Las muñecas, cuanto más antiguas mejor, tienen una clínica a su disposición en Roma que se encarga de reparar sus rostros y cuerpos perfectos. Se trata de un lugar para viajar en el tiempo, donde se mezclan miles de objetos, algunos verdaderas reliquias olvidadas por sus propietarios.
Muñecas de porcelana hechas añicos, soldados que han perdido partes de su cuerpo en algún combate, vasijas, ánforas etruscas e incluso joyas, como un vaso de cerámica pintado por Pablo Picasso, se pierden entre el polvo y el olor a barniz que esparcen horas de trabajo de restauración.
Familias nobles, aristócratas o el mismo rey Umberto II han llevado sus tesoros rotos a esta minúscula tienda llamada ‘Squatriti’, en la que apenas hay sitio para dar un paso, custodiada este martes por Federico Squatrito y su madre, Gelsomina, una incansable mujer, de 76 años, que no abandona su pincel desde hace más de cuatro décadas.
«Ahora cada vez traen más objetos de uso común, pero antes eran trabajos mucho más complicados, grandes piezas de las familias nobles que querían restablecer el estado de sus bienes después de la guerra, explica Federico Squatrito.
Squatrito define así su pequeño museo: «Un puerto escondido entre un mar de tiendas de ropa y de bocadillos»; un lugar que pasa desapercibido entre el caos y los cientos de establecimientos dedicados a vender sin descanso, a la caza del turista.
Los dos empleados de ‘Squatriti’ trabajan doce horas diarias, «con tranquilidad pero con la tensión de devolver el objeto a su forma original, asegura el dueño, que ultima cuidadosamente la reparación del rostro de una muñeca de porcelana, frotando su herida con papel de lija, «para que no se vea la cicatriz».
Federico Squatrito ama y cuida a estas muñecas, muchas fabricadas a finales del siglo XIX, con el cuerpo de madera o papel maché, que el paso del tiempo ha convertido en recuerdos familiares, piezas de coleccionista o viejos maniquíes olvidados en algún baúl.
«Hasta los años sesenta no eran un juguete, sino un objeto para contemplar por su belleza. Ahora las muñecas se maltratan, lamenta Squatrito.
Además, el restaurador explica que su trabajo cambió radicalmente con la incorporación de mecanismos electrónicos en el «cerebro» de estas muñecas, «que ya no están hechas para que el hombre las trabaje» y, «por eso, -sostiene- cuanto más antiguo es el objeto más fácil es repararlo».
Esta familia de artesanos, que transmite de generación en generación el arte de curar con las manos, se atreve sin reparo con cualquier materia, y en las estanterías de su local se confunden el yeso, el cartón, la cerámica, el marfil, la porcelana, el mármol o la cera, un verdadero desafío al tacto.
‘Squatriti’ recibe 1.200 clientes al año y repara entre 4 y 5 piezas diarias, pero alrededor de 100 quedan almacenadas para siempre en las estanterías, porque sus propietarios olvidan recogerlas.
De ahí que la tienda acumule desorden y misterio con ejemplos como las litofanías de porcelana, que su vigilante descubre con entusiasmo. Se trata de grabados que en los siglos XVIII y XIX se utilizaban para decorar lámparas y que aún este martes proyectan una imagen a través de la luz, a modo de diapositiva.
Pero las decenas de rostros y articulaciones rotas que se acumulan en el oscuro escaparate de este local son motivo de sobresalto para muchos paseantes. También un atractivo para curiosos como el cineasta Roman Polanski, que en una de sus visitas a Roma se fotografió con estas muñecas enfermas.