La catástrofe que dejó inhabitables 160.000 kilómetros cuadrados de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, según fuentes de la ONU, cumple 25 años. Este martes 26 de abril recuerda que hace sólo un cuarto de siglo los alrededores de la central nuclear de Chernóbil tenían vida. Aún hoy no vive nadie en los 30 kilómetros de radio alrededor de la central nuclear. A pesar de una catástrofe que aún perdura y del reciente suceso de Fukushima, el Gobierno uncraniano defiende la energía nuclear.
«Renunciar a las tecnologías nucleares es como prohibir los ordenadores», afirmó en una entrevista con Efe el primer ministro de Ucrania, Nikolái Azárov, al defender la apuesta de su país por la energía atómica cuando se cumplen veinticinco años de la catástrofe de Chernóbil.
«Para Ucrania, un país obligado a comprar gas y petróleo, no hay alternativa a la energía nuclear», enfatizó el jefe del Gobierno del país que el 26 de abril de 1986 fue escenario del mayor accidente en la historia del empleo pacífico del átomo.
Azárov, 63 de años, opina que esta afirmación es válida para muchos países, ya que «renunciar a la energía nuclear sería un error y, además, imposible: es parte inalienable del progreso científico».
Aunque las encuestas muestran que la mayoría absoluta de los ucranianos se pronuncia contra la construcción de nuevas centrales nucleares, la postura de las autoridades es inamovible en cuanto a la necesidad de desarrollar esa fuente de energía.
«Renunciar a las tecnologías nucleares es como prohibir los ordenadores. Podemos vivir sin ellos, pero desarrollarnos como civilización, ya no», insiste Azárov.
Según el primer ministro ucraniano, la mayoría de los países, incluido Japón, que actualmente lucha contra una grave avería en una central nuclear, están de acuerdo con este planteamiento.
«La humanidad aceptó el desafío y responde: las catástrofes no deben frenar el progreso, pero sí deben hacer la Tierra más segura», recalcó. Azárov señaló que todos estos veinticinco años las consecuencias de la catástrofe de Chernóbil han supuesto un pesado fardo para la economía de Ucrania.
«El monto de los daños causados por el accidente y los trabajos para superar sus consecuencias sumaron 180.000 millones de dólares», precisó el jefe del Gobierno, que añadió que anualmente Ucrania destina a esos fines el 10 % de su presupuesto.
Esto, subrayó Azárov, sin considerar la pérdida de vidas humanas, la salud de centenares de miles de «likvidátor», como llaman en el espacio postsoviético a aquellos que trabajaron para sellar el reactor averiado y la desactivación de territorios aledaños, y de todos aquellos que fueron afectados por la radiación.
Aún llegan ayudas para los afectados
Apuntó que este año Ucrania tiene previsto destinar cerca de 700 millones de euros a los programas de protección social de las personas afectadas por el desastre de Chernóbil, que ascienden a 2.210.000 ucranianos. De ellos, 256.000 son «likvidátor», la cuarta parte de los cuales actualmente son minusválidos, precisa Azárov.
El primer ministro destacó en particular la solidaridad internacional con Ucrania al subrayar que «durante todos estos años la comunidad mundial ni por un minuto se ha olvidado de Chernóbil».
«Y le estamos sinceramente agradecidos por no haber dejado a Ucrania sola a frente a este complejo problema», agregó. En este sentido destacó la Conferencia Internacional de Donantes celebrada la semana pasada en Kiev, que -dijo- «dio un poderoso impulso a la colecta de recursos adicionales para la conclusión de los proyectos de Chernóbil».
En esa reunión, los países donantes se comprometieron a aportar 550 millones de euros de los 740 que, según las autoridades ucranianas, faltan para convertir la siniestrada central -clausurada en 2000- en una instalación ecológica segura.
«Gracias al apoyo financiero de la comunidad internacional se efectuaron los trabajos para estabilizar la instalación ‘Refugio’ (el llamado «sarcófago», que cubre el reactor siniestrado), lo que ha permitido prolongar su vida útil otros quince años», explicó.
Según el primer ministro ucraniano, ello da el tiempo necesario para la construcción de un nuevo sarcófago seguro sobre el actual, que se deteriora paulatinamente.
La nueva instalación, en forma de arco, con una altura de más de 100 metros y un peso de 29.000 toneladas, está llamada a evitar la fuga de radiación y sustancias radiactivas incluso en la eventualidad de que el viejo sarcófago se desplome.
Redacción