Del baúl de los recuerdos de la Policía Municipal emerge una sección que ha caído en el olvido con el paso del tiempo, la unidad acrobática del cuerpo local. Eran moteros de cuna, apasionados de las dos ruedas que hacían las delicias de los madrileños en cada exhibición, con ejercicios que rozaban la espectacularidad circense. Sus gafas de aviador, sus chupas de cuero, sus bigotes definidos y sus Sangla 400 fueron los sellos de identidad de esta extinguida sección del cuerpo local. La hermandad que existía entre los 24 miembros que formaban aquél 'carrusel motorista' se podía palpar en cada espectáculo, en cada figura en la que cada miembro ponía en riesgo su vida en pro de su compañero.
No cobraban más por ello, no tenían privilegios por servir en esta sección. De hecho, en algún que otro acto tuvieron que ser ellos mismos los que ayudaran a montar el graderío, pero su amor por la moto estaba por encima de todo. Hoy, 23 años más tarde desde que desapareciera la sección, Ángel Gonzalo Pérez, componente de la unidad desde 1981 a 1986, homenajea a sus compañeros, muchos de ellos fallecidos en actos de servicio, y rememora «la época más feliz de mi vida».
Nació en la década de los años 70 y dejó de existir en 1994, después de una disputa entre oficiales, aunque esto es lo de menos. Lo verdaderamente importante fue la comunión que se creó entre todos los integrantes que conformaron, a lo largo de casi dos décadas, la llamada sección acrobática de la Policía Municipal de Madrid. «Cuando entré en la unidad todos me trataron como un hermano y yo me sentí muy arropado. Existía un respeto enorme entre todos», afirma Ángel, un policía de 61 años que actualmente sirve en la unidad del distrito de Villaverde, ex militante de la Unidad Acrobática y que llegó al cuerpo local de casualidad. «Yo nunca quise ser policía municipal, pero por casualidades de la vida terminé entrando en el cuerpo», recuerda.
Policía Municipal, sí, pero siempre en moto
Ya sea por el azar o por fuerzas del destino, la realidad es que Ángel tenía muy claro que de ingresar en la Policía Municipal lo haría como miembro de la unidad acrobática. Y así fue. Tras su periplo en la academia y unas duras pruebas logró su objetivo en el año 1981. Pero esta sección no sólo se dedicaba a realizar ejercicios imposibles a lomos de las mítica Sangla 400, también eran los escoltas de las más altas autoridades que pisaban Madrid. «Recuerdo cuando escolté a Juan Pablo II en una de sus visitas a la capital. Fue un momento mágico cuando al mirar a mi derecha vi el rostro de aquel ser superior», rememora aún emocionado Ángel.
Pero en sus cerca de seis años en la unidad no sólo escoltó al fallecido pontífice, también custodió los vehículos de personajes como el expresidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. «En una Conferencia de Seguridad celebrada en Madrid me llegué a sentar en el asiento del coche donde viajaba el propio Reagan, después de haber escoltado al presidente de Suiza», explica Ángel.
En la actualidad, la gran mayoría de sus ex compañeros de sección están jubilados o fallecidos, casi todos en acto de servicio. Porque curiosamente y contra todo pronóstico, ninguno de los integrantes de la sección acrobática murió en ninguna exhibición ni en ningún ensayo, pero sí lo hizo en labores de escolta. «Antes las sirenas no eran lo que son ahora y nos jugábamos la vida en cada recorrido. Parábamos el tráfico dando golpes a los coches porque en ocasiones no escuchaban nuestros avisos», recuerda Ángel.
Peligro de muerte
Del riesgo de la escolta a la espectacularidad de las exhibiciones acrobáticas. Así pasaban las semanas estos 'caballeros de la carretera', que entrenaban su físico dos días en Vallehermoso y dedicaban otro día de la semana para practicar los ejercicios que realizaban en sus actuaciones. «Estábamos como toros», bromea Ángel. Si bien es cierto que durante las dos décadas que existió esta sección no hubo que lamentar ninguna baja durante un espectáculo, no es menos cierto que el riesgo y el peligro de perder la vida en cada pirueta o salto era una realidad.
«En mayo de 1984, en una fiesta celebrada en Cuatro Caminos tuve el peor accidente que recuerdo en una moto. En el ejercicio tenía que saltar a mis 23 compañeros sin más ayuda que una rampa para poder 'volar' por encima de ellos. El viento me jugó una mala pasada y el aterrizaje no fue el adecuado. Acabé en ropa interior, con quemaduras muy severas y con las dos muñecas rotas», explica el propio Ángel. Fue tan espectacular el accidente sufrido por este integrante de la sección acrobática que Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid en aquella época, decidió retirar el número por su peligrosidad al presenciar en directo el incidente. A pesar de todo, Ángel no dejó la unidad y retornó a la actividad en cuanto sus maltrechas muñecas se lo permitieron.
Fueron muchos los que a lo largo de los cerca de 20 años que se mantuvo activa la sección pasaron por ella y sería injusto no recordar a alguno de ellos. Por este motivo y salvaguardando la identidad de todos ellos porque algunos todavía están en activo, Ángel les recuerda por sus motes. «El niño', La abuela', 'Cruces', 'el torero', 'los pereas', los hermanos 'briones', 'el Sicilia'… todos ellos y muchos otros de los que seguro me olvido hicimos de nuestra pasión, las motos, una gran familia», recuerda emocionado este policía que ya cuenta las horas para jubilarse. Aunque el más célebre de todos los integrantes fue el famoso actor, Rafael Hernández, que apareció en series tan míticas como 'Farmacia de Guardia'. De hecho, consiguió su primer papel como actor en la película, 'Manolo, guardia urbano', siendo todavía miembros de la Unidad Acrobática
Aunque pocos madrileños recuerden su existencia, estos policías siempre serán recordados y venerados dentro del cuerpo local. De hecho, todavía hoy en día los agentes de la Policía Municipal les observan con admiración y respeto.
Carlos Lospitao