Prohibidos en su día por las denuncias de torturas de los conservacionistas, los orangutanes que protagonizan un espectáculo de boxeo tailandés se han convertido de nuevo en una de las mayores atracciones de un parque temático de Bangkok.
Con guantes y vestidos con calzones de colores y dentro de un ring a la medida de su tamaño, los primates recrean una pelea de muay thai (arte marcial tailandés) durante una función en la que las únicas personas son el presentador y un árbitro que debe agacharse para vigilar a los peludos púgiles.
Los animales son jaleados para que se golpeen tanto desde las gradas como por el animador, que les lanza comida por cada porrazo que dan en el cuerpo del adversario a la vez que narra el «combate» por un micrófono y con la banda sonora de «Rocky» como música de fondo.
Además de los dos boxeadores, participan en el espectáculo una decena de orangutanes, entre los que destaca una hembra que lleva un bikini sexy y se encarga de tocar la campana y de subir al ring para enseñar al público el cartel con el número de cada asalto.
La función dura media hora y concluye cuando uno de los monos noquea al otro, que es sacado del escenario en camilla por dos masajistas y un médico algo torpe, mientras los cientos de turistas que llenan el anfiteatro del Safari World Bangkok ríen y aplauden sin cesar.
Seguro que la diversión sería menor si el público conociera que luego los orangutanes son hacinados en minúsculas y oscuras jaulas y sometidos a un durísimo régimen de entrenamiento que no toleraría ningún ser humano, según la organización Personas por la Ética en el Trato a los Animales (PETA).
«Por si no fuera suficiente crueldad privar de libertad a estos seres vivos, encima obligan a los machos a tomar parte en peleas en las que pueden sufrir heridas, y las hembras hacen de vulgares animadoras, se lamenta a Efe la directora de campañas de PETA en Asia-Pacífico, Ashley Fruno.
La activista recuerda que este espectáculo ya fue prohibido en 2004, cuando las autoridades locales descubrieron que 48 monos habían sido importados ilegalmente desde Indonesia -donde habían sido capturados por cazadores furtivos- y fueron devueltos al país de origen.
Tras su vuelta en la selva de la isla de Borneo, expertos de la ONG que se encargó de su readaptación observaron que los orangutanes padecían graves secuelas derivadas de su paso por el zoo, como que se protegían el rostro cada vez que se acercaba una persona por temor a ser golpeado, al parecer una práctica habitual por parte de sus explotadores.
Una polémica extendida
Seis años después y sin explicación aparente, este zoológico, situado a las afueras de Bangkok, reanudó la función, lo cual alertó a los grupos comprometidos con la defensa de los animales.
PETA exige al Gobierno de Tailandia que ilegalice definitivamente la representación puesto que los orangutanes, una especie endémica del Sudeste Asiático y en grave peligro de extinción, son víctima de un sinfín de abusos y maltratos.
«Deben realizar actos que les provocan gran estrés, confusión e incluso dolor físico como el boxeo. El entrenamiento puede incluir métodos como palizas, privación de comida, uso de picanas eléctricas y hasta drogas para que sigan trabajando sin descansar, indica Fruno.
Y cuando terminan de ensayar, «les meten en pasillos de jaulas que hacen que una celda de una prisión tailandesa parezca una habitación de un hotel Shangri-La, añade la activista de PETA.
Los responsables del parque de ocio se defienden insistiendo en que el espectáculo es legal y tienen todos los permisos en regla, aunque se negaron a ofrecer detalles sobre el origen de los monos, mientras la Policía sostiene que no puede hacer nada.