lunes, noviembre 25, 2024
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Dios, las mujeres y los autobuses

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Primero lograron eliminar figuras femeninas de los anuncios publicitarios, después que los autobuses fueran diferentes para hombres y para mujeres, y en el proceso de borrar a las mujeres de la esfera pública en Jerusalén los judíos ultra ortodoxos han ido encontrando la decidida oposición civil en todo el país.

En los últimos seis meses ha habido manifestaciones de todo tipo: convencionales con pancartas y proclamas, cantadas (tras el abandono de un acto militar de tres soldados religiosos porque una mujer cantaba) y activas, con laicos, y sobre todo laicas, ocupando autobuses de segregación, por ejemplo.

La ciudad de Jerusalén, ya cargada con las malas vibraciones de extremistas de por lo menos tres religiones (el camino que une a las tres está sembrado de otras creencias no menos combativas), también vive dividida entre los ultra ortodoxos y los laicos (con todo tipo de versiones y grados de fe entre ambos puntos).

Y dentro de todo lo que distingue a los religiosos ultra ortodoxos de los laicos y los mediopensionistas, aparece el asunto de la mujer como el más sobresaliente. El actor ex laico israelí Uri Zohar (ahora ortodoxo), rey del celuloide “del destape” israelí en los años setenta, llamaba irónicamente a su pueblo “judeus problematicus” en relación a su papel en la historia; unas gentes bastante molestas en su empeño por existir entre persas, griegos, romanos, católicos… Parece que las mujeres también se empeñan en esa tontería, en formar parte de la vida pública, trabajar sin ser acosadas sexualmente –y, Dios mediante, ganar un salario parecido al de los varones por el mismo desempeño-, aparecer en anuncios, montar en autobuses… Pero el argumento de quienes se oponen es casi indestructible por medio de la razón: el de la ofensa.

La publicidad de un yogurt presentada por una mujer, la voz femenina cantando folklore, la señora montada en el autobús con sus bolsas de la compra, ofenden a un sector de la población israelí (un 10%, pero muy ruidoso) y frente al “yo me ofendo” (o me faltan al respeto, o me pisotean el orgullo…) el argumento de lo justo y lo injusto no penetra.

La rabia o enojo es un sentimiento complejo, según el profesor Robert C. Solomon (True to Our Feelings, Oxford University Press, 2007), generalmente nacido de la percepción de que nos han hecho daño u ofendido. Es mucho más que una emoción básica o un conjunto de emociones: es un modo de interacción con otra gente y de situarse en el mundo. De acuerdo con Solomon, las emociones son a menudo hábitos, pero también son aprendidas y, en muchos casos, producto de la práctica y la repetición

Y el argumento ideológico colectivo basado en la emoción no nos es ajeno en esta zona del mundo, es parte de estas culturas, el mismito argumento emocional de la ira, el amor propio y el respeto, por cierto, que manejan los palestinos.

Maya Siminovich. Corresponsal en Israel

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