Ni perdona ni olvida. La presidenta de la Comunidad de Madrid y la ya poderosa lideresa del PP regional, Isabel Díaz Ayuso, sigue adelante con su purga política de todos cuantos osaron levantarse políticamente contra ella (o se pusieron de perfil sin suficiente lealtad) en sus horas de más tenso enfrentamiento contra la exdirección nacional de su partido. Lenta pero inexorable, la ‘escabechina’ ayusista se sirve en frío, pero llega tarde o temprano para todos sus adversarios. El último, el juez en excedencia Enrique López, consejero de Justicia, Presidencia e Interior de la Comunidad de Madrid y, hasta hace unos meses, el hombre de la total y absoluta confianza de Pablo Casado en la siempre combativa Puerta del Sol.
A un año de las próximas elecciones autonómicas, Ayuso ha decidido premiar las lealtades de sus dos hombres más serviles. Por un lado, al portavoz y consejero de Educación, Enrique Ossorio, con varios trienios en la administración madrileña al servicio de Aguirre, Cifuentes y Ayuso, a quien ha nombrado vicepresidente del Gobierno madrileño. Una jugada con la que ha desplazado del foco al que fuera el supuesto número dos, el citado Enrique López. El que se mueve no sale en la foto…
López, que fue metido en las listas madrileñas y en el Gobierno de Sol por Casado y Teodoro García Egea, se queda para la recta final de la legislatura en un cargo sin proyección ni brillo y lejos del triángulo de poder que rodea a la lideresa de Chamberí. En la dura pelea entre Casado y Ayuso, con acusaciones cruzadas y manifestaciones improvisadas frente a Génova 13, López se puso de perfil, escondió la cabeza y firmó su sentencia. Tres meses y medio después de la caída de Casado, López ya no es políticamente ni la sombra de lo que fue en la Real Casa de Correos. No hay tutelas ni tutías sobre Ayuso, como diría el padre fundador del PP, Manuel Fraga.
El otro perfil premiado por Ayuso en esta guerra fratricida en la derecha madrileña es el de Alfonso Serrano, portavoz de los ’populares’ en la Asamblea de Vallecas y nuevo secretario general del partido en sustitución de Ana Camins, quien se postulaba como hipotética rival «de consenso» para presidir el PP de Madrid en lugar de Ayuso. La bronca entre Ayuso y Camíns (por orden de Teo García) en el parking de Génova 13 cuando Ayuso ganó ampliamente tras repetir las elecciones madrileñas fue antológica y se escribirá quizás ampliamente algún día en un libro.
El futuro de Ana Camíns es incierto en el PP. «Está muerta», destacan varios dirigentes del PP. Sintomático fue su discurso en mayo en el Congreso del PP de Madrid en el que Ayuso fue elegida presidenta. Cuando subió al estrado a rendir cuentas como ex secretaria general tuvo que parar varias veces ante el ruido ambiente de las conversaciones ajenas que mantenían sus compañeros de partido sentados delante de ella. Tuvo que pedir hasta silencio. Pero nadie quería escuchar «ya a un cadáver político».
Su sustituto, Alfonso Serrano, pondrá al gusto de Isabel a todos los candidatos y candidatas de los 179 municipios de la Comunidad de Madrid. Para entonces, los ‘ayusistas’ ya diseñan otra gran purga de alcaldes, concejales y cargos locales que no supieron elegir el bando correcto o que alardeaban de cercanía y proximidad con Génova.
El ascenso de Serrano es directamente proporcional al descenso a los infiernos de los ‘casadistas’ que quedaban en el Comité Ejecutivo del PP de Madrid que Ayuso acaba de remodelar por completo. Del mismo han salido dos miembros de su Gobierno, Carlos Izquierdo (Consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio) y David Pérez (Consejero de Vivienda y Administración Local). Este último, ex alcalde de Alcorcón, llegó a ser el número dos en la primera lista con la que la desconocida Ayuso concurrió a las elecciones en 2019. Entonces, a punto estuvo de no entrar siquiera en el primer Gobierno de coalición con Ciudadanos. A día de hoy, su futuro político tampoco depara grandes ascensos más allá de 2023. No repiten tampoco el anterior secretario de Programas, el diputado regional Diego Sanjuanbenito, que haciendo un juego de palabras de su apellido tiene el ‘sanbenito’ de ser el último jefe de gabinete de Pablo Casado.
