Todas las miradas están puestas ahora en los magistrados del tribunal del «procés», conscientes de que su decisión pasa por alcanzar la unanimidad para evitar polémicas y resquicios jurídicos con el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo en el horizonte de los acusados.
Seis hombres y una mujer a quienes se ha presentado como los últimos garantes del Estado de Derecho frente al desafío secesionista catalán, que tendrá un punto de inflexión cuando se dicte la sentencia, para la que no hay una fecha en concreto aunque todo apunta a que será siempre después del verano habida cuenta del volumen de la prueba a analizar en un juicio con 52 sesiones.
Una resolución que será la respuesta jurídica a la vectores soberanistas de Cataluña niegan ya legitimidad, como hizo ayer el president Quim Torra al tildar el juicio de «farsa».
Porque los hechos juzgados son jaleados fuera del Tribunal Supremo por unos y rebatidos por otros, hasta el punto de convertir a la vista del «procés» en la madre de los juicios paralelos, mientras desde el extranjero los fugados tratan de teledirigirlo para dar un golpe de efecto en favor de la causa independentista.
Son los ‘daños colaterales’ del «procés» frente a un tribunal que lleva meses lidiando con presiones y acusaciones, vengan del expresident Carles Puigdemont, de la Generalitat, de políticos y medios de comunicación o de un grupo de trabajo de la ONU.
La trascendencia política de esa sentencia será innegable y las lecturas de lo que reflejen los hechos probados no serán compartidas por todos los actores implicados en el problema catalán, lo que abrirá la puerta a un debate de alto voltaje.
Por eso, el tribunal aspira a alcanzar la unanimidad y no se contempla en la judicatura una resolución con votos particulares habida cuenta de la sensibilidad de la cuestión a tratar.
Cualquier fisura en el tribunal podría tener consecuencias en la imagen de la Justicia porque al tratarse de la cúpula de la magistratura de este país, muchos podrían interpretar esa quiebra como un síntoma de debilidad de uno de los poderes del Estado.
Y es que en caso de ser condenados, las defensas acudirán en amparo al Constitucional antes de dar el último paso a Estrasburgo.
Pero antes, habrá que conjugar las distintas sensibilidades de los miembros del tribunal que ya han deslizado ligeras diferencias en el pasado con la calificación de los hechos y que han vivido el juicio con distinta intensidad y atención.
MANUEL MARCHENA
Su posición como presidente del tribunal le ha convertido en uno de los grandes protagonistas. Nada de perfil bajo o de limitarse a manejar los tiempos, aunque tampoco tenía otra opción. Duro a la par que flexible, Marchena se ha bregado con acusaciones y defensas, consciente de que el normal desarrollo del juicio dependía en parte de hacerse respetar y evitar que la política se colara en la Sala.
Su atención en cada jornada, incluso en las más soporíferas, no admite discusión. Siempre tomando notas. Ahora bien, Marchena no se alejará del foco al terminar el juicio; él es el ponente de la sentencia.
ANDRÉS MARTÍNEZ ARRIETA
De corte moderado. Sentado a la derecha de Marchena, se le ha visto mucho departir con el presidente, quien le consultaba con frecuencia cuando surgían dudas procesales y otras veces actuaba como correa de transmisión de los mensajes de Luciano Varela.
JUAN RAMÓN BERDUGO
Conservador, es el otro magistrado que ha escoltado a Marchena en el estrado. Era frecuente verle hablar con él mientras se tapaba la boca con la mano para evitar que se pudiera saber lo que decía. Su semblante tranquilo apenas ha variado a lo largo de la vista. Atento pero sin estar intrigante ni sobresaltarse en las jornadas más polémicas.
LUCIANO VARELA
Histórico fundador de la progresista Jueces para la Democracia, Varela ha encarado el juicio con la jubilación en el horizonte, que llegará una vez se redacte la sentencia, en la que tendrá mucho que decir toda vez que él abrió la puerta en su día a una condena más baja al plantear el delito de conspiración para la rebelión.
Aquel al que más atendía Marchena porque Varela solía tocarle el brazo para que le escuchara. En ocasiones, su aparente inmovilidad se quebrantaba por sus enfados. En la cúspide, aquel que tuvo ante la actitud de los testigos y exdiputados de la CUP Antonio Baños y Eulalia Reguant tras negarse éstos a contestar a Vox.
ANTONIO DEL MORAL
Conservador y cercano a Marchena. Tiene mucha voz en el tribunal y, a la vista de sus expresiones, es quien más ha disfrutado del juicio porque no escondía jamás su ánimo. Si Varela ha sido expresivo por momentos, Del Moral ha ido más allá. Siempre dejaba una imagen diaria, las más célebres con las manos puestas en la cara.
ANA MARÍA GARCÍA FERRER
La única mujer. Se ha mantenido discreta y su posición, en una de las esquinas de la sala, ha ayudado a ello ya que a veces no aparecía en el tiro de cámara al tribunal. Como Varela, será una de las claves para dejar atada la unanimidad por su perfil progresista.
ANDRÉS PALOMO
Situado en la otra esquina del tribunal, junto a las defensas, se le ha visto muy atento a ellas. Discreto hasta un punto, sí que departía con Varela y según la ocasión tomaba muchas notas de lo acontecido. Es uno de los más conservadores de la Sala.
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