La preocupación por el terrorismo entre los españoles se encuentra en niveles históricamente bajos, según el CIS; la gravedad y víctimas de los atentados producidos en los últimos años no resisten comparación con el pasado; mientras, desde el Gobierno y ciertos círculos especializados y extremistas se alarma con la amenaza de un nuevo terrorismo salafista individual, de lobos solitarios y yihadistas retornados con experiencia en conflictos armados. La realidad parece acercarse más a lo que piensan los españoles que a los mensajes de alarma.
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, hacía el miércoles 12 de junio en un pasillo del Congreso una declaración a la prensa sobre la operación policial realizada horas antes en Barcelona, denominada «Kartago» (los cinco detenidos eran tunecinos): el objetivo era «neutralizar la amenaza con carácter general del terrorismo yihadista y los lobos solitarios y los retornados», todas ellas personas que constituyen «un potencial de amenaza terrorista». El grupo está acusado de divulgar material con contenido yihadista a través de redes sociales. A los dos días la Audiencia Nacional los ponía en libertad, excepto uno que ha ingresado en prisión por delitos comunes pendientes.
El Ministerio del Interior aprovecha para informar en una nota de prensa de que «desde el inicio de esta legislatura se han detenido a 15 presuntos terroristas islamistas». Un enlace de la propia nota del Ministerio abre una página donde nos cuentan que en 2013 han sido nueve los detenidos y seis en 2012. También se ofrece el dato de 85 terroristas islamistas detenidos en la legislatura 2008-2011.
La alerta policial y de todos los recursos del Estado frente a la amenaza terrorista es totalmente comprensible. Lo que resulta contradictorio es el discurso alarmista, porque los datos permiten afirmar que el terrorismo vive en España una situación de debilidad desconocida en cinco décadas, tanto desde el punto de vista objetivo –atentados, víctimas- como subjetivo –apreciación por parte de los ciudadanos-.
Algunos hechos:
Oslo, 22-7-2011: doble atentado con un saldo de 77 personas asesinadas, en su mayoría jóvenes socialistas. Autor: un «noruego de pura cepa» –palabras de la policía- de 32 años, autodefinido como políticamente conservador y cristiano. En medios sociales dejó su opinión contraria a la inmigración, al multiculturalismo, a los musulmanes y a las «violentas organizaciones marxistas» que subvencionan a los anteriores.
ETA, 20-10-2011: acosada por la presión social y policial, la organización terrorista anuncia «el cese definitivo de su actividad armada». Han pasado 20 meses desde el anuncio.
Toulouse, entre 11 y 19-3-2012: tres paracaidistas franco-magrebíes y cuatro miembros de la comunidad judía (tres de ellos niños) asesinados. Autor: ciudadano francés, de 24 años, de ascendencia argelina. Reivindicación: para vengar las muertes de niños palestinos en Gaza y protestar contra las acciones de Francia en Afganistán y la prohibición del velo integral en los lugares públicos de su país.
Boston, 15-4-2013: dos bombas estallan cerca de la meta del maratón, matan a tres personas y hieren a 282. Autores: dos hermanos de 19 y 26 años de origen checheno, al menos uno con la nacionalidad estadounidense, ambos con 10 años de residencia en EE.UU. Confusa reivindicación islamista. Condena desde todo tipo de organizaciones, incluidas islámicas y de separatistas chechenos. Los autores habían sido investigados e interrogados por el FBI.
Londres, 23-5-2013: un militar es asesinado en plena calle con un cuchillo de carnicero. Reivindicación en nombre de Alá. Autores: dos sujetos fichados por el MI5, uno de ellos –el que apareció en un video- era británico de nacimiento -28 años- y convertido al Islam, de familia de origen nigeriano y cristiano.
París, 25-5-2013: un militar en labores antiterroristas es acuchillado por la espalda, resulta herido. Autor: francés de 22 años. Fichado por la policía. Probable emulación del atentado de Londres.
De la cronología anterior se pueden extraer varias conclusiones. En primer lugar, que ha desparecido de España el terrorismo surgido en los años 60 del siglo XX (1.004 muertes acumuladas). Que en la categoría de lobos solitarios hay de todo, y mayoría de nacionales, algunos de origen extranjero. Sí parecen compartir su radicalismo, cierta exclusión mental y a menudo social del resto de sus conciudadanos. En la mayor parte de los casos eran conocidos por parte de las fuerzas de seguridad o los servicios de inteligencia. Y es indudable la publicidad gratuita que se hace de este tipo de comportamientos.
El terrorismo tiene capítulo propio en la Estrategia de Seguridad Nacional 2013 presentada por el Gobierno el último día de mayo, entre los riesgos y amenazas para nuestro país: «La fortaleza del Estado de Derecho, la solidez de sus instituciones y la eficacia de las acciones implementadas han derrotado a ETA, sin perjuicio de que la democracia siga actuando», dice; para alertar después sobre el terrorismo salafista: «Al igual que otros países de nuestro entorno, España es también objetivo del terrorismo yihadista y, en especial, de organizaciones terroristas como Al Qaeda en el Magreb Islámico que, basándose en el fanatismo, tratan de imponer por la fuerza su visión única y excluyente del Islam, aprovechando características de la nueva sociedad global, como la facilidad de movimientos y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, para reclutar miembros, obtener recursos, ejecutar atentados y multiplicar el impacto de sus acciones».
La Estrategia destaca un hecho conocido en el ámbito de la seguridad, que ETA y más recientemente el terrorismo salafista han hecho de España un país con un conocimiento avanzado en este campo: «La lucha contra el terrorismo desarrollada durante décadas por España ha permitido adquirir una gran experiencia también de valor para hacer frente a las nuevas amenazas terroristas. La efectividad del modelo español de gestión de la amenaza terrorista prestigia a nuestro país en el exterior y lo convierte en referente en la materia, pero, sobre todo, lo sitúa en condiciones idóneas para aportar un considerable valor añadido a la colaboración internacional en el ámbito contraterrorista».
En cuanto a la percepción social de la amenaza terrorista, el Barómetro del mes de mayo del Centro de Investigaciones Sociológicas –recordemos, 2.500 entrevistas personales en domicilios- ofrecía el dato de que el 0,4% de los españoles sitúa el terrorismo y a ETA entre las principales preocupaciones del país. En noviembre de 2011 –cogiendo el mes siguiente a hechos relevantes- el terrorismo era destacado por el 3,7% de los encuestados; en abril de 2008 por el 31,4%; en abril de 2004 por el 63%; en octubre de 2001 por el 65,7%.
Nunca España ha tenido más y mejores medios para responder a la amenaza terrorista. Los números avalan la reducción de víctimas y atentados. ¿Qué pretenden entonces los mensajes alarmistas?