Como todos los veranos, la Sierra de Guadarrama es frecuentada por miles de visitantes que huyen durante unas horas o unos días del asfixiante calor de la ciudad. Lo que quizá no sepan es que los valles y montañas del Guadarrama fueron refugio de bandoleros. Sus correrías los hicieron famosos en su época. 'El rey de los hombres', 'Cabeza gorda', 'Chorra al aire', 'La Tuerta', 'El Médico', 'Barrasa', 'Paco, el Sastre' o 'El Tuerto Pirón' son algunos de aquellos bandidos legendarios.
Durante décadas, los bandoleros madrileños hicieron de los caminos y pueblos situados al norte de la capital el entorno de sus fechorías. Las rutas por donde llegaban las mercancías a Madrid eran el objetivo de sus atracos. Asimismo, las zonas rurales donde permanecían camuflados eran su lugar de residencia habitual, pero incluso bandidos urbanos como Luis Candelas salían a los caminos para asaltar diligencias. Aunque vivir a la intemperie en la montaña no era agradable, cuando veían su seguridad comprometida no dudaban en “tirarse al monte”.
De tal guisa, los puertos y roquedales del Guadarrama se convirtieron en tierra de bandoleros hasta los albores del siglo XX. La historia viene de lejos, pues ya en la Edad Media existían partidas de moriscos que practicaban el pillaje en estas serranías. Quienes pasen por Rascafría o El Paular podrán ver el Puente del Perdón y acercarse hasta la Casa de la Horca, vestigios de un pasado remoto cuando los “quiñoneros” segovianos perseguían a aquellos malhechores del medievo.
Avanzados los siglos, a finales del XVIII jornaleros sin trabajo y agricultores o ganaderos desposeídos de sus tierras hicieron del bandolerismo una forma de ganarse la vida. El valle de la Fuenfría, Siete Picos o el Puerto de Navacerrada, sitios en los que estos días los excursionistas van a bañarse en las piscinas naturales de Las Berceas o hacen una parada para tomar un refrigerio, eran en tiempos de la Ilustración los dominios de bandoleros como 'El rey de los hombres' (Manuel Rodríguez) y su lugarteniente 'Cabeza gorda'. Para detenerlos en 1792 se necesitaron más de cuatrocientos hombres armados.
En el XIX, tras seis años de guerra contra los franceses, el elenco de bandidos siguió aumentando con hombres y mujeres que habían sido guerrilleros contra los invasores. En aquella España de posguerra, incapaces de reincorporarse a la vida civil, terminaron por convertirse en forajidos y proscritos. No eran bandoleros románticos ni revolucionarios, pero contaron con el afecto de las gentes humildes. Robaban para subsistir, aprovechando el ir y venir de las diligencias.
El bandido 'Chorra al aire' (dejo el motivo de tal nombre a la imaginación de los lectores) fue uno de estos bandoleros producto de la guerra. Se inició capturando correos franceses en Burgos para terminar asaltando carruajes por las veredas guadarrameñas. El Escorial, actualmente punto de encuentro en verano de turistas y estudiantes, fue donde se puso fin a sus tropelías en 1816 para, más tarde, ser ajusticiado en Madrid.
El transitado Alto del León fue también en aquellos años el centro de operaciones de una bandolera, 'La Tuerta', quien vestida de hombre y trabuco en mano fue capaz de atracar ella sola a veinte segadores, según relató en su libro “Los gitanos en España” el viajero inglés George Borrow, quien al parecer tuvo la oportunidad de conocerla personalmente.
Un bandolero del que poco se sabe fue Ramón Rodríguez Vicente, 'El Médico'. Fugado del penal de Ocaña, donde estaba preso por un atraco en Miraflores, murió en 1824 durante un intercambio de disparos con sus perseguidores en Peña de los Vaqueros (Cuerda Larga). La leyenda dice que sus restos descansan junto a la iglesia de la Inmaculada Concepción en Soto del Real.
En la hoy concurrida Pedriza podemos aún seguir las huellas de aquellos bandoleros. 'Barrasa', 'Paco, el Sastre' y el 'Tuerto Pirón' se parapetaron entre sus peñascos. Pablo Santos, apodado 'Barrasa', tuvo su guarida en Cancho Centeno. Sus asaltos más sonados fueron el robo del Coche Correo Madrid-Bayona y el secuestro del hijo de doña Braulia del Valle, una adinerada señora de El Boalo que hubo de pagar un alto rescate. Al parecer Pablo Santos habría fenecido en el Cancho de los Muertos durante una pelea con su segundo, Isidro 'el de Torrelodones', por el reparto de un botín. Se dice de este último que guardaba joyas y dinero en un árbol hueco llamado el Alcornoque del Bandolero.
El secuestro de los hijos del marqués de Gaviria en 1839 hizo famoso a Francisco de Villena, alias 'Paco, el Sastre', que se había echado a los montes de Guadarrama tras evadirse de la cárcel del Saladero de Madrid. Haciéndose pasar por el cochero del marqués recogió a los niños en el colegio, ubicado en la calle Hortaleza, y los condujo a La Pedriza. Un pastor de Manzanares llevó una carta al marqués pidiendo un rescate de tres mil onzas de oro. Pero 'Paco, el Sastre' y los suyos fueron cercados en el Canto del Tolmo por soldados del Regimiento de la Reina. 'El Sastre' pudo huir, aunque un año después fue detenido en El Rastro y ejecutado en el patíbulo del paseo de Pontones.
El último de los forajidos del Guadarrama fue 'El Tuerto Pirón' (Fernando Delgado Sanz). También se guareció entre los riscos de La Pedriza, aunque su zona de influencia fue el Valle del Lozoya donde atracaba a personas y robaba ganado que luego vendía en Pinilla y Buitrago. En 1880 fue protagonista de la prensa madrileña cuando expolió la iglesia de Tenzuela. Durante quince años esquivó a la Guardia Civil. Finalmente fue capturado y sentenciado a cadena perpetua. 'El Tuerto Pirón' falleció en 1914.
Francisco J. Castañón