Estados Unidos se ha levantado esta mañana con los últimos mensajes de ambos candidatos goteando entre sus oídos, cansados de una campaña que no ha convencido, de unos perfiles que no han seducido y con unas perspectivas que no quieren imaginar. La esperanza (Hope) de hace cuatro años se ha convertido para Obama y sus correligionarios en un adelante (Forward) que más bien parece la petición de un crédito personal de alguien que ha defraudado a sus acreedores y ha endeudado su conciencia pero que no obstante, sigue confiando en la viabilidad de su proyecto.
Por su parte, Romney, con un discurso más arcaico que desarrollado, más analógico que 3.0, centra sus últimos esfuerzos en decirle a la gente de forma simple: «Juntos llevaremos a América a un lugar mejor», es decir, si queréis que recuperemos la economía de este país, yo soy vuestro hombre. Repetido estratégicamente una y otra vez, acaba implantándose como semilla eficaz en la mentalidad colectiva.
Obama concluyó ayer en Iowa un mitin que abrió Bruce Springsteen, elemento icónico para muchos estadounidenses y cuya participación de nuevo ha sido acertada, ya que llega muy bien a esas clases obreras blancas que el demócrata necesita recuperar. Debería preocuparle más sin embargo el desapego que el voto joven puede tener en el día de hoy. Él sigue confiando en su programa y sus ideas pero la gente no en sus promesas, agotadas tras cuatro años de política de intentos vanos y sueños frustrados.
Los sondeos a pie de urna dicen que ganará en los estados clave que permitirán su reelección (Ohio, Virginia o New Hampshire) pero con seguridad ya no lo hará bajo la bandera de ese espíritu de Chicago que en 2008 levantó el alma de medio mundo.
Romney promete seguir hasta el final en campaña (hoy dará mitines en Ohio y Pensilvania) convencido de que si la gente no sale a votar, sus posibilidades aumentan. No cree en el efecto de huracán Sandy a pesar de que el pueblo americano siempre se “solidariza” en las crisis con el Presidente, acogiéndose bajo su paraguas protector.
Washington ha amanecido frío y soleado. A la hora de escribir estas líneas, los primeros recuentos dan ganador a Obama por abrumadora mayoría. Pero igual nos acostamos esta noche sin saber si la Casa Blanca tendrá nuevo inquilino o no. Ya sucedió en el 2000. Sea como fuere, los ciudadanos se preguntan quién de los dos representa el enésimo cambio. Si el cambio no finalizado de Obama o el cambio no nacido de Romney.
Ayer escuché una reflexión de un votante demócrata que resume a la perfección el sentir global de esta campaña: “no nos convencen ninguno pero que no olviden que deben seguir gobernándonos a todos”. La campaña de la nariz tapada (esa en la que se vota sin convicción
al menos malo) toca a su fin.
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