lunes, noviembre 25, 2024
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La mina ‘escondida’ de Madrid

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Puede parecer insólito, pero a 25 metros de profundidad en el subsuelo de Madrid y en pleno barrio de Chamberí se esconde una mina, con sus túneles, vagonetas para transportar carbón y todos los utensilios necesarios para que los mineros puedan extraer de la tierra lo que esta atesora en su interior. Sin embargo, de sus galerías no se obtiene mineral alguno. La mina fue construida entre 1963 y 1967 por decisión de Marcelo Jorissen, director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Madrid en aquel tiempo. Quienes estén interesados en sentirse mineros por unas horas pueden visitarla cada primer domingo de mes. 

En España, la enseñanza de Ingeniería de Minas comenzó en el último cuarto del siglo XVIII durante el reinado de Carlos III. La primera Escuela estuvo en Almadén (Ciudad Real), donde se encontraban las minas de cinabrio. Este mineral, compuesto en un 85% de mercurio, se utilizó con profusión para la extracción de plata y oro en los yacimientos de América. En 1830 la Escuela se trasladó a Madrid hasta quedar definitivamente instalada en el actual edificio de la calle Ríos Rosas, obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco que levantó, entre otros, el Ministerio de Educación y el de Agricultura.  

En honor al catedrático que impulsó su ejecución se puso a este singular yacimiento urbano el nombre de Mina Experimental Marcelo Jorissen. El  diseño se hizo con todo lujo de detalles, para que los alumnos de la asignatura Laboreo y Mecánica de Rocas tuvieran un espacio donde hacer prácticas de construcción y entibación de una explotación subterránea, sin que fuera necesario desplazarse a Asturias, a León o a cualquier otra zona en la que hubiera minas. El objetivo era didáctico. El resultado espléndido, un conjunto que ha permitido a los futuros ingenieros conocer de primera mano a lo largo de estos años el ejercicio de su profesión. Y en nuestros días, a los que decidan visitar esta oquedad en las honduras de Madrid, sentir, como si fueran avezados mineros, lo que supone trabajar en las entrañas de la tierra, gracias a esta simulación de una mina a escala real. 

Desde la acera de la calle Alenza, por donde se entra a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía, puede verse el castillete metálico de la mina que perteneció a las Minas del Centenillo, en concreto al pozo Mirador. Fue donado a la Escuela en 1968 por la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. A la Mina Museo se accede por el patio de la Escuela, bajando 74 escalones hacia la penumbra que envuelve sus galerías. Otro elemento principal de esta mina es un pozo vertical, circular de 4 metros de diámetro y 15 metros de profundidad. Posee una guiadera Briart, con capacidad para dos jaulas de un solo piso. El fondo del pozo tiene una pequeña caldera colectora de aguas. Del pozo arranca una galería de 50 metros de largo. Al recorrerla observaremos diversos tipos de revestimiento y entibación, realizados con  hormigón, madera en cuadros de distintos tipos y arcos metálicos deslizantes.

En esta mina se han simulado dos explotaciones. Por un lado, un tramo en lo que se denomina Frente Largo en capa echada, con una rozadora de brazo y entibación metálica con estemples de fricción y bastidores articulados. Por otro, una explotación en testeros de pendiente y con entibación típica de madera, con mampostería y bastidores. Este ejemplo de explotación se compone de tres testeros (o macizos de mineral con dos caras descubiertas) y comunica con una galería de cabeza situada a 10 metros de la galería de base.

Bomba de desagüe, compresor, calderín y tubería de aire comprimido, alumbrado eléctrico contra posibles accidentes provocados por el gas grisú, un grueso bloque de hormigón para poder perforar en él, vagones de diversos tipos, un ventilador colocado en su correspondiente caseta y con su chimenea de salida…son algunos de los numerosos los elementos que posee esta mina-imagen, dotándola de un excelente realismo que sorprende por igual al visitante profano y a quien ha trabajado en una auténtica mina. 

Quizá hubieran sido necesarios más filones subterráneos simulados para que los alumnos pudieran instruirse en un reciento más amplio, pero eso debió ser mucho pedir en el Madrid de los sesenta y parece ya imposible en el del siglo XXI. Los 50 metros que mide la mina no pudieron extenderse más, entre otras cosas porque los túneles de la Linea 1 del Metro se encuentran muy cerca de esta mina escondida en las entrañas de la capital.  

La mina puede visitarse de forma individual los primeros domingos de mes previa inscripción, que puede hacerse el mismo día en la mesa ubicada en la entrada por el número 2 de la calle Alenza o de manera online a partir del día 15 de cada mes. Las visitas se realizan en grupos de 30 personas. Las plazas disponibles son limitadas y se ocupan por orden de llegada e inscripción. El horario es de 10:00 a 14:00 horas. Para programar bien la visita es muy aconsejable entrar antes en la página web de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía. En su sección Museos encontraremos la Mina Jorissen (http://www.minasyenergia.upm.es/), donde pueden verse además los pases para realizar la visita guiada. Colegios y grupos de más de 10 personas pueden solicitar la visita en días laborables.

Una vez finalizada la visita a la mina, si tienen tiempo, no dejen de acercarse al Mercadillo de Minerales que apenas a dos pasos, también todos los primeros domingos de mes, se instala en la Escuela de Minas. Suele haber mucho público, pero merece la pena. La entrada es por la calle Ríos Rosas, 21. Aquí coleccionistas, aficionados o visitantes ocasionales pueden encontrar todo tipo de fósiles, gemas, minerales, rocas y conchas.

Francisco J. Castañón

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