Los liberales de derecha del VVD han sido los vencedores de las elecciones holandesas con un escaño más que los laboristas (PvdA), dos formaciones llamadas a priori a limar sus importantes diferencias y unirse para formar gobierno, tarea aún más compleja por la fuerte irrupción de la extrema derecha.
Con más del 90% de los votos contados, la derecha liberal logra diez escaños más que en los anteriores comicios y acumula un total de 31, rompiendo el empate que aparecía en los sondeos a pie de urna y en el comienzo del escrutinio. Un asiento por detrás aparecen los laboristas, que pierden tres respecto a 2006, mientras que los grandes derrotados son los democristianos (CDA), que se quedan con 21 escaños, prácticamente la mitad.
El batacazo ha provocado la dimisión inmediata del hasta ahora primer ministro, Jan Peter Balkenende, como líder de su partido. El gran vencedor de los comicios es el partido de extrema derecha del antimusulmán Geert Wilders, que ha pasado de 9 a 24 escaños, por lo que podría aspirar a formar parte de la coalición de gobierno, que se prevé complicada.
En su primera reacción, Wilders se proclamó «el mayor vencedor» de las elecciones y aseguró «poder gobernar, aunque reconoció que «todavía tenemos que ver cómo eso es posible». «Nadie puede ignorarnos, porque eso sería antidemocrático, dijo Wilders, que mantuvo que su partido no es sólo antimusulmán, sino que tiene «una agenda más amplia, con más seguridad para Holanda, menos criminalidad y también menos Islám».
Pero en la práctica, Wilders tiene difícil llegar a gobernar, ya que aunque el líder de los liberales, Mark Rutte, -que se perfila como primer ministro- nunca ha excluido aliarse con los antimusulmanes, el PVV causa un fuerte rechazo entre las fuerzas de izquierda. Mientras, la debacle democristiana deja muy justa la posibilidad de un gobierno enteramente de derechas.
De confirmarse los pronósticos, una posible coalición de centro-derecha formada por los liberales, el partido de Wilders y los democristianos contaría exactamente con los 76 escaños que suponen la mayoría parlamentaria. La opción que aparece como más probable, por tanto, es la una amplia coalición de carácter más progresista, en la que podrían participar liberales y laboristas junto a verdes y liberales de izquierda.
Para ello, el PvdA y el VVD deberán limar las profundas diferencias que han mostrado a lo largo de la campaña, en especial, en todo lo referente al modelo social y a los ajustes económicos para hacer frente a la crisis. El líder laborista, Job Cohen, se mostró convencido de que su partido «asumirá su responsabilidad» y entrará en el gobierno, a la vez que reconoció que la formación de una coalición «va a ser difícil».
Aunque felicitó a Wilders y dijo que «hay que respetar su victoria, Cohen indicó que «tomará contacto con los partidos más cercanos» a sus posturas a la hora de pensar en posibles aliados para el Ejecutivo. Junto con Wilders y Rutte, los verdes de GroenLinks (que pasan de 7 a 10 escaños) y los demócrata-liberales del D66 (que pasan de 3 a 10 asientos) son los otros vencedores.
Los líderes de ambos partidos, Femke Halsema y Alexander Pechtold, respectivamente, mostraron su ambición de entrar en el gobierno, pero sobre todo el segundo aseguró no poder hacerlo con Wilders por las diferencias ideológicas con ese partido. También los socialistas (SP), con 15 escaños, podrían pasar a formar una coalición con liberales y laboristas, ya que los tres partidos juntos suman 76 escaños, aunque esa opción suena con menos fuerza.
Sea cual sea la coalición final, con la victoria liberal todo hace indicar que el joven Rutte, de 43 años, será el próximo primer ministro.