Del equipo de Almeida, ‘perdonado’ de momento por Ayuso tras alinearse con Casado en la guerra interna tras un ‘mortadélico’ asunto de presunto espionaje que algún día contaremos con detalle, tampoco ha quedado nadie en el nuevo equipo del PP de Madrid controlado por Ayuso. Por salvar un poco el ‘qué dirán’, Ayuso ha colocado a Vicesecretaria de Sectorial a Inmaculada Sanz, concejala en el Ayuntamiento de Madrid y portavoz de Almeida en el Consistorio.
El ‘traidor’ Garrido
Otros adversarios han quedado directamente borrados. Es el caso del expresidente Ángel Garrido, que se quedará sin cuadro oficial en la sede de la Real Casa de Correos debido a una nueva disposición de Ayuso por la que solo los presidentes electos en las urnas podrán gozar de ese privilegio. Como si Ángel Garrido no hubiera ido jamás en una papeleta del Partido Popular junto a Cristina Cifuentes y otros tantos nombres igualmente elegidos en las urnas. Garrido apadrinó políticamente a Ayuso cuando era vicepresidenta de la Comunidad, pero ambos acabaron, después, en el desprecio mutuo. Ayuso tampoco lo ha perdonado y para la posteridad no quedará retrato de quien fue del PP y después de Ciudadanos.
Todos estos nombres forman parte de la última hornada de purgados y expulsados de la camarilla de confianza de la presidenta y de su poderoso jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez (MAR). Pero no son todos. A esta lista hay que nombrar otros decapitados que ya corrieron igual suerte en su primera legislatura o en el inicio de su segundo mandato en solitario.
Su primer jefe de prensa, Pablo Balbín, que lo fue también de Lucía Figar en la Consejería de Educación e imputado -al igual que ella- en el contexto de la trama Púnica, perdió su confianza de Ayuso a los pocos meses de estrenarse en el cargo. Balbín fue reemplazado por el omnipresente MAR y, de esa purga, se libró el otro jefe de prensa de Ayuso, José Luis Carreras, ‘cifuentista’ y ‘garridista’ en los tiempos que había que ser ambas cosas, y amadrinado en tiempos de Cifuentes por Marisa González, exdirectora General de Medios de la Comunidad de Madrid. Balbín es hoy jefe de gabinete de la concejal de cultura de Almeida, Andrea Levy, y Carreras es el hombre que engrasa y afina la relación con los periodistas que siguen la información de Sol.
A Ignacio Aguado, la sentencia de defunción política le pilló con el pie cambiado el día en el que Murcia firmó la fallida moción de censura y él se sentaba en un Consejo de Gobierno ordinario en la Puerta del Sol. Ayuso dejó pasar la aprobación de todos los puntos ordinarios para, en el último punto del orden del día, disolver la Asamblea y convocar elecciones. Para su segundo mandato, la lideresa también cortó cercanía con su primera consejera de Presidencia, Eugenia Carballedo, para quien reservó un puesto de poco fuste político como la presidencia de la Asamblea. Un puesto bien pagado, pero sin capacidad de gestión ni de influencia sobre una legislatura en la que Ayuso se quedó a un suspiro de la mayoría absoluta.
Expulsados Aguado, Garrido y demás consejeros ‘ciudadanos’, Ayuso solo salvó del lado naranja a tres cabezas: la de su consejera de Cultura, Marta Rivera de la Cruz, que rompió pronto sus veleidades naranjas para pasarse al ‘team’ Ayuso; la de la periodista y directora de programas de televisión como ‘Salsa Rosa’, Sandra Fernández, que era antes la jefa de gabinete de Marta Rivera y que ocupa hoy la Dirección General de Medios de la Comunidad; y la de Toni Cantó, para quien hubo que improvisar de la nada la recién creada Oficina del Español, por orden de Pablo Casado.