martes, noviembre 26, 2024
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Suu Kyi se reencuentra con su hijo en Rangún tras diez años sin verse

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La líder opositora birmana, Aung San Suu Kyi, se reencontró después de diez años en Rangún con uno de sus hijos, Kim Aris, a quien las autoridades de Birmania concedieron el visado que previamente le había sido negado en múltiples ocasiones.

«Me siento ahora muy feliz», dijo Suu Kyi a los periodistas tras recibir a su hijo en e aeropuerto internacional de Rangún, la mayor ciudad del país y antigua capital.

Con Suu Kyi, aguardaron a Kim Aris en la terminal un nutrido grupo de seguidores de la Nobel de la Paz y veteranos miembros de la Liga Nacional por la Democracia (LND).

A su llegada, Kim Aris dijo que le habían concedido un visado por dos semanas, y mostró a las personas que le rodeaban los tatuajes que tiene en los dos brazos y que representan el símbolo del partido opositor: un pavo real en posición de ataque.

Desde su liberación, Suu Kyi pasa la mayor parte del tiempo en la sede de la LND, un vetusto edificio situado cerca de la pagoda de Shwendagon, y su vivienda de estilo colonial británico, ubicada a orillas del lago Inya, en la parte alta de Rangún.

Suu Kyi, que fue liberada el pasado 13 de noviembre tras siete años y medio de cautividad ininterrumpida, desde hacía días esperaba la llegada del menor de los dos hijos que tuvo con el profesor británico Michael Aris, fallecido en 1999 de un cáncer de próstata.

Kim, que al igual que a su hermano Alexander le fue cancelado el pasaporte birmano hace más de una década, se encontraba desde hacía varias semanas en la capital tailandesa Bangkok para gestionar el permiso de entrada en Birmania.

Kim, de 33 años y residente en el Reino Unido, es el menor de los dos hijos de Suu Kyi, de 65 años, considerada el símbolo de la democracia e hija del general Aung San, héroe de la independencia del país.

Su otro hijo, Alexander, de 37 años, recogió en nombre de su madre el Premio Nobel de la Paz que la Academia Noruega concedió en 1991 a Suu Kyi, quien entonces cumplía su primera condena en arresto domiciliario.

Aunque los generales le tendieron un puente de plata para el exilio, Suu Kyi prefirió sacrificar a su familia -no pudo despedirse de su marido cuando éste murió en Londres- y su libertad en aras de la democracia.

Además del Nobel de la Paz, ha recibido los premios Sajarov del Parlamento Europeo (1990), Rafto de Derechos Humanos (1990) y la Medalla de la Libertad que otorga el presidente de Estados Unidos (2000).

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