR a nivel nacional. La 'Wolfrace', o mejor dicho la ‘Wolfake’, engañó el pasado sábado 16 de julio a más de 2500 corredores al hacerles creer que disfrutarían de once kilómetros de pura adrenalina por los montes de la Sierra del Guadarrama. Al final, después de que en la tanda élite un participante se lesionara, la organización decidió suspender el evento “por falta de iluminación”. Pero la realidad es que no sólo faltaba luz. Por no haber, no había ni organizador, que ante tal desastre no fue capaz de dar la cara.
Era una noche veraniega, con una temperatura que rondaba los 15 grados en la Sierra de Madrid. Todo estaba preparado para la disputa de la que se anunciaba como la mejor carrera de obstáculos nocturna de España, pero todo estaba abocado al fracaso. Desde un principio todo se hizo mal. Al llegar, el tiempo de espera para recoger el dorsal superaba los 60 minutos. ¿El problema? Muy fácil, el día de antes de la celebración del evento faltaban aún 10 voluntarios. Además, algunos de los decidieron apuntarse en su día no hicieron acto de presencia. Por si fuera poco, sólo existían dos stands para 2500 corredores que se iban a dar cita.
Superado a duras penas el reparto de dorsales, la tanda élite tomó posiciones en la línea de salida dispuestos a arreglar el desaguisado de la organización y brindar a los asistentes un gran espectáculo. Entre vítores y gritos de ánimo los participantes encararon los 200 metros del complejo deportivo del municipio de Guadarrama para desaparecer en la oscuridad de la majestuosa e imponente Sierra Madrileña en lo que se supone que iba a ser un recorrido de 11 kilómetros, todos ellos iluminados con antorchas y globos de luz. Algo que nunca ocurrió y se sospecha que ni se planteó.
Un tobillo roto
La sorpresa saltó cuando transcurridos sólo 25 minutos los corredores aparecieron de nuevo en el complejo deportivo, donde finalizaba la carrera, sin una gota de barro y sin muchos síntomas de cansancio. Por mucho que fuera la denominada tanda élite, era imposible que hubieran realizado un trazado tan largo en apenas media hora. Los participantes de la ronda popular se agolparon a preguntar qué había pasado. “No hemos corrido ni cuatro kilómetros y habré saltado 8 obstáculos”, narraba uno. “Un compañero se ha caído y se ha roto un tobillo. No se ve absolutamente nada porque no hay ni solo punto de luz”, afirmaba otro.
Obcecados y encerrados en su idea de realizar la carrera sí o sí, a sabiendas de que no tenían ninguna garantía de que esta saliera bien, los organizadores decidieron llamar a la línea de salida a la primera tanda popular. El desconcierto era total, pero al igual que sus predecesores enfilaron los 200 metros de la pista de atletismo y desaparecieron entre la penumbra. Y digo desaparecieron porque algunos de los corredores ante la falta de luz, de balizas y de un sendero se perdieron por el monte durante varios minutos y vagaron desorientados con la única ayuda de la luz frontal (los que fueron previsores y la llevaban porque en la página web de la carrera decían que era recomendable, no obligatoria). Al final, los únicos obstáculos a salvar eran los excrementos de caballo y las vacas que muchos corredores se encontraron durante el recorrido.
Imagen captada por un corredor durante la carrera.
¿En qué han invertido el dinero?
La indignación por la situación era insostenible y la organización decidió anunciar por megafonía la suspensión del evento por falta de luz. Pero la realidad es que no había luz, ni obstáculos, ni seguridad, ni taquillas, ni voluntarios… Por no haber, no había ni medallas ni camisetas para todos. Porque una vez suspendida la carrera, la gente decidió al menos llevarse un recuerdo del despropósito, pero resulta que la inscripción que iba de los 25 a los 40 euros no había sido suficiente ni tan siquiera para cubrir el merchandasing de regalo.
Otra mentira más del organizador.
De repente, surgió entre la multitud un joven que decía ser amigo del organizador, pero que no tenía ninguna responsabilidad. “Sólo he venido para ayudar a mi amigo. Le he llamado, pero tiene el móvil apagado. Os pido disculpas porque nos hemos visto sobrepasados en todo momento”, atisbo a explicar ante el asombro de todos los presentes. “A partir de esta semana se os irá devolviendo a todos el dinero de la inscripción”, finalizó.
Pero el daño ya estaba hecho. Gente venida desde Tenerife expresamente para la carrera. Corredores de Asturias que no sólo han perdido el dinero del desplazamiento, sino que también comprobaron como la luna de su coche había sido estallada y sus pertenencias robadas en el parking que la carrera habilitó para el evento. Participantes de Andalucía que contrataron un minibús con un coste de 300 euros que no saben si recuperarán.
El Ayuntamiento de Guadarrama, que era colaborador y patrocinador de la carrera, ya ha comunicado a través de su alcaldesa, Carmen María Pérez Molino, que emprenderá acciones legales contra Carlos Muñiz García, director y organizador de la carrera. Por su parte, el propio Muñiz ha prometido que devolverá el dinero de las inscripciones a todos los participantes y que intentará de algún modo recompensar a aquellas personas que se han desplazado única y exclusivamente para la Wolfrace. En los foros y páginas de Facebook los participantes dudan de que esto al final sea así y empiezan a pensar que se trate de una estafa. Aunque lo más importante es que un joven pasó la noche del sábado en un quirófano por una carrera que sólo se proyectó en la cabeza de un organizador sin responsabilidad.
Carlos Lospitao