El caos egipcio actual es un indicador de una antigua cultura que ha perdido el norte y su conexión con una gran civilización de más de 3.000 años de antigüedad. Los islamistas puristas que odian su historia antigua y amenazan con volar las pirámides y la esfinge por los aires por ser los ídolos de los faraones vuelven ahora con energías renovadas a impedir cualquier deterioro del islam a manos de un gobierno secular. ¿Pero es culpa de los islamistas, o es culpa de la opinión pública egipcia, que continuamente vota a favor de la ley islámica?
Una vez que el islam se apodera de un país, la agitación no acaba nunca — agitación entre la naturaleza humana, que aspira a la libertad y la dignidad, y las fuerzas del dominio y la opresión, que no ven ni entienden nada de la vida política de un país aparte de que hay que aplicar la ley islámica a todo hijo de vecino.
El problema de Egipto es la ignorancia de los egipcios en torno a los pilares de la apreciada ley religiosa que dicen querer enmarcada en su texto constitucional
Durante los 1.400 años de dominio islámico, los egipcios descartaron su pasado y adoptaron la cultura de Arabia a través de un proceso de arabización e islamización. Los islamistas egipcios, y los de los demás países a estos efectos, entienden que para que un país siga siendo islámico, tiene que estar gobernado estructuralmente por la ley islámica. La cúpula musulmana no tiene ninguna confianza en que el islam vaya a sobrevivir sin que el Estado implante la ley islámica a través del miedo, la intimidación y las penas duras. Sin control del Estado y sin implantación de la ley a través de un sistema jurídico tiránico, los líderes islamistas manifiestan estar convencidos de que la religión no podrá sobrevivir por sí sola. Ésa es la razón de que allí donde entra el islam, el objetivo pase a ser siempre el control del Estado.
Nada plasma la actual agitación egipcia como el estancamiento en torno a la redacción de otro texto constitucional más. Sólo un puñado de personas han tenido el valor hasta la fecha de instar públicamente a abolir el Artículo 2 de la antigua constitución, que reza: «El islam es la Religión del
Estado… y la principal fuente de legislación en el seno de la jurisprudencia islámica». Parece que la sharia va a seguir siendo la fuente de legislación y jurisprudencia en Egipto.
No debería de sorprender: una encuesta realizada en el año 2007 entre un millar de musulmanes egipcios por encargo de la Universidad de Maryland y WorldPublicOpinion.org concluía que el 67% de la población decía querer un califato, el 74% la implantación estricta de la ley islámica, el 77% el castigo de mutilación para los robos, el 82% la lapidación como castigo al adulterio y el 84% la ejecución pública de los apóstatas. Según los baremos occidentales, eso supone carta blanca al islam y la ley islámica.
¿Por qué están pues descontentos los egipcios con Mursi? Ellos quieren ley islámica, y Mursi va a darles ley islámica. Según el estándar occidental, Mursi tiene el aval democrático para gobernar según la ley islámica, así que ¿por qué están las calles de El Cairo llenas de rebeldes que cantan a la libertad y la democracia? ¿Es culpa de Mursi, o es culpa de una opinión pública egipcia confusa que no parece saber lo que quiere? ¿Por qué no pueden reconocer la ley islámica como una abominación, contemplarla, rechazarla y votar en consecuencia? ¿No es consciente de que la ley islámica prohíbe el gobierno del hombre, como en la democracia, considerado una abominación y algo que hay que eliminar? ¿Y cómo pueden ignorar el sistema legal bajo el cual exigen vivir?
El problema de Egipto y de muchos otros países islámicos es que ignoran lo que piden, y quedan en la ignorancia gracias a sus propios medios convencionales y a su sistema educativo.
El problema de Egipto no se llama Mubarak ni Mursi, ni Rey Farouk ni Nasser. El problema de Egipto es la ignorancia de los egipcios en torno a los pilares de la apreciada ley religiosa que dicen querer enmarcada en su texto constitucional. Hace poco preguntaba a varios egipcios sí conocen las siguientes leyes de la sharia relativas al jefe del estado de cualquier país musulmán:
• Es obligatorio obedecer las órdenes del califa (el jefe de estado musulmán), hasta si es injusto.
• El califa llega al cargo haciéndose con el poder, es decir a través de la violencia.
• El califa es inmune en algunos casos a las acusaciones de asesinato, adulterio, robo, robo con violencia
y violación.
Según las leyes de arriba, Mursi no ha hecho nada contra la ley islámica, pero ninguno de los egipcios con los que hablé conocía una de estas leyes, o que la reciente apropiación de poderes por parte de Mursi respeta escrupulosamente la ley islámica. A estas alturas es evidente que los egipcios han sido dejados intencionadamente en la ignorancia con la ley islámica y que ni siquiera quieren hacer el esfuerzo de descubrir la verdad de la ley islámica, por si quieren rechazarla — acto que les convierte en apóstatas, candidatos a la pena capital. Permanecer ignorantes y en estado de negación a tenor de la ley islámica parece por tanto la única opción.
Permanecer ignorantes y en estado de negación a tenor de la ley islámica parece por tanto la única opción
Al exigir un sistema jurídico que en realidad no quieren, sin embargo, los egipcios se impiden sentar los cimientos morales armónicos sobre los que el país podría sobrevivir. Cuanto más rechazan los egipcios el debate honesto y la mayor claridad en torno a lo que quieren, peor será su problema en el futuro.
Los egipcios tenemos que aprender a responsabilizarnos de nosotros mismos y del futuro de nuestro país, y a dejar de culpar a nuestros líderes. Deben aceptar o rechazar la tiranía islámica. Hablemos de Egipto, de Irán o incluso Arabia Saudí, lo que hace falta es un debate público honesto para educar a la opinión pública en torno a lo que es realmente la ley islámica sin ningún edulcorante, tras lo cual hay que someter a votación la constitución. ¿Pero tendrán el valor de hacerlo? Ciertos egipcios sí tienen el valor, pero siguen siendo minoría, y entienden que pronunciarse constituye una sentencia de muerte. Sin valor, no puede producirse el cambio sin embargo, y sin explicar lo que quieren decir, los egipcios van a pasar los próximos 50 ó 60 años redactando una y otra vez su constitución y tropezando y volviendo a caer una y otra vez en un ciclo incesante de dictaduras y revoluciones.
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